dilluns, 18 de maig del 2009

Las fauces abiertas de Morella

Viaje con Laura en mayo de 2009
por Joan Pau Inarejos

antigua morella
Esta es la primera imagen que tengo de Morella. No: por supuesto, no viví en los años 20, pero los baúles de mi casa aún conservan estampas y postales de la que fue villa natal de mi bisabuelo por vía doblemente materna, Josep Balaguer Querol. Una vez allí, empujado por cierta misión biográfica, y porque uno siempre busca piedras filosofales de sus orígenes, pregunté a las ancianas del lugar, en busca de la casa de mi antepasado. El apellido les sonaba, y poco más. Ha llovido mucho en un siglo.

fortín
La silueta encaramada de Morella, en sepia o blanco y negro, siempre me había impresionado, y pensaba en ella casi como en pueblo desaparecido de la historia, o perdido en el limbo de las cruzadas medievales. Lo cierto es que Morella no sólo existe, como la vecina Teruel, sino que su primera aparición en vivo es de las que difícilmente se olvidan. La mole del inveterado fortín castellonense se alza espectacular a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, y gracias a los potentes focos modernos, de noche se convierte en la enorme lámpara refulgente del Maestrat. Suerte que arriba venden ropa de abrigo para los atolondrados turistas mediterráneos como yo, que a partir de abril acudimos a todas partes en manga corta.


crit
A pesar de su hermoso nombre, de dulces ecos romanceros, Morella entera está recorrida por muecas y terribles fauces abiertas. Vedlo en este muro de ventilación, involuntario lienzo expresionista, o en los inquietantes aullidos de piedra que se dibujan en el castillo y que invitan a emular 'El grito' de Munch (no me lo tengáis en cuenta: los viajeros también estamos para parodiar las ciudades). Los agujeros negros de este microcosmos levantino continúan en el acueducto, monstruo medieval lleno de hileras de ojos, y también en los párpados de piedra desde donde se pueden atisbar las alturas de la ciudad...

ayer y hoy
Quién sabe si mi bisabuelo rezó aquí, en la basílica de Santa Maria la Major. Donde ayer se agolpaban sombreros blancos y estandartes de procesión, hoy se suceden las cámaras digitales para inmortalizar este precioso templo gótico, horizontal como un oleaje y abierto de par en par en su brillante portalada, cuajada de hornacinas, gruesas perlas moradas y floraciones de piedra. En el interior, las escaleras caracolean hasta un colgante Juicio Final, donde los apóstoles asoman como miniaturas de un teatro de marionetas. Lástima que los retablos barrocos, con su censura dorada, nos priven de las voluptuosas curvas de tantos ábsides... Por lo visto, todo templo tiene sus episodios de transformismo, y ahí tenéis la iglesia de San Miguel, que ha dejado de curar almas y hoy es un centro de atención primaria.

asoma
Al caer la noche abandonamos la ciudadela, y el peñasco lunar se va empequeñeciendo a nuestras espaldas. Como un grito en la oscuridad, Morella aguarda a mi bisnieto de aquí a otros cien años.


Joan Pau Inarejos, 17 junio 2009.

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