dissabte, 25 d’agost del 2007

El rayo que no cesa

Me tiraste un limón


Me tiraste un limón, y tan amargo,

con una mano cálida, y tan pura,

que no menoscabó su arquitectura

y probé su amargura sin embargo.


Con el golpe amarillo, de un letargo

dulce pasó a una ansiosa calentura

mi sangre, que sintió la mordedura

de una punta de seno duro y largo.


Pero al mirarte y ver la sonrisa

que te produjo el limonado hecho,

a mi voraz malicia tan ajena


se me durmió la sangre en la camisa

y se volvió el poroso y áureo pecho

una picuda y deslumbrante pena.


Por tu pie, la blancura

Por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.

Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.

A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.

Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.


Por una senda van los hortelanos

Por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.

Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.

Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.

Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.


Canción del esposo soldado

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


Miguel Hernández, 'El rayo que no cesa' (1936) / 'Viento del pueblo' (1937)


dilluns, 13 d’agost del 2007

dilluns, 16 de juliol del 2007

La increíble Hulk









FERNANDO DE FELIPE

"La Patiño es como el increíble Hulk, sólo que es a ella a quien se le hincha la vena cuando pone verde a los demás"

La guerra, solía decir Clemenceau, es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos de los generales. Del mismo modo, y visto la que se montó el viernes en ‘¿Dónde estás corazón?’, bien podría afirmarse que una vieja (con perdón) leona como Bárbara Rey es una presa demasiado experimentada en la lucha en el barro y los ajustes de cuentas como para dejarla en manos de esa aprendiza de gata panza arriba que es María Patiño. Y es que su numerito del otro día en la pista central de Antena 3 fue indignante, por mucho que ella revistiera su ‘espantá’ de (in)digna(da) retirada. Que perdió los papeles couché, vamos.

La Patiño es de esa clase de ‘periolistillas’ del corazón que se creen obligadas a estar siempre en el ojo del huracán para, abanico documental en ristre, intentar que el vendaval tombolero no amaine nunca. Experta como Pepe Pótamo (y su amiga Gema López) en los giros hipohuracanados, la Patiño parece estar convencida de que, de haberse dedicado al periodismo “serio” (como ella misma lo llama, no sin cierto ‘rintintín’), ella solita sería capaz de resolver el asesinato de Kennedy, de capturar a Bin Laden, de descubrir la latitud de esa isla en la que comparten hamaca y urbanizable leyenda Elvis, Hendrix y Jim Morrison, de convencer a la reina de Inglaterra para que pose en albornoz para la Leibovitz e incluso de hacer que el túnel del AVE pase por Ambiciones. Menuda es ella.

Lo malo es que a esta chica algún día le va a dar un patatús en pleno arrebato deontológico. Porque la Patiño es como el increíble Hulk, sólo que es a ella a quien se le hincha la vena cuando pone verde a los demás…, y la que enrojece de rabia cuando son los otros los que la ponen verde a ella.

FERNANDO DE FELIPE, EN ‘LA VANGUARDIA’, 16/7/2007

Melancolía centrífuga

MARC FUMAROLI

“Hemos perdido todo sentido del centro, pérdida que nos mantiene dispersos, sin voluntad, incapaces de gozar"

En Europa formamos a gente centrifugada, dispersa, orientada al masivo consumo de esto, aquello y lo otro... ¡Eso no es educar!

¿Qué es educar, señor Fumaroli?

Contener nuestras tendencias centrífugas naturales. Es decir, cultivar la memoria y la concentración. ¡Esto se ha abandonado!

¿Con qué consecuencias, a su entender?

Al no concentrarnos, nos descentramos: hemos perdido todo sentido del centro, pérdida que nos mantiene dispersos, sin voluntad, incapaces de gozar..., ¡una pérdida que nos aboca a la melancolía! Éste es nuestro diagnóstico colectivo: crisis melancólica, a la que entusiásticamente llamamos cultura.

¿Hoy nos sentimos melancólicos en ausencia del goce de la auténtica cultura?
Pero habrá una reacción.


¿Qué reacción?

Algunas escuelas enseñarán a algunos ciertas materias altamente selectas: se hablará de Homero, de tragedias griegas, del Mahabbarata,de sánscrito... Quizá esté sucediendo ya de un modo secreto, quizá esté ya operando una academia invisible...

¿Sí? ¿Un Fahrenheit 451 del espíritu?

Je, je. Hay artistas, profesores, críticos... al margen de la burocracia oficial. Hay familias que están ya apartando a sus hijos de la televisión, de la circulación general de imágenes. Hacen como Rousseau con su Emilio...¡Habrá un elitismo feroz como lógica reacción a esta feroz masificación!

Interesante diagnóstico...

Y sólo de ahí, de esos poetas, de esos estudiosos, de esos artistas podrá brotar lo que yo llamo Europa del espíritu, ¡la única Europa valiosa de verdad! Y una cosa es segura...

¿Qué, Fumaroli?

Esta Europa del espíritu... no va a salir de Bruselas, seguro que no, no, no.

MARC FUMAROLI, ensayista francés (‘El estado cultural’), entrevistado por VÍCTOR AMELA en ‘La Vanguardia’, 16/07/2007



dimarts, 10 de juliol del 2007

Scarlett en Barcelona



Scarlett Johansson durante el rodaje de la película de Woody Allen en Barcelona, 10/07/2007. Fotos: EFE

divendres, 29 de juny del 2007

El cinematógrafo construye el mundo


WALTER LIPPMANN

"Los florentinos que deseaban visualizar un santo acudían a su parroquia; hoy, el cine hace cobrar vida ideas borrosas como el Ku Klux Klan"

Los sujetos que aspiran a censurar el arte tienen a su favor que, por lo menos, no subestiman este tipo de influencias. Por lo general tienden a malinterpretarlas, y en el colmo del absurdo casi siempre se concentran en evitar que alguien logre descubrir lo que no cuenta con su bendición. Sin embargo, al igual que Platón cuando explicó su teoría acerca de los poetas, todos ellos presienten vagamente que los prototipos procedentes de la ficción tienden a imponerse en la realidad. Por tanto, cabe suponer que el cine esté construyendo una imaginería que las palabras que leemos en los periódicos son capaces de evocar.

A lo largo de nuestra historia nunca hemos tenido a nuestra disposición un apoyo visual comparable al cine. Cuando los florentinos deseaban visualizar algún santo, acudían a contemplar los frescos de su parroquia, donde podían empaparse de la visión vigente en su época, estandarizada por Giotto. Asimismo, los atenienses acudían a los templos para visualizar a los dioses. Sin embargo, el número de objetos representados era limitado, aunque no tanto como en Oriente, donde el espíritu del segundo mandamiento estaba tan extendido que las representaciones de cosas concretas escaseaban aún más. Quizá ésta sea la causa de que la facultad de tomar decisiones prácticas resultase asimismo escasa.

En el mundo occidental, por el contrario, se ha experimentado durante los últimos siglos un incremento sustancial del número y la gama de las representaciones laicas, las descripciones gráficas, la narrativa, la narrativa ilustrada y, por último, el cine mudo y, tal vez, el cine sonoro.

El cine goza en la actualidad de la autoridad en materia de imaginación de la que en el pasado gozaron la narración oral y la letra impresa, sucesivamente. Las películas parecen absolutamente reales. Imaginamos que llegan a nuestras manos directamente, sin que medie la intervención humana, y no cabe duda de que constituyen el alimento mental que menos esfuerzo requiere por nuestra parte. Las descripciones orales, e incluso las fotografías, nos exigen un cierto grado de esfuerzo mnemotécnico antes de instalarse definitivamente en nuestra mente. Sin embargo, delante de la pantalla todo el proceso de observación, descripción, narración y a continuación, imaginación se lleva cabo por y para nosotros.

Sin mayor dificultad que la necesaria para permanecer despiertos, la pantalla recita de un tirón los resultados más codiciados por nuestra imaginación. Gracias a ella cobran vida ideas hasta entonces borrosas y nociones vagas, como la del Ku Klux Klan, que ha cobrado forma gracias a 'The Birth of a Nation' de Griffith. Puede que dicha forma sea incorrecta desde el punto de vista histórico y perniciosa desde el moral, pero es una forma, y dudo que alguien que haya visto la película y sepa menos de lo que sabe Griffith acerca del Ku Klux Klan sea capaz de escuchar esas tres palabras, de nuevo, sin visualizar a esos jinetes blancos.



WALTER LIPPMANN, 'LA OPINIÓN PÚBLICA' (1922)