Tras una tortuosa espiral descendente por la montaña, finalmente llegamos al Santuari de la Fontcalda, curioso lugar sagrado de la comarca de la Terra Alta que, en vez de buscar las alturas, se hunde en el cráter. Por este estrecho valle discurre el Canaletes, un río verde y rocoso que todas las noches acoge burbujeantes conciertos de anfibios.
En un recodo del camino se halla la verdadera font calda, un manantial a 28 grados de donde mana cloruro cálcico, carbonato cálcico, sulfato de magnesio y cloruro sódico: bálsamo presuntamente infalible que ayer atraía peregrinaciones de enfermos y que hoy convoca a centenares de ciclistas en busca de la santa tonificación.
.la serpiente
En un recodo del camino se halla la verdadera font calda, un manantial a 28 grados de donde mana cloruro cálcico, carbonato cálcico, sulfato de magnesio y cloruro sódico: bálsamo presuntamente infalible que ayer atraía peregrinaciones de enfermos y que hoy convoca a centenares de ciclistas en busca de la santa tonificación.
.la serpiente
En el Canaletes también se abre una bella cala fluvial, muy solicitada cuando el sol aprieta. Como guardiana de este pequeño inframundo sulfuroso, aquí nos recibió una pequeña víbora, ágil y asustadiza, que reptó por la roca y se metió rápidamente en el agua, donde se enrolló silenciosamente. Sin tanta pericia reptil, también nosotros serpenteamos a nado la sinuosa garganta de piedra que dibuja el río, hasta llegar a una tibia cascada imposible de sortear.
.el zorro
Cayó la noche y la Ópera de las Ranas empezó a resonar por todo el valle. Estábamos sentados en la plaza del santuario cuando, de repente, una silueta perruna emergió de la oscuridad. El animal correteaba con sus patas flacas hasta que dejó ver sus verdaderas facciones de zorro. Atolondrado, se detuvo un momento en la plaza, y nos miró. Aquí es donde, según mandan las fábulas, el zorro se hubiera puesto a hablar sobre la sabiduría y la vanidad de este mundo. En vez de eso, y ante nuestras caras asustadas, pasó de largo y prosiguió su camino, quizá de vuelta a la guarida. El enclave de la Fontcalda le debe de venir muy de paso a esta raposa, porque la noche siguiente también se le vio pasar por allí, con algún pequeño trofeo entre las fauces.
.horta de sant joan
.el zorro
Cayó la noche y la Ópera de las Ranas empezó a resonar por todo el valle. Estábamos sentados en la plaza del santuario cuando, de repente, una silueta perruna emergió de la oscuridad. El animal correteaba con sus patas flacas hasta que dejó ver sus verdaderas facciones de zorro. Atolondrado, se detuvo un momento en la plaza, y nos miró. Aquí es donde, según mandan las fábulas, el zorro se hubiera puesto a hablar sobre la sabiduría y la vanidad de este mundo. En vez de eso, y ante nuestras caras asustadas, pasó de largo y prosiguió su camino, quizá de vuelta a la guarida. El enclave de la Fontcalda le debe de venir muy de paso a esta raposa, porque la noche siguiente también se le vio pasar por allí, con algún pequeño trofeo entre las fauces.
.horta de sant joan
Tremendos peñascos lejanos rodean el pueblo de Horta de Sant Joan, a donde llegamos tras otro festival de curvas y altibajos montuosos. La aldea, roqueña y austera, está salpicada de santos y vírgenes en las esquinas, aunque el auténtico patrón responde al nombre de Pablo Ruiz Picasso. Consta que el creador malagueño empezó por estos pagos a imaginarse el cubismo, y, como no podía ser de otra manera, los carteles celebran por todo lo alto el centenario de la segunda venida del genio (1909-2009). Viva la efeméride y sus dorados efluvios.
post scriptum. "No queda res del paradís d'Horta de Sant Joan" (lector Rodrigo Gil, El Periódico de Catalunya, 24/7/2009).
.miravet
.miravet
Dejamos atrás las sequedades y nos dirigimos a los dominios del Ebro para contemplar Miravet. Desde lo alto del castillo templario, a uno le dan ganas de piratear a Machado y decir: Allá en las tierras altas, por donde traza el Ebro su curva de ballesta, dame tu mano y paseemos. La portentosa cinta azul del río surca el verde paisaje abierto, sobrio y solemne como la Castilla del poeta e igualmente testigo de guerras inveteradas. Desde las cruzadas medievales hasta la brutalidad de la Guerra Civil, parece mentira que este sereno Ebro haya estado tan torturado.
Bajamos al embarcadero de madera y vemos cómo el bello pueblo se asoma al Ebro, cumpliendo lo que se espera de su divulgada postal. El sol bosteza y hay que irse, así que ya expugnaremos Miravet en otra ocasión.
Joan Pau Inarejos, 29 junio 2009.
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