dimecres, 7 de desembre del 2005

Crazy Frog














La historia de la rana loca, la reina del politono para teléfonos móviles, arranca en 1997 y va camino de convertirse en el paradigma del advenimiento de 'lo inconsistente' como nueva corriente cultural.
El fenómeno Crazy Frog es algo más que un simple éxito de la cultura del politono para móviles. De hecho, a la velocidad con la que se están propagando los antimelódicos brum-brum y ding-ding que caracterizan al personaje, va camino de convertirse en piedra angular - desde el punto de vista comercial, al menos, aunque me atrevería a afirmar que también desde el estético y, por qué no, desde el moral- de una corriente de influencia en la cultura pop que tiene como base casi exclusiva la chorrada.
La historia de Crazy Frog es todo un paradigma del advenimiento de Lo Inconsistente como nueva corriente cultural, porque ya en su mismo origen se dan cita todo tipo de modos de comunicación basados en la ausencia total de intención, objetivo o dobles lecturas: onomatopeyas vocales, apropiación sin excusa reivindicativa de creaciones ajenas, animaciones rebosantes de humor chusco, la necedad consciente como vehículo hacia ninguna parte.
El fenómeno comienza en 1997 con Daniel Malmedahl, un joven sueco de 17 años que se dedica a colgar en Internet diversas imitaciones que hace, sin más ayuda que su voz, de diversos modelos de motores de combustión interna. La Red le convierte en poco menos que una celebridad local, protagonizando sencillos montajes animados de vehículos de Formula 1 moviéndose al ritmo del cargante sonido de falso motor que, a esas alturas, ya se había convertido en anónimo Patrimonio de la Humanidad.
La prueba está en que en el año 2003, el animador - también sueco- Erik Wernquist creó un repulsivo personaje en 3D, al que llamó The Annoying Thing (La Cosa Molesta), y acompañó su animación de los sonidos de Malmedahl, acreditando su autoría a Anónimo.El protagonista de esta pieza es una especie de anfibio vestido únicamente con un casco de motorista y una chaqueta de cuero. Sus ridículos genitales, que sin embargo no ayudan en absoluto a determinar su sexo, se muestran desafiantes. La Cosa mueve las manos acompañando a la onomatopeya motora, como si condujera una moto: súbitamente, el vehículo imaginario arranca, y la Cosa se aleja a toda velocidad, balanceándose al ritmo de los demenciales sonidos producidos por Malmedahl.
A partir de ahí, la historia se acelera: una empresa alemana que licencia tonos para móviles, Jamba!, compra los derechos de la animación, y comienza a distribuirla por Europa. Le cambia el nombre a Crazy Frog al considerarlo más asequible (con el consiguiente disgusto de Wernquist), y gana, gracias al éxito del producto, unos catorce millones de libras. A partir de ahí, la cultura dance más arrastrada y atenta a la chuminada como excusa para justificar recopilatorios se fija en el anfibio y éste cede su imagen a una gran cantidad de remezclas, versiones y temas originales. Sin duda la más exitosa de estas reformulaciones, y la que ha lanzado al estrellato a La Cosa Molesta (a estas alturas, un apelativo que es mucho más que un eufemismo) es la actualización de Axel F (tema principal de la película Superdetective en Hollywood).
El propio Wernquist realizó un videoclip para esta canción, consiguiendo así que el bicho retroalimentara su propia leyenda de bolsillo. La cuestión es que hasta se desató una considerable polémica en el Reino Unido por el simpático exhibicionismo de Crazy Frog, que siguió caldeándose cuando las asociaciones de telespectadores protestaron por la omnipresencia del anuncio en televisión del tono para móvil, auténtica base para el éxito multitudinario del animal: se calcula que en mayo de 2005, el anuncio se emitió 2.378 veces al día entre todas las emisoras británicas. Demasiado hasta para un dibujo animado. Chris Martin, cantante de Coldplay, afirmó que odiaba a la rana, y que "he llegado a un punto en el que me gustaría arrancarle las piernas a esa cosita y zampármelas en un restaurante".
Quizá el hecho de ser expulsado del número uno de las listas de ventas en su país en mayo de 2005 tuvo mucho que ver con la forja de esta opinión, pero demuestra que, hasta para sembrar polémica, el invento se mueve por unos márgenes que saltan generosa e imprevistamente de lo cargante a lo sublimemente tontorrón. Quizás el germen de la cultura popular del futuro haya que buscarlo en politonos y chistes para oficinistas. Pero en cualquier caso, lo que parece indudable es que la respuesta a esta cuestión vamos a tener que averiguarla solicitándola previamente por SMS.
Pedro BERRUEZO, 'Cultura/s', 'La Vanguardia', 19/10/05

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