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dijous, 13 de març del 2014


"Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad"

Carl Jung

dijous, 3 de febrer del 2005

Desinfectando el cielo


Un teólogo me dijo una vez que las visiones de Ezequiel no eran más que síntomas mórbidos y que, cuando Moisés y otros profetas oían 'voces' que les hablaban, estaban sufriendo alucinaciones. Se puede imaginar el pánico que sintió al experimentar 'espontáneamente' algo parecido a eso. El hombre primitivo enfrentado con una conmoción de este tipo no dudaría de su salud mental: pensaría en fetiches, espíritus o dioses. Sin embargo, las emociones que nos afectan son las mismas. De hecho, los terrores que proceden de nuestra complicada civilización pueden ser más amenazadores que los que el hombre primitivo atribuye a los demonios.

La actitud del hombre moderno civilizado me recuerda, a veces, a un paciente psicópata de mi clínica que también era médico. Una mañana le pregunté qué tal estaba. Me contestó que había pasado una noche maravillosa desinfectando todo el cielo con cloruro mercurioso, pero que durante toda esa tarea sanitaria no había encontrado rastro alguno de Dios.

Carl G. Jung, El hombre y sus símbolos, 40


dissabte, 25 de setembre del 2004

El alma trapacera


El alma es lo vivo en el hombre. Por eso insufló Dios un hálito viviente en Adán para hacerlo vivir. El alma, con astucia y juego engañoso, arrastra a la vida la inercia de la materia que no quiere vivir. Convence de cosas increíbles para que la vida sea vivida.

Está llena de trampas para que el hombre caiga, toque la tierra y allí se enrede y se quede, y de ese modo la vida sea vivida. Igual como ya Eva en el Paraíso no pudo dejar de convencer a Adán de la bondad de la manzana prohibida. Si no fuera por la vivacidad y la irisación del alma, el hombre se hubiera detenido dominado por su mayor pasión: la inercia.

Carl Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, 32

De la pradera al inconsciente


Ya en un principio había espíritus en el bosque, en el campo y en las corrientes de agua, mucho antes de que existiera el problema de la conciencia moral. Muchísimo de lo que hoy experimentamos como componente de nuestra naturaleza psíquica, en los primitivos juguetea todavía en la vasta pradera, alegremente proyectado.

En realidad, la palabra 'proyección' es inadecuada, pues nada ha sido sacado de la psique y arrojado al exterior, sino que más bien la psique ha llegado, por una serie de actos de introyección, a la complejidad que hoy conocemos. Una inquientante gracia de antaño se llama hoy 'fantasía erótica' y complica penosamente nuestra vida anímica.

Carl Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, 31

dissabte, 11 de setembre del 2004

Freud contra Jung


Rompieron su amistad en 1913. La disputa se centraba en dos temas. Uno era la importancia que Freud otorgaba los factores sexuales en la interpretación de la neurosis y los sueños. Aunque no dudaba que Freud era un autor inteligente y sagaz, Jung consideraba inaceptable su obsesión por la sexualidad, una morbosa consecuencia, decía, de la sexualidad reprimida del propio Freud. En su opinión, "Freud estaba envuelto emocionalmente en su teoría sexual hasta un punto extraordinario".

La otra causa del conflicto era la actitud de Freud hacia la religión. Según Anthony Storr, "Freud atribuía el valor supremo a la liberación orgiástica del sexo, mientras que Jung fundaba el supremo valor en la experiencia unificadora de la religión. Freud interpretaba todas las experiencias emocionalmente significativas como derivadas o sustitutivas del sexo, mientras que Jung interpretaba en términos simbólicos hasta la propia sexualidad, la cual poseía una significación 'numénica' desde el momento en que representaba la unión irracional de los opuestos y era, por tanto, un símbolo de totalidad.

Brian Morris, Introducción al estudio antropológico de la religión, 206

divendres, 27 d’agost del 2004

El inconsciente como presagio


La semilla contiene las potencialidades de desarrollo de cada especie. Los procesos de la psique orgánica son los portadores de las posibilidades de crecimiento de cada miembro individual de la especie. En vez del inconsciente tal como en un principio lo concibió Freud, como la expresión de las experiencias del pasado que el individuo había tenido que reprimir, Jung convierte el inconsciente en el portador de aquellas experiencias que todavía no han sucedido. Lo inconsciente como la simiente de la personalidad encierra las posibilidades de las futuras experiencias. Es inconsciente porque todavía no se ha vivido.

Ira Progoff, El sueño de vigilia y el mito viviente, en Mitos, sueños y religión, 168