dilluns, 13 de juliol del 2009

'Tres dies amb la família': Erasmus interruptus

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8

Lo mejor. Tres días es lo que dura este silencioso y magistral descendimiento a la telaraña de miserias y desamores que anida en los bajos de una familia acomodada cualquiera. Como un tríptico irónico, la banal sucuencia del sepelio del abuelo (tanatorio-funeral-entierro) sólo sirve de telón de fondo, de pretexto narrativo, para la verdadera tragedia: el desafecto profundo entre parientes que apenas trascienden sus burbujas psicológicas y emocionales.

Con un realismo rotundo, con una prodigiosa sensibilidad -escamosa y llena de matices-, con un montaje sereno y desenvuelto donde no sobra ni falta nada, la jovencísima Mar Coll (¡28 años!) nos susurra sobre muchísimas cosas en muy poco tiempo (¡86 min!), y lo hace con un elenco de actores en estado de gracia.

Nausicaa Bonnín regala su fría mirada azul al personaje de Léa, joven que se ve atrapada entre su Erasmus interruptus en Francia -sueños truncados de lejana emancipación- y el regreso a una familia descompuesta a la que sólo puede mirar con desprecio.

La vemos humillada y desasida frente a los juegos inmaduros de sus padres separados, unos impresionantes Eduard Fernández y Philippine Leroy-Beaulieu. La vemos rota de desencanto ante las peroratas del patriarca Pere (Ramon Fontserè) sobre la familia unida. Y la vemos huyendo de la asfixia familiar, en una fantástica escena, a la secreta alcoba de los abuelos, oscuro cuarto con vistas al mar donde las primas comparten su amarga tristeza infantil.

Como un Lost in translation mediterráneo, esta película trilingüe -catalán, castellano y francés- habla de soledad intraducible y de desamparo profundo desde los ojos de una joven urbanita desarraigada. Y habla de vanas rebeldías: ved esa madre locuela y hedonista (Philippine Leroy-Beaulieu), que da una sonora patada al endreçat sanedrín familiar, mientras todo sigue imperturbable: la escudella must go on.

Sin resolución, sin catarsis, sin golpes de efecto, Tres dies amb la família se cierra simplemente con el embadurnado del cemento sobre la lápida. Porque ya ha dicho todo lo que tenía que decir.

Lo peor. Eso sí, nos hubiera gustado oírlo todo con más precisión: a veces, con la cosa del realismo sucio, a los montadores se les va la mano y acabamos escuchando apenas una sucesión de susurros y balbuceos.

Postdata. Viendo las entrevistas a Mar Coll, encima resulta que ni es pedante, ni ególatra, ni pretende arreglar el mundo. ¡Yuhu!


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