divendres, 29 de juny del 2007

El cinematógrafo construye el mundo


WALTER LIPPMANN

"Los florentinos que deseaban visualizar un santo acudían a su parroquia; hoy, el cine hace cobrar vida ideas borrosas como el Ku Klux Klan"

Los sujetos que aspiran a censurar el arte tienen a su favor que, por lo menos, no subestiman este tipo de influencias. Por lo general tienden a malinterpretarlas, y en el colmo del absurdo casi siempre se concentran en evitar que alguien logre descubrir lo que no cuenta con su bendición. Sin embargo, al igual que Platón cuando explicó su teoría acerca de los poetas, todos ellos presienten vagamente que los prototipos procedentes de la ficción tienden a imponerse en la realidad. Por tanto, cabe suponer que el cine esté construyendo una imaginería que las palabras que leemos en los periódicos son capaces de evocar.

A lo largo de nuestra historia nunca hemos tenido a nuestra disposición un apoyo visual comparable al cine. Cuando los florentinos deseaban visualizar algún santo, acudían a contemplar los frescos de su parroquia, donde podían empaparse de la visión vigente en su época, estandarizada por Giotto. Asimismo, los atenienses acudían a los templos para visualizar a los dioses. Sin embargo, el número de objetos representados era limitado, aunque no tanto como en Oriente, donde el espíritu del segundo mandamiento estaba tan extendido que las representaciones de cosas concretas escaseaban aún más. Quizá ésta sea la causa de que la facultad de tomar decisiones prácticas resultase asimismo escasa.

En el mundo occidental, por el contrario, se ha experimentado durante los últimos siglos un incremento sustancial del número y la gama de las representaciones laicas, las descripciones gráficas, la narrativa, la narrativa ilustrada y, por último, el cine mudo y, tal vez, el cine sonoro.

El cine goza en la actualidad de la autoridad en materia de imaginación de la que en el pasado gozaron la narración oral y la letra impresa, sucesivamente. Las películas parecen absolutamente reales. Imaginamos que llegan a nuestras manos directamente, sin que medie la intervención humana, y no cabe duda de que constituyen el alimento mental que menos esfuerzo requiere por nuestra parte. Las descripciones orales, e incluso las fotografías, nos exigen un cierto grado de esfuerzo mnemotécnico antes de instalarse definitivamente en nuestra mente. Sin embargo, delante de la pantalla todo el proceso de observación, descripción, narración y a continuación, imaginación se lleva cabo por y para nosotros.

Sin mayor dificultad que la necesaria para permanecer despiertos, la pantalla recita de un tirón los resultados más codiciados por nuestra imaginación. Gracias a ella cobran vida ideas hasta entonces borrosas y nociones vagas, como la del Ku Klux Klan, que ha cobrado forma gracias a 'The Birth of a Nation' de Griffith. Puede que dicha forma sea incorrecta desde el punto de vista histórico y perniciosa desde el moral, pero es una forma, y dudo que alguien que haya visto la película y sepa menos de lo que sabe Griffith acerca del Ku Klux Klan sea capaz de escuchar esas tres palabras, de nuevo, sin visualizar a esos jinetes blancos.



WALTER LIPPMANN, 'LA OPINIÓN PÚBLICA' (1922)

dimecres, 27 de juny del 2007

Diferencias por todas partes

WALTER LIPPMANN

"Los anarquistas sofisticados perciben todo un universo de disensiones entre Bakunin y Kroptkin”

La lucidez mental consiste en la capacidad de disociar analogías superficiales, reparar en las diferencias y percibir la variedad. Es una facultad relativa. Podemos apreciar notables diferencias entre la lucidez, de por ejemplo, un bebé recién nacido y un botánico en el momento de examinar una flor. Los recién nacidos apenas aprecian una ligera diferencia entre sus propios dedos, el reloj de su padre, la lámpara que hay sobre la mesa, la luna en el cielo y una edición de color amarillo brillante de Guy de Maupassant.

Cabe señalar que muchos miembros del ‘Union League Club’ no aprecian diferencias notables entre demócratas, socialistas, anarquistas y ladrones, mientras que los anarquistas más sofisticados perciben todo un universo de disensiones entre Bakunin, Tolstoi y Kroptkin. Estos ejemplos demuestran hasta qué punto puede resultar difícil definir con exactitud la opinión pública de los recién nacidos acerca de Maupassant, o del ‘Union League Club’ acerca de los demócratas.

Los individuos que se limitan a montar en los automóviles de terceros quizá no puedan distinguir más allá de un Ford, un taxi y un automóvil. Sin embargo, si esos mismos sujetos se comprasen y condujesen su propio vehículo, es decir, si proyectaran su líbido hacia los automóviles, como dicen los psicoanalistas, serían capaces de describir las diferencias existentes entre diversos carburadores con sólo mirar la parte trasera de un coche aparcado a una calle de distancia.

A esto se debe que a menudo nos sintamos aliviados cuando la conversación se deriva de “temas generales” a nuestras aficiones personales: es como pasar del paisaje que vemos pintado en el salón al campo de labranza que hay fuera de casa; o como regresar al mundo tridimensional después de habernos introducido en el retrato de la respuesta emotiva dada por un pintor ante lo que, en virtud de su propia memoria distraída, imagina que ha visto.

WALTER LIPPMANN, 'LA OPINIÓN PÚBLICA' (1922)

dimarts, 26 de juny del 2007

La conversión de Tony Blair

JOSEP MARIA RUIZ SIMON

Tolkien y Lewis inventaban mundos ficticios en los que se representaba la lucha entre el bien y el mal; tras el 11-S, Blair ha recuperado esta clara visión anglocatólica de la geografía

Las sacristías andan revueltas con el anuncio de que Blair, apostatando del anglicanismo, profesará la fe católica, apostólica y romana y sueña con un diaconato. Y no es improbable que, entre casullas, reliquiarios y copones, algún sacerdote instruido se acuerde de lo que, tal vez cuando era estudiante de la Universidad de Navarra, leyó en una obra de Carl Schmitt: "La mayor parte de las veces se escucha el reproche, repetido en todo el parlamentario y democrático siglo XIX, de que la política católica no consiste sino en un oportunismo sin límites". No es por casualidad que, a inicios del siglo XXI, este mismo reproche ha sido dirigido también con frecuencia hacia la llamada tercera vía.

Si, como sostenía con admiración tal vez irónica el propio Schmitt, lo característico del catolicismo como forma política es su asombrosa elasticidad, su increíble capacidad de adaptación, su ambigüedad infinita y su increíble propensión a superar los dualismos como si no existiera el principio de contradicción, el hasta ahora anglicano Blair ha sido el gran político católico de nuestra era. Cabe señalar no sin sorpresa que esta peculiar grandeza ya la previeron con claridad los profesores de Esade que, ya a fines de los años noventa, fueron de los primeros en tomarse en serio sus propuestas.


Se podría escribir una historia de Inglaterra desde Enrique VIII hasta nuestros días atendiendo exclusivamente a la manera como esta nación se ha ido reflejando en los conversos católicos que ha producido (...). Tendría que dedicar no poco espacio al peculiar mundo literario de los conversos ingleses al catolicismo, con R. H. Benson, hijo de un primado de Inglaterra, entre los pioneros, y con Hillarie Belloc, Tolkien, C. S. Lewis, Chesterton y Graham Greene, entre los más destacados. Hubo un tiempo, el de Tolkien y Lewis, en el que este tipo de héroes religiosos inventaban mundos ficticios, como la Tierra Media o Narnia, donde todo parecía posible y en los que se representaba épicamente la eterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal. Con sus apuestas para el nuevo orden internacional surgido del 11-S, Blair ha recuperado esta clara visión anglocatólica de la geografía ideológica, que se había visto oscurecida por la turbia narrativa de Graham Greene, en la que uno acababa no sabiendo, con consecuencias nefastas, quiénes eran los malos (...).

Señalando hacia el catolicismo, Blair bendice el fin de una época. Viene a indicar que la soberanía nacional ya no sirve ni como mito. Queda por ver si su pasión romana es una declaración metafórica de amor por los "poderes indirectos" en general o tiene algo que ver con una iluminación especial sobre la verdad del dogma de la Inmaculada Concepción o sobre las bondades de la infalibilidad pontificia.

JOSEP MARIA RUIZ SIMON, PROFESOR DE FILOSOFÍA DE LA UNIVERSITAT DE GIRONA, EN 'LA VANGUARDIA', 26/06/07 / fotos: FOTOGRAMAS DE 'EL SEÑOR DE LOS ANILLOS' Y 'LAS CRÓNICAS DE NARNIA'

dilluns, 25 de juny del 2007

Reunión secreta


Capitel románico en el monasterio de Sant Pere de Rodes (Alt Empordà, Girona), junio 2007

dissabte, 16 de juny del 2007


VIKTOR FRANKL, RENÉ GIRARD, GILLES LIPOVETSKY, HAROLD BLOOM, NAOMI KLEIN, JOSÉ ANTONIO MARINA, MAX WEBER, JOSÉ L. L. ARANGUREN, ALBERT CAMUS, VLADIMIR NABOKOV, KARL JUNG...

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dimarts, 12 de juny del 2007

Una tarde en la Monumental

JOAN PAU INAREJOS

Quejas, gruñidos, refunfuños: “¡joder, vaya toro más feo! ¡parece una oveja!”

La tarde del 10 de junio de 2007, Serafín Marín fue volteado por un toro. Le sangró el brazo. Un susto. “Estaba arriesgando demasiado”, comentaban los asiduos de la Monumental de Barcelona. “Escalofriante voltereta”, narra Ángel González Abad en ‘ABC’. “Unas manoletinas suicidas” –sugiere Paco March en ‘La Vanguardia’- precipitaron la cogida, pero el accidente no evitó al diestro de Montcada i Reixach (1983) acabar la tarde cortando dos orejas, doble trofeo ensangrentado que, para los profanos en el rito, viene a ser, digamos, un notable.

Y es que, a juzgar por el ambiente de la plaza y por los comentarios expertos del día después, las hechuras de Marín con el cuarto toro fueron el único tramo brillante –y a ratos angustiante- de una tarde artística y meteorológicamente gris. “Gran faena de Serafín Marín”, titula Pau Nadal en ‘El País’. Gracias a él “la tarde no resultó un espectáculo infumable”, sentencia González. Lidió con “mimo y temple” (Nadal). March recuerda –¡y con qué jerga tan ininteligible para los que nos asomamos por primera vez!- que “el recibo capotero, la suerte cargada, brazos y cintura toreando a compás ya presagiaron algo bueno”. El capote revoloteaba, Marín se arrimaba temerariamente, el público vibraba con un rosario de olés y la banda ponía el oportuno y eufórico barniz musical.

El catalán, “esperanza blanca en tiempos convulsos” (March) fue ovacionado y “sacado a hombros”, y fue el único que se llevó aplausos durante las dos horas largas de espectáculo. Ante las otras actuaciones, González cuenta que “el público, santo, hasta se enfadó”: y atestiguo que es verdad. Un señor de bigote blanco gritaba con insistencia desde su localidad: “¡Nosotros pagamos, tú cobras!”. Un hombre de mediana edad, más discreto, murmuraba quejosamente sobre la calidad del ganado: “Joder, vaya toro más feo. Vaya toro más feo, hostia. ¡Parece una oveja!”. “Esto no se puede hacer en una plaza de primera categoría”. “¡Que se escapa el conejo!”, escupía otro sarcástico.

¡Qué exigencia estética, la de los taurófilos! Quién se lo diría a tantos que imaginan las corridas como morbosos festines de sangre. Este público implacable incluso reclama profesionalidad a los desconcertados animales. Se oyeron abucheos cuando un pobre morlaco quedó encallado en la arena por la cornamenta. Murmullos de decepción cuando un toro -¿quizá demasiado gordo? ¿viejo? ¿culpa del ganadero?- embestía en falso y derrapaba. Quejas, rezongos, gruñidos, refunfuños. “Los chicos no tienen la culpa, están motivados, pero es que con este género no se puede hacer nada…”.

“Faltó el respeto de los organizadores, y hasta el de la autoridad que permitió que aquel destartalado conjunto de toros”, truena González desde ‘ABC’. “El lote fue de lo más esaborío que imaginarse pueda” clama March. El crítico ejercitado habla de “novillejos mal alimentados” e incluso –ojo, que esto es serio- de “antitoros”. “Un desesperante abuso” (González). Escándalo Monumental.

Al final, los lamentos pararon en seco y resonó una orden siniestra: “¡Mátalo! ¡Mátalo ya!”. Grito seco que parecía decir: “no nos gusta la tortura agónica; no hay que empecinarse con una bestia tosca que no da más de sí; si no lo haces bien, si no brillas, si no toreas como es debido, novato, remata la faena y vete”. Si a algo se parece una corrida es a un tribunal aristocrático, no a un linchamiento público. No les altera un toro respondón, sino una banderilla mal clavada. Hay que matar bien: he aquí la oscura ética que palpita dentro de los muros de la plaza.

JOAN PAU INAREJOS, junio 2007
foto: Serafín Marín en la Monumental de Barcelona

MANUEL DELGADO:

“En lugares como Barcelona la corrida de toros se incorpora a una cultura popular urbana naciente, celosa de sus señas de identidad propias, políticamente radicalizada”

CONTES SOBRE TOROS:

El torero dessagnat
Les disfresses del toro

DIBUJOS SOBRE TOROS

El Pop Art o los mascadores de chicle

JOAN PAU INAREJOS

El homenaje a las fresas, a la espuma, a las piscinas, a las rubias ordinarias: toda esa refrescante impertinencia hubiera sido imposible en la vieja Europa

Confieso mi debilidad por el Pop Art. El humor desinhibido, el mundo de colores ácidos y reticulas de cómic, la parodia gamberra, el dominio formidable de las técnicas cartelistas y publicitarias, el temperamento urbanita, inestable, multirreferencial, adicto a la cultura de masas, esas cerillas gigantescas de Claes Oldenburg imponiéndose a los peatones de la Vall d'Hebron de Barcelona, y sobre todo el homenaje a las fresas, a la espuma, a las bañeras y las piscinas, a las rubias ordinarias, a las palmeras de California: toda esa refrescante impertinencia hubiera sido imposible en la vieja Europa –¡perdón por citar aquí a Donald Rumsfeld!-, que desde el Romanticismo hasta Antoni Tàpies se toma a sí misma demasiado en serio.

Se dirá que muchos de los grandes artistas del Pop Art son de origen europeo: es cierto, pero el sentido del humor de estos creadores, sus frívolos propósitos y su escandalosa iconografía pertenecen si duda al mundo anglosajón y muy entrañablemente a la jovenzuela nación estadounidense.

Baste comparar a la mujer de la pintura europea –misteriosa, inocente o perversa, hechicera o huidiza- con las ligeras ‘pin-ups’ de Tom Wesselmann o Mel Ramos. Que no se ofendan las feministas, pero la ristra de rubias platino del Pop Art deja a las intrigantes pelirrojas románticas, expresionistas o fauves como risibles antiguallas decimonónicas.

Lo sé, lo sé: son mujeres objeto. O mejor: parodias de mujeres objeto. Ahí reside el humor de los ‘poperos’: no se toman en serio a la modelo. No la adoran ni le encienden velas. Los desvergonzados americanos no creen en las musas ni veneran al Eterno Femenino. Qué escándalo.

Realmente obscenas son las mesas-mujer que diseña Allen Jones para que dejen sus copas los jóvenes dementes de ‘La naranja mecánica’ de Stanley Kubrick. Esos maniquíes blancos a cuatro patas sustentando whiskys y gin-tonics como un Atlas femenino y curvilíneo… ¡imaginad tamaño ultraje en un catálogo de Ikea! O esas azafatas despelotadas de Mel Ramos, montadas sobre puros y plátanos hipertrofiados, rodeando coches y animales de circo como reclamos de un impresentable festín publicitario. La pobre Venus de Botticelli transvestida por Alain Jacquet en un surtidor de gasolina ya es, directamente, para rasgarse las vestiduras.

Ved esas labiudas bañistas de Tom Wesselmann, fumando y degustando cerezas sin más atributos que dos pezones color carmesí. Ni un matiz, ni una expresión, ni un eco de personalidad. Puras muñecas hinchables. Contemplad esos primeros planos descarados de Roy Lichtenstein, donde la viñeta de una joven azorada y cursi de ojos azules se convierte en icono monumental. La quinceañera ilusa deviene reina por un día. El fantasma de Marilyn nos mira melancólico a través de serigrafías interminables…

En vez de romper con la figuración y lanzarse a la noble y ascética aventura abstracta, la generación Pop, vaya por dónde, abre todos los cajones de la figuración y deja la habitación hecha unos zorros. Hace lisa y llanamente lo que le da la gana. David Hockney convierte los brumosos estanques impresionistas en piscinas cuadriculadas. Como una apisonadora, Alan d’Arcangelo se carga el bosque de los románticos alemanes y pone en su lugar un circuito de carreteras y señales de tráfico. El ‘paparazzi’ Alain Jacquet reduce el Desayuno de Manet a una foto robada en papel revista. Las casas portátiles y los muebles bar de Wesselmann y Lichtenstein ponen patas arriba los mojigatos interiores holandeses…

Reivindicado el plástico, el alquitrán y el agua con cloro, los artistas del Pop Art se solidarizan con el hombre de la calle, conductor, turista y fumador empedernido, que íntimamente prefiere ver los semáforos antes que el lucero de la mañana. ¡Alienados!, exclamará el lúcido marxista.

“El arte de los mascadores de chicle está invadiendo las galerías de arte”, se lamenta el crítico Max Kozloff. ¡Flop! Los chiquillos angloamericanos hacen otra burbuja de chicle y esta vez estalla ante las narices de la hermandad abstracta y suprematista. Ahí está Roy Lichtenstein imitando socarronamente la libre pincelada de Jackson Pollock. El ‘action painting’, estela radical de los rebeldes europeos, refugio de los ardientes espíritus románticos, se plastifica y se encuaderna: helo aquí, convertido en un anagrama prefabricado de imprenta. Y el mayor sacrilegio: las cuadrículas sagradas de Pietr Mondrian pasan a decorar los espacios habitables de Wesselmann. El manifiesto vanguardista luce junto al friorífico, las rebanadas de pan de molde y otros enseres de consumo.

Escribo desde un museo de arte contemporáneo cualquiera. Aquí ya nada escandaliza. Pasando entre cristales, blancos y transparencias, atravesando efímeras instalaciones y finalmente perdido en el laberinto de luces azules de una exposición de videoarte, echo de menos las burbujas de chicle. ¡Flop! Y una risa gamberra entre dientes…

JOAN PAU INAREJOS, junio 2007


BIBLIOGRAFÍA
TILMAN OSTERWOLD: 'POP ART' (1990), ED. TASCHEN
KLAUS HONNEF, UTA GROSENICK, ED.: 'POP ART' (2004) ED. TASCHEN

IMÁGENES

DE ARRIBA ABAJO: 1) 'STUDY FOR BEDROOM PAINTING #2' (TOM WESSELMANN, 1967); 2) 'WOMAN IN BATH' ROY LICHTENSTEIN, 1963); 3) 'THE BIGGER SPLASH' (DAVID HOCKNEY, 1967); 4) 'STILL LIFE #20' (TOM WESSELMANN, 1962)

El mundo del simbolismo

JOAN PAU INAREJOS

Como Hipnos, el simbolismo se duerme entre las amapolas tardías del Romanticismo y despierta en el inquietante estío surrealista.

En los libros de historia del arte el simbolismo raras veces aparece como un movimiento homogéneo y bien delimitado. No lo fue. Como Hipnos, el dios primitivo de los griegos, el simbolismo se duerme entre las amapolas tardías de la primavera romántica y despierta en el inquietante estío surrealista. Este limbo artístico dura unos treinta años (1880-1910).

Entre otras cosas, el simbolismo carece de trazas estilísticas definidas. No se caracteriza tanto por unos mimbres visuales –que pueden oscilar del academicismo más rancio a las planimetrías del Art Nouveau- cuanto por una iconografía recurrente y por un éstado de animo común: decadencia, letargo, somnolencia, propensión al delirio y a la morbosidad.

ICONOGRAFÍA

En el panteón iconográfico simbolista no nos costará identificar las imágenes dominantes, que se repiten obsesivamente desde Londres hasta Viena pasando por Bruselas y París, bajo dos grandes bóvedas: la mitología grecorromana y el medievalismo gótico.











'JÚPITER Y SÉMELE' DE MOREAU Y 'DÁNAE' DE KLIMT

La primera constante iconográfica es, sin duda, la mujer erótica, preferentemente pelirroja –o peligrosa, bienvenido juego de palabras. Esta fémina puede ser estática y vulnerable: ahí están las amantes de Zeus, como Sémele, abrasada tras la irrupción de un Júpiter índico y gigantesco (‘Júpiter y Sémele’, Gustave Moreau, 1894-96), o Dánae, brutalmente carnal y moderna, extasiándose con la lluvia dorada y sonrojando al espectador con un prodigio de muslamen (‘Dánae’, Gustav Klimt, 1907-08).

'OFELIA' DE MILLAIS

En esta procesión de mujeres pasivas también desfilan las innumerables pelirrojas del Prerrafaelismo, peculiar movimiento inglés que convoca el gótico tardío y el Quattrocento como antídoto a la frialidad neoclásica e industrial. Aquí cabe destacar la ‘Ofelia’ John Everett Millais (1852). La princesa skaespeariana ahogándose en un estanque florido también cautivó a otros pintores simbolistas como Odilon Redon (‘Ofelia’, 1900-1905).

ARRIBA, ESFINGE DE KHNOPFF / ABAJO A LA IZQUIERDA, ESFINGE DE MOREAU

Sin embargo, donde más se recrea el simbolismo es en la mujer fatal peligrosa, venenosa o devoradora. El terror decimonónico a la pelirroja hace revivir mitos bíblicos como Salomé (‘La aparición’, Moreau 1874-1876), la lúbrica danzarina que pide a Herodes la cabeza de san Juan Bautista, arquetipos griegos como la perversa sacerdotisa insular que confunde el camino del héroe, y también engendros mitológicos como la Esfinge, convertida en monstruosa amante de Edipo en una recurrente pesadilla sexual (Gustave Moreau, Fernand Knopff, Franz von Stuck).

Hemos pasado revista a las mujeres durmientes –Dánae, Ofelia- y a las amenazantes –sirena, arpía, gorgona- y, por fin, no podemos olvidar el dúo simbolista de la mujer y el monstruo o, si se quiere, la bella y la bestia. Evoquemos aquí al hierático gorila rodeado de ninfas (‘Friso Beethoven’, Klimt, 1902), al asno sentado consolado por una palida mujer (‘El despertar de Titania’, Johann Heinrich Füssli, 1793-94), al enorme perro brindando su falo hipertrofiado a una atemorizada doncella (‘Lubricidad’, Alfred Kubin, 1901-02), o incluso al duelo apocalíptico del dragón y la mujer encinta, imagen de Satanás y la Virgen-Iglesia (‘El gran dragón rojo y la mujer vestida del sol’, William Blake, 1806-1809).

'LA ISLA DE LA MUERTE' DE BÖCKLIN

Como Hipnos es hijo de Nix y hermano gemelo de Tánatos, también el simbolismo está genéticamente unido a la noche y a la muerte. De sobrecogedora cabe calificar la escena nocturna de Caronte navegando en las aguas abisales del Estigia hacia la ‘Isla de la muerte’ (Arnold Böcklin, 1880), mientras que el rapto de ‘La noche’ de Ferdinand Holder (1890) se nos presenta como una horrible e incomunicable pesadilla. La muerte aparece insistentemente personificada como esqueleto (‘La bella Rosine’, Antoine Wiertz, 1847; ‘Muerte y vida’, Klimt, 1916).










'DRAGÓN ROJO' DE BLAKE Y 'LOS TESOROS DE SATÁN' DE DELVILLE

También hay en el simbolismo una corriente de fondo que podemos denominar satanista por su énfasis, rayando la fascinación, en el mal y los temas apocalípticos. Ya hemos mencionado el dragón rojo de William Blake (imagen de Satanás descrita en el libro del Apocalipsis), con las alas extendidas y mostrando su monumental espinazo. Igualmente podemos fijarnos en el diablo ágil, ígneo y saltarín, sobrevolando un río volcánico de almas (‘Los tesoros de Satán’, Jean Delville, 1895).

Dijimos que el estado de ánimo del simbolista es decadente. Este rasgo se expresa con mayor evidencia en los pintores austríacos y suizos, pertenecientes a un mundo que José María Valverde denomina “centro del vacío de valores europeo”, hogar del ‘hombre sin atributos’ (novela de Robert Musil), cráter central y cementerio de las luchas del continente. Lo vemos en los oros fastuosos de Gustav Klimt –retablos hedonistas y morbosos- o en las carnosidades turbias, casi enfermas, de Ferdinand Hodler, que parecen influir en el hiperrealismo de Duane Hanson o en la angustiada nueva figuración de Francis Bacon y Lucien Freud.

Junto a la decadencia, los simbolistas se prodigan en la enfermedad y las plagas, con ecos bíblicos y medievales. ‘La peste’ de Arnold Böcklin (1898) recorriendo las calles con su guadaña y sus alas de murciélago, convoca las peores pesadillas del medievo tardío, que tan bien supo reflejar El Bosco.

En el panteón iconográfico simbolista hemos situado a la mujer fatal y a la personificaciones de la muerte (Caronte, la calavera), el mal (Satanás) y la decadencia (los cuerpos enfermos). Para cerrar este apartado, no podemos olvidar el lugar físico donde discurren todos estos personajes: la explanada. La inmensidad lacustre (Arnold Böcklin), los claros del bosque (Degouve de Nuncques), las orillas brumosas (Puvis de Chavannes), los desiertos y las perspectivas alucinantes (Léon Spilliaert) son espacios incontrolados, sin límites –frente al jardín y el ágora clásicos- y se presentan como un puente tendido entre el Romanticismo y el surrealismo.

EL SIMBOLISMO POR PAÍSES

Insistamos una vez más: el simbolismo no es una escuela ni un estilo, sino un mundo psíquico e iconográfico que puede expresarse en varios lenguajes. No hay un único simbolismo, sino un heterogéneo florecimiento a lo largo de Europa.

Así, en Francia Gustave Moreau encabeza un simbolismo pictoricista, de pincelada multicolor y ecos orientales. Podemos seguir sus huellas hasta el impresionismo y el postimpresionismo. En cambio, las escenas del Prerrafaelismo inglés (John Everett Millais, Dante Gabriel Rosetti) són más lineales, cerradas y académicas. En este caso las composiciones entroncan con el mundo tardogótico y el primer Renacimiento, lugares preferentes de la fantasía anglosajona.

En Bégica, país de solapadas identidades, el simbolismo es oscuro y onírico: Fernand Knopff, Léon Spilliaert o Félicien Rops mezclan mitología, religión y sexualidad y con sus asociaciones insólitas, de 'puñetazo en el ojo' anticipan el surrealismo. El suizo Arnold Böcklin (recordemos la tenebrosa ‘Isla de la muerte’) es quizá el más directo heredero del paisajismo germánico que empequeñece al ser humano (Caspar David Friedrich) y también habrá de influir en el surrealismo.

En Centroeuropa hallamos la avanzadilla estilística del movimiento. Gustav Klimt en Austria (vinculado a la ‘Sezession’ o modernismo vienés) y Ferdinand Hodler en Suiza se alejan del apolillado academicismo de otros simbolistas y desarrollan una estética colorista y geometrizante, lejanamente emparentada con el arte bizantino y precursora de la abstracción lírica.

El ‘satanismo’ de William Blake y Jean Delville o las miniaturas de Degouve de Nuncques son otros fenómenos, minoritarios pero con fuerte personalidad, dentro del gran cajón de sastre simbolista. Sobre el primero ya nos hemos detenido: Blake y Delville expresan su fascinación por el mal y lo diabólico, en obras inquietantes donde el espinazo del diablo o la procesión de las almas condenadas adquieren una raro resplandor estético que obliga a pensar en la belleza del mal. En cuanto a las pequeñas escenas nocturnas del belga Degouve de Nuncques, parecen cristalinas fantasías infantiles: el aleteo en la penumbra de ‘Los ángeles de la noche’, (1894) anuncia el mundo de Marc Chagall, y ‘La casa rosa’ (1892) prefigura las inquietantes fincas a oscuras de René Magritte.

JOAN PAU INAREJOS


BIBLIOGRAFÍA

MICHAEL GIBSON: ‘EL SIMBOLISMO’, EDITORIAL TASCHEN (2006)

dilluns, 11 de juny del 2007

Una luna helada y esponjosa


04.07.2007 14:10 utc CIENCIA
SATURNO-SATÉLITE (embargada)


Hiperión, una luna helada de Saturno con aspecto de esponja

"La característica visual más impactante de Hiperión es su parecido a una esponja, un aspecto distinto al de cualquier otro objeto espacial captado hasta el momento"

(embargada hasta las 17.00 GMT) Londres, 4 jul (EFE).- Hiperión, el mayor satélite de Saturno con forma irregular y el único que tiene una rotación caótica, presenta un aspecto muy parecido al de las esponjas marinas por la multitud de cráteres de entre dos y diez kilómetros de diámetro de su superficie helada.

Esto es lo que muestran las imágenes de gran nitidez tomadas por la sonda "Cassini" perteneciente a la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial de Italia, que han dado lugar a dos investigaciones recogidas en la última edición de la revista científica británica Nature.

"La característica visual más impactante de Hiperión es su parecido a una esponja, un aspecto distinto al de cualquier otro objeto espacial captado hasta el momento", afirman los expertos en uno de los estudios publicados en la revista.

Las imágenes de Hiperión, tomadas por la "Cassini" a pocos kilómetros de distancia de esa luna, muestran un satélite irregular con un grado de porosidad superior al 40 por ciento, lo que hace que este cuerpo celeste que orbita en torno a Saturno tenga escasa densidad.

"El alto grado de porosidad del satélite contribuye a que se conserven mejor los cráteres, ya que esta característica hace que sea menor la cantidad de material volcánico expulsado", explican los científicos.

Los astrónomos relacionan además la poca densidad de Hiperión con los materiales que la componen: agua congelada y una pequeña fracción de roca, indicio de un pasado violento.


En este sentido, estudios anteriores ya apuntaban a que esta luna es un fragmento de un antiguo satélite que fue parcialmente destruido por un gran impacto, lo que explicaría además su forma irregular.

El segundo estudio publicado en la revista describe la gran luminosidad que presenta la superficie de Hiperión, ya que refleja gran parte de la luz que recibe, lo que contrasta con la oscuridad de sus cráteres.

"Las zonas más luminosas son las que forman los bordes del gran cráter que domina las imágenes de Hiperión tomadas por la sonda 'Cassini'. Los bordes de los cráteres son luminosos porque presentan un hielo no contaminado", indican los expertos.

Este contraste entre luminosidad y oscuridad de los materiales que forman Hiperión es muy similar a la vista en otros satélites oscuros de Saturno, como Japeto o Febo.

Sin embargo, precisan los científicos, las paredes de los cráteres de Hiperión no presentan un aspecto rayado por las distintas franjas luminosas y oscuras que se alternan en él, como sucede en Febo. EFE mcs/jr/egn (con fotografía)

foto: Hiperión (Nasa)

Juan de la Cruz, el poeta morisco

PATRICIO PEÑALVER

El místico segoviano pertenece al Renacimiento, pero "pasó sus años más serenos y creadores a la sombra de la Alhambra de Granada"

Importante foco de interés en la historia de la crítica sanjuanista es la interpretación orientalista (con mayor o menos énfasis en las “coincidencias” con la mística musulmana) (…). La extrañeza, la perplejidad, cuando no la positiva incomodidad, que a muchos lúcidos intelectuales europeos ha producido durante decenios, y sigue produciendo, el místico segoviano, tendría su causa en que éste es, efectivamente, un “extranjero”, extraño a la axiomática filosófica, teológica y estética de la cultura occidental canónica (…).

La inclusión de San Juan de la Cruz (…) en el capítulo “Renacimiento” parece casi obligada (…); se ha querido confirmar su pertenencia (José Luis Sánchez Lora, ‘San Juan de la Cruz en la revolución copernicana’) sobre la base de dos motivos: la declaración explícita de heliocentrismo (del que San Juan de la Cruz debió oír hablar en Salamanca) en un comentario a la canción 4 de ‘Llama de amor vivo’ y el tema del viaje a lo desconocido, a “nuevas tierras no sabidas”. Ese tema, que es sin duda el del espectro ambigüísimo de la América descubierta en las cabezas de los españoles del XVI, se adivina en las famosas “ínsulas extrañas” del Cántico (…).

Ahora bien, el pensamiento de San Juan de la Cruz es profundamente alérgico a las categorías renacentistas (…). La comparación con Fray Luis de León es aquí un indicio definitivo. El comentario del ‘Cantar de los Cantares’ del Catedrático de Salamanca (…) intenta asimilar el poema “oriental” a cánones formales y sustanciales, clásicos, occidentales. San Juan de la Cruz, aún sin conocer el hebreo, habría sido más fiel al original textual bíblico, al interpretar y recrear los “excesos” eróticos del texto fundacional de la Mística judeo-cristiana, fuera de toda mesura.

La atención vigilante al principio oriental, asiático, del místico carmelita, abre los ojos y los oídos a matices y acentos de esta escritura que una lectura, más inertemente “occidental”, aparentemente neutra, podría descuidar (…). Esa perspectiva es verosímilmente adecuada (…) a la biografía de un psiquismo que tuvo que incluir, habría que ver hasta qué punto de forma consciente o inconsciente, una dimensión existencial de español morisco. Y que pasó sus años más serenos y creadores a la sombra de la Alhambra de Granada.

PATRICIO PEÑALVER, ‘LA MÍSTICA ESPAÑOLA’ (1997)

SAN JUAN DE LA CRUZ: CÁNTICO ESPIRITUAL
BIBLIA: CANTAR DE LOS CANTARES


dimecres, 6 de juny del 2007

Teresa de Ávila, la oídora de la lluvia

Se recuerda el símbolo célebre de de las cuatro maneras de regar: o sacando agua de un pozo, o con noria, o de un río, “u con llover mucho que lo riegue el señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho” [Libro de la Vida, 11,7]. La oración mística, como quien oye llover, se pasea por la tierra húmeda. Oír llover, importante tarea, decía un poeta muy poco teresiano por lo demás (Julio Cortázar). Y esto, en los tiempos en que el “calvinismo”, por lo menos según Weber, da las bendiciones a la medición capitalista del trabajo.

PATRICIO PEÑALVER, ‘LA MÍSTICA ESPAÑOLA’ (1997)

dilluns, 4 de juny del 2007

Un joyero provoca una nube tóxica

Un petit núvol tòxic provocat per un joier en cremar àcid sulfúric causa tres ferits lleus

MADRID, 28 de juny (EUROPA PRESS)

Un petit núvol tòxic provocat aquesta tarda per un joier en cremar àcid sulfúric mentre netejava metalls a dins del seu establiment, situat al número 32 del carrer de Tres Peces, ha causat tres ferits lleus per inhalació, segons ha informat a Europa Press un portaveu d'Emergències Madrid.
Un dels intoxicats ha resultat ser una agent de la policia Nacional del districte Centre que ha acudit a l'avís cap a les 16.30 hores, han informat així mateix a Europa Press fonts policials. L'agent ha estat traslladada amb caràcter lleu fins a l'Hospital de la Concepción de la capital.
El servei d'Emergències ha indicat que l'escapament "no arribava als nivells mínims de perillositat", segons els mesuradors que registren aquest tipus d'incidents, i ha estat controlat en tan sols 10 minuts pels bombers.
Fins al lloc han acudit els Bombers de l'Ajuntament i diverses patrulles de la policia Nacional. Els agents han acordonat la zona pels carrers Santa Isabel i Torrecilla del Leal, que han impedit per seguretat als veïns transitar pel carrer Tres Peces.
A més, han demanat als veïns del carrer que tanquessin les finestres i es quedessin a casa fins que el núvol tòxic estigués controlat. 28/Jun/2007 18:59:43 (EUROPA PRESS CATALUNYA)

Chateando

ZYGMUNT BAUMAN

“Por medio del chat, la introspección es reemplazada por una interacción frenética” donde “el que deja de hablar queda fuera”

El ideal de “conexión” se debate por aprehender la difícil y desconcertante dialéctica entre dos impulsos irreconciliables. Promete una navegación segura (al menos no fatal) entre los arrecifes de la soeldad y del compromiso, entre el flagelo de la exclusión y la férrea garra de los lazos asfixiantes, entre el irreparable aislamiento y la atadura irrevocable.

‘Chateamos’ y tenemos “compinches” con quienes ‘chatear’. Los compinches, como bien lo sabe cualquier adicto, van y vienen, aparecen y desaparecen, pero siempre hay alguno en línea para ahogar el silencio con “mensajes”. En la relación de “compinches”, el ir y venir de los mensajes, la ‘circulación’ de mansajes, ‘es el mensaje’, sin que importe el contenido. Tenemos pertenencia… al constante flujo de palabras y oraciones inconclusas (abreviadas, por cierto, truncadas para acelerar la circulación). Pertenecemos al habla, no a aquello ‘de lo cual’ se habla (…).

Tal como lo expresó admirablemente Chris Moss (…), por medio de “el chat por Internet, los teléfonos móviles, los mensajes de texto”, “la introspección es reemplazada por una interacción frenética y frívola que expone nuestros secretos más profundos al lado de nuestra lista de compras (…). La unión sólo se mantiene gracias a nuestra charla, nuestro llamado telefónico, nuestros mensajes de texto. El que deja de hablar queda fuera. El silencio es igual a la exclusión. ‘Il n’y a pas dehors du texte’, por cierto –no hay nada fuera del texto-, aunque no en el sentido en el que lo dijo Derrida…

ZYGMUNT BAUMAN, ‘AMOR LÍQUIDO. ACERCA DE LA FRAGILIDAD DE LOS VÍNCULOS HUMANOS (2003)






Mini-créditos de amor

ZYGMUNT BAUMAN

“Cuanto menos invierta en la relacion, tanto menos inseguro se sentirá en futuras fluctuaciones"

Una “relación de bolsillo” es la encarnación de lo instantáneo y lo descartable. Pero su relación no adquirirá esas maravillosas cualidades si no se han cumplido previamente ciertas condiciones (…).

Primera condición: debe embarcarse con total conciencia y claridad. Recuerde, nada de “amor a primera vista”. Nada de ‘enamorarse’… Nada de esas súbitas mareas de emoción que lo dejan sin aliento: nada de esas emociones que llamamos “amor” ni de ésas a las que sobriamente denominamos “deseo”. Usted no debe permitir que ninguna emoción lo embargue ni conmueva y, sobre todo, no debe permitir que nadie le arrebate la calculadora de la mano. Y no se deje confundir con respecto a la relación en la que está por embarcarse, en cuanto a lo que no es y nunca será.

La conveniencia es lo único que cuenta, y la conveniencia debe evaluarse con la mente clara, y no con un corazón cálido (por no hablar de un corazón ardiente). Cuanto más pequeño sea su préstamo hipotecario, tanto menos inseguro se sentirá cuando se vea expuesto a las fluctuaciones del futuro mercado inmobiliario; cuanto menos invierta en la relacion, tanto menos inseguro se sentirá cuando se vea expuesto a las fluctuaciones de sus propias emociones futuras.

ZYGMUNT BAUMAN, ‘AMOR LÍQUIDO. ACERCA DE LA FRAGILIDAD DE LOS VÍNCULOS HUMANOS (2003)


Siempre puedo desconectarme

ZYGMUNT BAUMAN

Dicen los consejeros: “Si quiere que su relación sea plena, no se comprometa ni exija compromiso”

Ulrich, el héroe de la gran novela de Robert Musil, era –tal como anunciaba el título de la obra- ‘Der Mann ohne Eigenschaften’: el hombre sin atributos. Al carecer de atributos propios, ya fueran heredados o adquiridos irreversiblemente y de manera definitiva, Ulrich debía desarrollar, por medio de su propio esfuerzo, cualquier atributo que pudiera haber deseado poseer, empleando para ello su propia inteligencia e ingenio; pero sin garantías de que esos atributos duraran indefinidamente en un mundo colmado de señales confusas, con tendencia a cambiar rápidamente y de maneras imprevisibles (…).

Un consejero experto informa a los lectores de que “al comprometerse, por más que sea a medias, usted debe recordar que tal vez esté cerrándole la puerta a otras posibilidades amorosas que podrían ser más satisfactorias y gratificantes”. Otro experto es aún más directo: “Las promesas de compromiso a largo plazo no tienen sentido… Al igual que otras inversiones, primero rinden y luego declinan”. Y entonces, si usted quiere “relacionarse” será mejor que se mantenga a distancia; si quiere que su relación sea plena, no se comprometa ni exija compromiso. Mantenga todas sus puertas abiertas permanentemente.

Si uno les preguntara, los habitantes de Leonia, una de las “ciudades invisibles” de Italo Calvino, dirían que su pasión es “disfrutar de cosas nuevas y diferentes”. De hecho, cada mañana “estrenan ropa nueva, extraen de un refrigerador último modelo latas sin abrir, escuchando los últimos ‘jingles’ que suenan desde una radio de última generación”. Pero cada mañana “los restos de Leonia de ayer esperan el camión del basurero”, y uno tiene derecho a preguntarse si la verdadera pasión de los leonianos no será, en cambio, “el placer de expulsar, descartar, limpiarse de una impureza recurrente”. Si no es así, por qué será que los barrenderos son “bienvenidos como ángeles” aun cuando su misión está “rodeada de un respetuoso silencio”. Es comprensible: “una vez que las cosas han sido descartadas, nadie quiere volver a pensar en ellas”.

Pensemos…

¿Los habitantes de nuestro moderno mundo líquido no son como los habitantes de Leonia, preocupados por una cosa mientras hablan de otra? Dicen que su deseo, su pasión su propósito o su sueño es “relacionarse”. Pero, en realidad, ¿no están más bien preocupados por impedir que sus relaciones no cristalicen y se cuajen? ¿Buscan realmente relaciones sostenidas, tal como dicen, o desean más que nada que esas relaciones sean ligeras y laxas, siguiendo el patrón de Richard Baxter, según el cual se supone que las riquezas deben “descansar sobre los hombros como un abrigo liviano” para poder “deshacerse de ellas en cualquier momento”? En definitiva, ¿qué clase de consejo están buscando realmente? (…)

“Se espera que las posibilidades románticas fluctúen cada vez con mayor velocidad” y eso, “antes una aventura gozosa, se convierte en un deber agotador”

Las conexiones son “relaciones virtuales”. A diferencia de las relaciones a la antigua (por no hablar de las relaciones “comprometidas”, y menos aún de los compromisos a largo plazo), parecen estar hechas a la medida del entorno de la moderna vida líquida, en la que se supone y espera que las “posibilidades románticas” (y no sólo las “románticas”) fluctúen cada vez con mayor velocidad entre multitudes que no decrecen, desalojándose entre sí con la promesa “de ser más gratificante y satisfactoria” que las anteriores”. A diferencia de las “verdaderas relaciones”, las “relaciones virtuales” son de fácil acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de usar y amistosas con el usuario, cuando se las compara con la “cosa real”, pesada, lenta, inerte y complicada. Un hombre de Bath, de 28 años, entrevistado en relación con la creciente popularidad de las citas por Internet en desmedro de los bares de solos y solas y las columnas de corazones solitarios, señaló una ventaja decisiva de la relación electrónica: “uno siempre puede oprimir la tecla ‘delete’” (…).

Seguir en movimiento, antes un privilegio y un logro, se convierte ahora en obligación. Mantener la velocidad, antes una aventura gozosa, se convierte en un deber agotador. Y sobre todo, la fea incertidumbre y la insoportable confusión que supuestamente la velocidad ahuyentaría, aún siguen allí. La facilidad que ofrecen el descompromiso y la ruptura a voluntad no reducen los riesgos, sino que tan sólo los distribuyen, junto con las angustias que generan, de manera diferente (…)

‘Der Mann ohne Eigenschaften’ –el hombre sin atributos- de la modernidad temprana ha madurado hasta convertirse en (¿o ha sido desplazado por?) ‘Der Mann ohne Verwandtschaften’, el hombre sin ataduras.

ZYGMUNT BAUMAN, ‘AMOR LÍQUIDO. ACERCA DE LA FRAGILIDAD DE LOS VÍNCULOS HUMANOS (2003)


dissabte, 2 de juny del 2007

Aquí te amo

Poema XVIII

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco. Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto. Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.


Poema XIV

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.

PABLO NERUDA, '20 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA' (1924)

Scarlett


OTI RODRÍGUEZ

"¡Cuánto trabajo cuesta mirar y ver otra cosa que a esa fascinante chiquilla rubia, carnal y aburrida en ese hotelazo construido para compaginar placeres y negocios!"

Hasta hace bien poco, no había más Scarlett que la apellidada O’Hara, el adorado tormento de Rett Butler en ‘Lo que el viento se llevó’. Hoy, uno dice Scarlett y de inmediato se piensa en Johansson (…). La actriz que, como últimamente hila una tras otra las películas con Woody Allen, estará con cierta probabilidad rodando algún día en Barcelona este próximo verano compitiendo en curvas y pensamientos retorcidos con la obra de Gaudí (…).

En realidad no hay más de una decena de títulos (…) olvidables en las estanterías del rincón de la historia del cine hasta que hizo su aparición estelar en ‘Lost in translation’, la película que pondría a Scarlett (y a nuestros ojos) en órbita.

Sobre cómo hace su aparición Scarlett Johansson en esta brillante película acerca de de la soledad entre la aparatosa multitud, se podría escribir algo parecido a un par de encendidas páginas del más tórrido Henry Miller; lo dejaremos en un par de encendidas frases: antes aún de los títulos de crédito surge del negro un primerísimo primer plano de, digamos, el cántaro voluptuoso de su figura de espaldas y (des)cubierta apenas con una sedosa y transparentosa ropilla interior de color amanecer en el trópico…

Cambia de idea y de imagen Sofia Coppola, la directora y tal vez un genio del cine, y nos ofrece una panorámica descomunal de Tokio y su noche de luces y guiños. Dos o tres chasqueos de dedos y la vuelve a tomar sentada en la cristalera del piso ciento y pico del hotelazo japonés en el que habrá de coincidir en cuerpo y alma con el personaje (magnífico personaje) que interpreta Bill Murray y por el que nadie le dio un Oscar. A medida que va transcurriendo ‘Lost in translation’ uno empieza a ir conociendo a Scarlett Johansson y sus posibilidades como animal cinematográfico: borda el personaje de chica perpleja ante la velocidad que toma la vida al doblar una curva inesperada del camino (recién casada, con la baraja en sus manos y a punto de darse de bruces contra la tapia de las desilusiones) y de chica paño en el que enjuga su depresivo sudor ese fulano cínico y terminal que interpreta Murray. Cualquiera que vea ahora esa película se dará cuenta de lo difícil que lo tenían ambos actores: ¡Cuánto trabajo cuesta mirar y ver otra cosa que al brillante Bill Murray en estado de gracia y totalmente perdido en ese descomunaly marciano Tokio!... Pero, ¡cuánto trabajo cuesta mirar y ver otra cosa que a esa fascinante chiquilla rubia, carnal y aburrida en ese hotelazo construido para compaginar placeres y negocios! Los dos, pues, absorben la mirada del espectador, pero al tiempo consiguen el pequeño milagro de dejarle sitio al otro.

El desenlace de ‘Lost in translation’ fue el comienzo de todo lo demás: él le dice a ella algo al oído que la película no desvela (es un secreto entre ambos) y que le permite a ese final amargo convertirse, de un modo sencillo, magistral, en algo lejanamente parecido a un final feliz. Misterios de la (in)felicidad.

OTI RODRÍGUEZ, “LA VOLUPTUOSA S DE SCARLETT”, EN LA REVISTA ‘MAN’, JUNIO 2007