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dissabte, 13 de setembre del 2008

moro

HENRI BERGSON

"El tímido da la impresión de una persona a la que le estorba el cuerpo y busca a su alrededor un sitio donde depositarlo"

¿Por qué mueve a risa un orador que estornuda en el momento más patético de su discurso? (…) Únicamente [por] un brusco tránsito de nuestra atención del alma al cuerpo (…). Ya será un orador cuyos más hermosos párrafos viene a cortar bruscamente un dolor de muelas; ya un personaje que no toma nunca la palabra sin interrumpir su peroración para quejarse de que le aprieta el calzado o le viene el traje estrecho, etc. Una persona a la que su cuerpo le estorba: he ahí la imagen que estos ejemplos nos refieren (…).

Yo creo también que por la misma razón resulta a veces algo ridícula la timidez. El tímido podría dar la impresión de una persona a la que le estorba el cuerpo y busca a su alrededor un sitio donde depositarlo. Por eso el poeta trágico procura evitar cuanto pudiera atraer nuestra atención sobre la materialidad de sus héroes.

Tan pronto como interviene la preocupación del cuerpo, es de temer una infiltración cómica. He ahí por qué los héroes de tragedia no beben ni comen, ni se calientan a la lumbre. Y hasta rehuyen sentarse. Sentarse a la mitad de una tirada de versos equivaldría a recordar que se tiene cuerpo. Napoleón, que era psicólogo a ratos, había observado que por el solo hecho de sentarse se pasa de la tragedia a la comedia.

HENRI BERGSON, LA RISA, 1899

foto: Sicilia, agosto 2008


¿Estoy vivo?


HENRI BERGSON

"Nunca ha podido saberse cuál de los dos gemelos fue el muerto; unos creen que fue Bill, otros que yo"

Escuchemos a Mark Twain hablando con un repórter que le interroga: "

¿Es verdad que tiene usted un hermano?".

"Sí, le llamábamos Bill. ¡Pobre Bill!".

"¿Cómo es eso? ¿Se ha muerto acaso?".

"Nunca he podido saberlo. Hay un gran misterio en este punto. El finado y yo éramos gemelos; nos bañaron juntos cuando teníamos quince días y uno de nosotros se ahogó, pero nunca ha podido saberse cuál de los dos fue el muerto. Unos creen que fue Bill, otros que yo".

"¡Es raro! ¿Pero usted qué cree?".

"Voy a confiarle un gran secreto que a nadie he revelado. Uno de nosotros tenía una señal particular, un lunar enorme en el reverso de la mano izquierda, y ése era yo. Pues bien: ese niño fue el que pereció ahogado...".

Lo absurdo de este diálogo, examinándolo bien, no es un absurdo cualquiera. No se produciría si el personaje que habla no fuera precisamente uno de los gemelos. El absurdo se debe completamente a que Mark Twain declara ser uno de estos gemelos, pero expresándose como si fuese un tercero, como un señor que se limita a contarnos la historia.

HENRI BERGSON, LA RISA, 1899


dijous, 2 de setembre del 2004

'Animal que ríe'


¿Qué significa la risa? ¿Qué hay en el fondo de lo risible? Fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. Un paisaje podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo. Si reímos a la vista de un animal, será por haber sorprendido en el una actitud o una expresión humana.

Muchos han definido al hombre como "un animal que ríe". Habrían podido definirlo también como un animal que hace reír porque si algún otro animal o cualquier cosa inanimada produce la risa, es siempre por su semejanza con el hombre, por la marca impresa por el hombre o por el uso hecho por el hombre.

He de indicar ahora, como síntoma no menos notable, la insensibilidad que de ordinario acompaña a la risa. Dijerase que lo cómico sólo puede producirse cuando recae en una superficie espiritual lisa y tranquila. Su medio natural es la indiferencia. No hay mayor enemigo de la risa que la emoción. No quiero decir que no podamos reímos de una persona que, por ejemplo, nos inspire piedad y hasta afecto; pero en este caso será preciso que por unos instantes olvidemos ese afecto y acallemos esa piedad. Lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anestesia momentánea del corazón. Se dirige a la inteligencia pura.

Y finalmente, no saborearíamos lo cómico si nos sintiésemos aislados. Diríase que la risa necesita de un eco. Nuestra risa es siempre la risa de un grupo. Un hombre a quien le preguntaron por que no lloraba al oír un sermon que a todo el auditorio movía a llanto, respondió: "No soy de esta parroquia". Lo que ese hombre pensaba de las lágrimas podría explicarse más exactamente de la risa. Por muy espontánea que se la crea, siempre oculta un prejuicio de asociación y hasta de complicidad con otros rientes efectivos o imaginarios.

Henri Bergson, La risa, prólogo