per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6,5
Si los zombis vuelven, que lo hagan a lo grande. Enfrente tendrán a Brad Pitt, a punto de cumplir los 50 con su épica intacta. El Aquiles del cine parece no tener ningún talón débil, y sigue paseando su fotogenia de gran estrella por las superproducciones de medio mundo. Muchos aún nos preguntamos si se esconde un actor tras esa especie de sonrisa budista e imperturbable, el caso es que la cámara busca y adora a este hombre como a pocos, muy pocos.
El argumento no va a provocar vuelcos de corazón: un extraño virus se extiende por la Tierra y convierte a los humanos en extrañas criaturas no-muertas que destrozan todo lo que pueden y encima hacen proselitismo, contagiando de su misma condición a quienes se les pongan por delante (ya saben, con un buen mordisco). La invasión zombi en la ciudad repite incontables escenas del mismo tipo (casi calca 'La guerra de los mundos') pero rezuma fuerza y espectáculo por los cuatro costados. El director Marc Forster demuestra tener más que aprendido el canon hollywoodiense del caos y la destrucción. Por otra parte, las hordas zombis están diseñadas con una factura tecnológica impresionante: nunca antes se había retratado con tanta potencia el carácter impersonal y colectivo de estos personajes, aquello que los hace tan desasosegantes.
A Gerry Lane (Brad Pitt) le corresponde la titánica misión de buscar y atajar el origen del brote pandémico. El personaje se nos presenta como un ex investigador de las Naciones Unidas, pero que nadie espere un alegato de la cooperación internacional: como siempre, la palma se la lleva el individuo heroico, el cowboy solitario y arrojado. Por contraste, las gentes de la ONU y la Organización Mundial de la Salud quedan en un lugar francamente poco halagüeño (baste observar lo que dura en el terreno de juego cierto científico encargado de localizar la cepa de la Gripe Z). Ni siquiera tiene demasiado peso la familia, colocada aquí como pegote: Gerry deja a su mujer y sus hijas en un buque militar, donde permanecerán perfectamente irrelevantes.
La Odisea zombi de este Gerry-Ulises no va a revolucionar el género, pero nos depara algunas escenas de gran placer palomitero. La más pasada de vueltas, la del asedio zombi a las murallas de Israel (!), con cuantas lecturas político-paranoicas se quiera, y la más cargada de suspense, el encierro en el edificio de la OMS, donde Brad y compañía deberán jugar al escondite con los monstruos con el fin de llegar al centro del laboratorio (atención al rechinar de dientes de un zombi que se convierte involuntariamente en personaje cómico). Tampoco le falta adrenalina a la escena del avión, absolutamente contraindicada para los que padecen fobia a volar, y a otros tantos momentos de vibrante entretenimiento. Sin demasiada pulpa dramática o narrativa, esta guerra mundial se gana por cantidades y multitudes. Póngame un millón de zombis y con mucha nata.
GUERRA MUNDIAL Z, DE MARC FORSTER
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