dilluns, 24 d’agost del 2009

'Mein Führer': desmontando al malo


Atención: este artículo contiene algunos detalles del argumento
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
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por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
Lo mejor. ¿Y si el autor intelectual de la masacre judía, el mayor tirano y genocida de la Europa del siglo XX, fuera una hombrecillo caprichoso e infantil, banal y mediocre hasta la médula? Esta es la provocación de partida de 'Mein Führer', una parodia incorrecta, henchida de mala leche, donde un profesor de interpretación judío (Ulrich Mühe) se ve obligado a asesorar al mismísimo Hitler (Helge Schneider) si no quiere morir en el campo de concentración.
Vemos aquí un führer nada siniestro, sin ninguna aura mítica de crueldad o fanatismo: encerrado en su despacho de reyezuelo, en las horas bajas de 1945, se dedica a dar órdenes absurdas como pedir un pijama limpio a media noche y se muestra patéticamente candoroso al proteger a su perro -"¿Le ha pasado algo a Blondi?", pregunta alarmado- o al evocar a su padre maltratador, mientras sus hombres lo toman por loco y conspiran.
'Mein Führer' regala verdaderas perlas de humor ácido y arriesgado, como ver a Hitler acunado en la cama entre un matrimonio judío, o pronunciar discursos mudos con la ayuda de un doblador de la misma y vilipendiada raza inferior. Igualmente descacharrante es la parodia de los nazis circunspectos, siempre entregados a su robótico Heil Hitler y enfrentados mortalmente por desarreglos burocráticos -no se puede hacer nada sin la circular correspondiente-.
A este valiente ejercicio de deconstrucción del villano Hitler sólo cabe reprocharle su flirteo constante con el drama histórico: la familia judía está dibujada con trazos verosímiles, y el atribulado profesor realmente se debate entre la supervivencia y la lealtad a su pueblo. Sobre este fondo tan real, en más de una ocasión las bromas chirrían y algunos dirán -quizá con razón- que casi ofenden la memoria de las víctimas.
Pese a todo, aplaudimos la osadía y esperamos que por estos pagos también alguien se pueda reír sana y gamberramente del general Franco más allá de los manidos panfletos guerracivilistas tan apreciados por el cine español.

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