diumenge, 29 d’abril del 2007

'La vida de los otros': fábula formidable


1 LA VIDA DE LOS OTROS

Película genial e inolvidable sobre el conflicto entre libertad y opresión. Aquí nos cuentan la historia de un escritor y su amante, vigilados por un monstruo de la Stasi -la policía secreta de la Alemania comunista-, quien, a través de las escuchas, acabará entrando en la vida de la pareja. Sobre este planteamiento, ya sugestivo, se edifican unas interpretaciones soberbias y un guión más colosal si cabe, de maestría realista y emocionante crescendo trágico.

Obra maestra sin paliativos, donde un domicilio privado de la RDA deviene un retrato universal: el hombre contra el hombre, la dominación y la compasión en letras mayúsculas.

Barcelona o en busca de la modernidad perdida


CARLES GUERRA

“Con la Guerra Civil, el reloj se detuvo y Barcelona quedó asociada a una modernidad a destiempo, ambigua y contradictoria, cercana a Viena”

Barcelona quería ser París. Las pinturas de Picasso lo prueban. La atmósfera de Els Quatre Gats y la del Moulin de la Galette se hace indiscernible. Los mismos tonos, la misma densidad existencial. La diferencia sólo se ve en las carteras. Pero la realidad no alcanzaba a ser simétrica. Si bien Els Quatre Gats se inspiraba eb Le Chat Noir, el Molino del Paralelo en el Moulin de la Galette y Montjuïc se contemplaba como trasunto de Montmartre, Barcelona quedó lejos de convertirse en una capital europea. Ya entonces tuvo que conformarse con una versión ‘low cost’.

La ansiedad por alcanzar la modernidad es lo que, a fin de cuentas, hará de Barcelona una ciudad moderna. Igual que en el argumento de una película de suspense, la exposición [‘Barcelona and Modernity’, Nueva York] empieza con falsas impresiones y acaba trágicamente. La primera sala es un homenaje a París –ciudad en la que Barcelona se refleja una y otra vez- y la úlima, que contiene obras muy representativas de las vanguardias, marca el corte dramático que supuso la Guerra Civil.

La conclusión es que Catalunya, con su capital al frente, fue apartada de su destino histórico. El reloj se detuvo y Barcelona quedó asociada a una modernidad a destiempo, ambigua y contradictoria. En este punto Barcelona está más cerca de Viena que de París. Lo consecuente, entonces, sería sentarla en el diván.

“La Sagrada Familia expía los pecados del progreso; el pabellón de Mies van der Rohe y el de Sert son como fantasmas que flotan en el tiempo, destruidos, recuperados y reconstruidos”

Pero no. Las contradicciones se acumulan y Barcelona se aletarga en las curvas de su propio sueño. El templo de la Sagrada Familia es una obra dedicada a expiar los pecados del progreso (hoy, incluso, marca comercial de la ciudad, por dos veces reproducida a tamaño gigantesco en la exposición); el pabellón de Mies van der Rohe para la exposición de 1929 y el de Sert para la República Española en la exposición de París de 1937, hitos destacados en la secuencia de la muestra, son como fantasmas que flotan en el tiempo (destruidos, recuperados y reconstruidos a posteriori, sólo se inscriben en la memoria de lo que fue posible); Barcelona tan pronto es capital de un país con aspiraciones nacionalistas como sujeto estético y autónomo (desde la guerra en la antigua Yugoslavia los americanos asocian nacionalismo con separatismo y terrorismo).

En resumen, la narrativa expositiva lleva derecho a la idea de que Barcelona se vende mejor que Catalunya. La identidad estética y urbana es menos dañina que la nacional. Un argumento frente al cual la crítica de arte está desarmada. Como decía el crítico de ‘The New York Times’, “too many Picassos”. Sólo faltaba que Woody Allen incluyera a Sclarlett Johansson en la próxima película que rodará en Barcelona. Su rostro será como la última capa, confundida con esas jóvenes marmóreas de ojos cerrados, boca entreabierta y cabeza ladeada, la síntesis más real de una Barcelona ensimismada y que sueña despierta como en los bustos femeninos de Miquel Blay, arquetipo modernista.

CARLES GUERRA, “EL SUEÑO DE BARCELONA”, EN EL SUPLEMENTO ‘CULTURAS’ DE ‘LA VANGUARDIA’, 11/4/2007

Qué nos diferencia del ordenador

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

"La inteligencia humana no es el eficaz dinamismo de una computadora, sino la costosa búsqueda de la libertad"

Cuando ya se presentía la tragedia que iba a abatirse sobre Europa, Husserl alertó a sus contemporáneos sobre el peligro de malentender las conquistas teóricas de la ciencia. Le preocupaba que la idealización matemático-geométrica de la realidad adquiriera una aparente autonomía que hiciera olvidar que su origen estaba en la experiencia subjetiva.

Al prescindir de su relación con el sujeto, que es la fuente originaria de todos los significados y de todos los modos válidos de la objetividad, la ciencia se incapacita para comprender su propio fundamento. Apartada del hombre, dotada de un poder cristalino e inmune, su aparente autosuficiencia impide valorar al azacaneado mundo de la vida humana, en el que las verdades se entremezclan con los valores.

La inteligencia humana no es el eficaz dinamismo de una computadora, sino la costosa búsqueda de la libertad por parte de un sujeto que sabe manejar información, pero que ha de hacerlo bregando contra la dificultad, el cansancio y las distracciones. No es la potencia computacional lo importante en la inteligencia, sino el control que el hombre ha conseguido sobre sus propias operaciones y que le ha permitido ampliar sus actividades, deslindar los campos sentimentales y noéticos, aspirar a la razón y aprender a ser autor de sí mismo. Prescindir de esta historia de triunfos y titubeos es rechazar la creación humana más transcendental.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993

dimarts, 17 d’abril del 2007

Tristezas de azúcar

Algo chapoteaba en las charcas de afuera, y pensé que eras tú, que hoy era ayer y que toda la música del mediodía blanco volvía a hacer vericuetos por el césped. Pensé que las abejas habían vuelto, que las moras renacían en las zarzas antiguas.
Pero no era más que un ángel viejo y alicaído, estrellado en una tarde de tormenta. Mientras gime su ancianidad y se ahoga con las plumas rotas no puedo más que odiar la lluvia, el viento, el aire gris y la tormenta que ha hecho trizas todas las esperanzas.
Decidle que aquí estoy sin palabras verdaderas.
Amor, languideces en mis brazos y te apagas, no huyas por el aire nocturno. Me quedo a solas y pienso dónde andará tu tristeza de azúcar vagando por las paredes indiferentes.
Te dibujo día y noche, me despisto y ya estoy caracoleando tus ojos de coral: amor, me paso el día inventándote de nuevo.

JOAN PAU INAREJOS, ABRIL 2004

La presó
Pujo a les escales mecàniques de la parada Universitat i faig el recorregut de cada dia. Penso que la ciutat cada cop és més útil i econòmica. Però ens priva de moltes coses: el passeig, la tombarella, la pèrdua, l'atzar, la gratuïtat, l'oració silenciosa entre els arbres. La ciutat és una presó: mai podríem fugir-ne a peu.

JOAN PAU INAREJOS, 2003 (aprox)

"El niño nace esperando el lenguaje"

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

“Ordeli demostró que cuando la madre comienza a decir algo, el niño deja de mamar”

Desde que nace, el niño está sensibilizado al lenguaje, y por ello, el habla del adulto, un sonido que no entiende, atrae su atención. Usando ampliamente las licencias poéticas me atreveré a decir que el lenguaje resuena en él como la ausente voz de su propia conciencia. Ordeli demostró que cuando la madre comienza a decir algo, el niño deja de mamar. Hay una expectativa anhelante de significado. El niño nace esperando el lenguaje. Éste sería uno de sus esquemas innatos (…).

Aparece entonces uno de los comportamientos más paradójicos del ser humano. El niño aprende su libertad obedeciendo la voz de la madre. Para decirlo con engolamiento técnico, la heteronomía es paso obligado para llegar a la autonomía. Lo que llamamos voluntad adviene al niño desde fuera. Al principio, el bebé atiende a las órdenes de la madre que suelen ser llamadas de atención. La madre enhebra su palabra en la inestable atención del niño con una habilidad de costurera experta. El niño se suelta, y ella le enlaza de nuevo.

La atención infantil es todavía precaria y resulta perturbada por cualquier otro estímulo. Por ejemplo, si al escuchar la voz el niño está realizando una acción, la inercia de lo que hace es demasiado fuerte y le impide cumplir la indicación verbal. Poco a poco aprende a ser un ejecutor más hábil de las instrucciones maternas (…). El niño aprende a hablar y a darse órdenes a sí mismo. Me gustaría decir que “interioriza la voz de la madre” y lo haría si no temiera que se buscase en esta frase un significado psicoanalítico (…).

Con una sabiduría educativa prodigiosamente sutil y eficaz, que todos deberíamos copiar a todos los niveles, poco a poco la madre va dejando al niño el control de la acción.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993

La madre moldea el primer mundo

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

“El caos bullente de la experiencia va haciéndose familiar al descubrir que la madre posee los nombres que identifican las cosas”

Mediante el lenguaje, la madre enseña al niño los planos semánticos del mundo que tiene que construir. La realidad en bruto no es habitable: es preciso darle significados, segmentarla, dividirla en estancias y construir pasillos y relaciones para ir de una a otra (…).

También él [Rilke] asiste asombrado al fascinante espectáculo del aprendizaje de las palabras. Recuerda a una madre –que tal vez olvidó que fue transmisora no sólo de vida, sino también de las palabras y sus significados- cómo “inclinaste sobre los ojos nuevos el mundo amigo, apartando el extraño”.

“¿Dónde, ay, quedaron los años cuando tú, sencilla,

con tu figura esbelta atajabas el caos bullente?”

Este “caos bullente” que es, para el niño, el mundo de la experiencia, va haciéndose familiar al adquirir un nombre y, sobre todo, al descubrir que la madre posee los nombres que identifican las cosas y las hacen manejables.

“Nunca un crujido que no explicases sonriendo,

como si hace mucho tiempo supieras ‘cuándo’ el entarimado se porta así.

Y escuchaba y se calmaba”.

Esta larga faena de contar al niño el mundo y decirle que la vaca hace “mu” y que la oscuridad no es nada y que el árbol se llama árbol y que los niños no deben tirar la comida y que mamá le quiere mucho, hace posible que el niño vaya colocando en su sitio las vacas, los mugidos, y el querer y el árbol y la comida y todo lo demás, y después de realizada la tarea de organizar la desconcertante variedad de las cosas, el niño queda tranquilo y satisfecho,

“aliviado, bajo párpados

soñolientos disolviendo la dulzura de tu leve modo

de dar forma a todo”.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993

Yo me lo digo

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

“El niño se habla en voz alta para dirigir la acción, fijar la atención, expresar sus dificultades, darse ánimos o hacerse advertencias”

Al aumentar su destreza lingüística, el niño comienza a hablarse a sí mismo y aparece ese fenómeno enigmático que es el ‘habla interior’. Comenzamos a hablarnos a nosotros mismos y no paramos. El niño comienza hablándose en voz alta, acompañando la acción con la palabra y repitiendo, desde su propia perspectiva, las indicaciones que su madre le dirige. Los comentarios que el niño se hace le sirven para dirigir la acción, fijar la atención, expresar sus dificultades, darse ánimos o hacerse advertencias. Comienza a emerger un Yo ejecutivo, autor, director, controlador, poético o como quiera llamársele, que introduce orden en sus propias ocurrencias.

Es difícil explicar este monólogo con el que el niño parece tomar conciencia de lo que hace y controlar mejor su comportamiento. Los especialistas han distinguido nueve tipos en los comentarios con los que el niño apostilla su acción, que reseño para que el lector comprenda mi extrañeza ante tal comportamiento: 1) comenta el inicio de la acción, con frases como “ya empiezo”; 2) al continuarla o al cambiar de operación cree necesario advertírselo: “ahora esto”; 3) algo semejante hace al terminar: “ya está”; 4) y también para subrayar la acción y sus incidencias: “a… sí” (marcando el ritmo en la acción), “toum” (onomatopeya de una construcción que se derrumba); 5) manifiesta sorpresa o incertidumbre, “oh”, “¿y ahora qué?”; 6) nombra los objetos o las características o los cuenta en voz alta; “éste”, “rojo”, “uno… dos… tres…”; 8) algunos comentarios sirven para animarse a sí mismo, o lamentarse, y a éstos, por último, hay que añadir otros comentarios que no parecen tener más finalidad que disfrutar hablando o canturreando (…).

“El hombre ha reconocido siempre que en su conciencia resonaban voces, pero ¿quién discute con quién?”

¿Por qué ese interés en contarse lo ya sabido? ¿Cómo ayuda el lenguaje a la acción? El hombre ha reconocido siempre que en su conciencia resonaban voces, lo que le inducía a pensar en misteriosos desdoblamientos. A veces se trataba de una voz exterior que le susurraba palabras al oído, y que llamó inspiración (…). ¿Quién discute con quién? ¿Es, acaso, todo el fenómeno un espejismo creado por el lenguaje?

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993

El niño, un genio lingüístico

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

“Es asombroso que el niño sumergido en el mundo del hablar adulto, ruidoso, confuso, imperfecto y alborotado, aprenda con tanta rapidez”

Resulta difícil imaginar cuán desvalido y pobre nace el niño. Arrancado o expulsado del oscuro y licuado seno maternal antes de tiempo, ya que todo niño, aun normal, es prematuro, es introducido en un confuso y acaso doloroso caos de sensaciones, cuando aún no posee más que una tercera parte de su capacidad cerebral (…).

Es, desde luego, asombroso que el niño sumergido en el mundo del hablar adulto, ruidoso, confuso, imperfecto y alborotado, aprenda con tanta rapidez. Emite sus primeras expresiones lingüísticas alrededor de su primer cumpleaños. Al año y medio usa unas veinte palabras, casi todas correspondientes a cosas pequeñas que el niño puede manejar fácilmente. Su diminuto diccionario nos introduce en un mundo de juguetes, comida y zapatos, y otras cosas manejables.

“‘Papá’ se refiere al progenitor presente y ‘mamá’ pide que se satisfaga una necesidad”

No debemos, empero, engañarnos: esas palabras no significan para el niño lo mismo que para el adulto: un caso curioso es el de las palabras “papá” y “mamá” que suelen causar cierta expectación en los padres, deseosos de saber a quién se dirige antes el niño. Los niños no siguen una regla fija y cualquiera de las dos palabras puede aparecer primero, pero ocurre que no sabemos lo que el niño quiere decir con ellas. Según Jakobson, para el niño la oposición papá-mamá no se basa en su aspecto físico o en su sexo, sino en otras funciones. “Papá” se refiere al progenitor que está presente y “mamá” se usa para pedir que se satisfaga una necesidad, o para solicitar la presencia del progenitor que puede satisfacer la necesidad (…).

A los tres años el léxico infantil se acerca a las 900 palabras, lo que es un salto de gigante. El significado de las palabras resulta todavía enigmático. El niño sabe, por ejemplo, que la palabra “pelota” se utiliza para designar la pelota, pero una vez que posee la palabra cae en la tentación de aplicarla a otros objetos (…). Dewey recoge la expresión “ball”, dicha por un niño de quince meses, señalando a la luna llena (…).

El niño nos ha tenido que adivinar y ahora, cuando comienza a hablar, somos nosotros los que tenemos que adivinarle a él. Sobre todo, cuando usa lo que técnicamente se llaman expresiones “holofrásticas”, frases de una sola palabra, con las que el niño cree tal vez que expresa perfectamente todo lo que piensa. Es posible que nos considere bastante torpes al comprobar que no entendemos lo que nos comunica de manera tan clara.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993


El niño, crédulo y adivino

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

El bebé es crédulo y adivino. Crédulo porque admite sin reticencias que lo que la madre dice tiene un significado, aunque todavía no lo entienda. Esta creencia, a la que podríamos llamar ‘a priori’ de la significación, ha de ser innata, porque, ¿cómo podríamos explicar la niño que lo que decimos debe aprenderlo, comprenderlo y usarlo? Necesitaríamos de un lenguaje para enseñar el lenguaje, y así llegaríamos al infinito.

“Visito una tribu sin intérprete, y uno de sus miembros me enseña; en un estado semejante de indefensión se encuentra el bebé”

Es adivino, porque hace falta serlo para entender lo que un adulto dice (…). Vamos a ponernos en el caso del niño para percatarnos de su genialidad. Visito una tribu desconocida, sin intérprete, y uno de sus miembros se encarga de enseñarme su lenguaje. Poco más o menos, en un estado semejante de indefensión se encuentra el bebé.

Mientras el indígena y yo paseamos por los alrededores del poblado, espantamos a un conejo que se escabulle veloz entre los matorrales. El buen salvaje señala al conejo y grita algo confuso que yo entiendo como “gnukà”, pongamos por caso. ¿Qué ha querido decir? ¿De qué ha hecho la definición ostensiva? Tengo que adivinar que ese ruido, que por de pronto supongo que tiene un significado, y no es un eructo, un taco o una expresión automática de sorpresa, significa cualquiera de estas cosas: conejo, lo hemos espantado, corre, ¡qué divertido!, está asustado, animal, comestible, me lo comería ahora mismo, ser vivo, color gris, piel buena para hacerse un sombrero, regalo de los dioses, pequeño dios de las llanuras secas, o simplemente, ¡mira!

Supongo que significa “conejo”, de manera que cuando al volver al poblado veo que están preparando un conejo para guisarlo, digo muy ufano “gnukà”. Mi profesor se ríe a carcajadas y niega con la cabeza. ¿Qué quiere decir con ese gesto? Se me ocurren varias posibilidades: he pronunciado mal la palabra, y eso le divierte, he pronunciado bien la palabra y eso le sorprende, “gnukà” no significa conejo, o, tal vez significa conejo vivo, pero no conejo muerto. Tal vez todos los animales reciben otro nombre mientras están siendo guisados.

“Esta endiablada operación de adivinar, hacer hipótesis, comprobarlas, corregirlas, es la que el niño realiza con increíble soltura”

Pues bien, esta endiablada operación de adivinar, hacer hipótesis, comprobarlas, corregirlas, es la que el niño realiza con increíble soltura a partir de su primer año de vida. Hay muchas razones para que los adultos sintamos complejo de inferioridad.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

“Al principio la pregunta ¿qué es esto? queda contestada con el nombre de la cosa; más adelante habrá que dar más explicaciones, porque el niño espera más”

Al hombre le sucede lo mismo que al niño, que cada vez es más exigente a la hora de aceptar una respuesta. Repite una y otra vez las mismas preguntas -¿qué es esto?, ¿por qué es como es?, ¿qué hace?, ¿por qué hace lo que hace?-, pero no siempre le valen las mismas respuestas. Según Brandenburg y Boyd, los niños, entre los cuatro y los ocho años, formulan un promedio de treinta y tres preguntas por hora, con lo que la inteligencia familiar queda debidamente estimulada y torturada.

Lo que resulta más interesante es que una misma pregunta no significa lo mismo en los diversos momentos de su vida. Hay una etapa en que la pregunta ¿qué es esto? queda contestada con el nombre de la cosa. Más adelante habrá que dar más explicaciones, porque el niño espera más, necesita más, y cuando el niño sea un científico, volverá a hacer las mismas preguntas y sólo habrá cambiado el hueco que ha de ser llenado por la respuesta, que se habrá hecho cada vez más grande.

“La interrogación es la fundamental forma ‘a priori’ de la inteligencia, que nos permite ordenar el caos de las sensaciones”

En llamar la atención sobre el preguntar y su eficacia, el fantástico don Nepomuceno de Cárdenas fue un adelantado. Ésta es una de las razones de mi interés por él. Escribió un ‘Tratado general de las preguntas’, en cuyo proemio sostiene con gran énfasis que la más alta actividad de la inteligencia es preguntar:

“Cuando mi maestro, el ilustre Inmanuel Kant, escribió en el prólogo de su primera ‘Crítica’ que los experimentos son preguntas que el científico dirige a la Naturaleza, aun acertando en lo principal, redujo la importancia del asunto, pues no es el juicio la actividad fundamental del entendimiento, sino la interrogación. Ésta es la fundamental forma ‘a priori’ de la humana inteligencia, que nos permite ordenar el caos de las sensaciones, porque la Naturaleza, que es recóndita y esquiva pero atenta, se muestra respondiendo no sólo a nuestros experimentos sino además a todas nuestras preguntas” (…).

Otro de los atractivos que para mí tiene este increíble personaje, que leía a Leibniz, Rousseau y Kant en la manigua, mientras escuchaba las músicas de Mozart, tocadas por una orquesta de criados negros, agobiados bajo los ropones de etiqueta y las pelucas empolvadas, es que escribió este tratado pensando en los esclavos de su propiedad, a los que pretendía educar de sopetón, como a la estatua, y con los que intentó reproducir las más animadas situaciones de los diálogos platónicos.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993