LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6
A veces la industria del monstruo fabrica bichos verdaderamente perturbadores. Es el caso del engendro que aquí nos ocupa, un tremendo anfibio fluvial con patas, híbrido de pez, Alien, camaleón, dinosaurio y megarrana jorobada que quita el aliento cuando lo ves corriendo por la orilla del río Han, en Seúl.
Haciendo honor a su vieja etimología, este ser repugnante se muestra (monstrum) sin más definición que su propia deformidad, recolgando del puente, surcando las aguas o corriendo antropomórficamente, como si cobraran vida los peces con patas o sirenas invertidas de Magritte y Dalí (contrafigura de Venus, el monstruo también surge de las aguas tras un vertido seminal). La propia presencia y carisma de la alimaña basta para convertir 'The host' (Corea del Sur, 2006) en una película magnética para el espectador.
A ello hay que añadirle un ramillete de damnificados nada prototípico. Los protagonistas son aquí los miembros de una familia chusca y casi cómica: un abuelete amigo de las corruptelas, un padre pasota que da de beber cerveza a su hija y una medallista de tiro con arco que intenta ganarse el oro disparando contra la bestia. Antihéroes frikis que con sus riñas y reproches llegan a montar un jaleo digno de Los Morancos en ¡el velatorio de la niña desaparecida!... Casi diríamos que frente al monstruo apocalíptico, la galería de personajes humanos desvía la función hacia la pura parodia del género de terror.
Pero más allá de la pericia visual y lo atípico de los personajes, lo cierto es que 'The host' esboza una interesante tesis: el monstruo no es una máquina asesina, sino una especie de ogro enamorado -que retiene a su rehén sin matarla, enrollándola con su cola en la fantástica escena de la alcantarilla-, y el verdadero villano es el Estado -blanco y americano, para más señas-, que alumbra la bestia con sus vertidos químicos, masacra a la población con sus arsenalesantiterroristas e incluso lanza el bulo de un falso virus mortal para amedrentar a las masas.
Podría haber sido un auténtico dardo asiático al oscurantismo de la era Bush, a la suspensión de los derechos humanos en pro de la lucha contra los ejes del mal. Entornando los ojos, el gigantesco anfibio fluvial podría no ser más que la gran metáfora de los falsos miedos inducidos por la sociedad hipersecuritaria -atentados, epidemias, polución, cambio climático-, como en su día los alienígenas fueron la metáfora perfecta del enemigo soviético.
Podría ser todo esto, pero constatamos que entre el gozoso terror y la denuncia política, 'The Host', irregular y deshilvanada, se queda más bien entre Pinto y Valdemoro. Esperemos que futuros monstruos lo tengan más claro.
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