por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
Entre tanto fulgor digital y tridimensional, casi habíamos olvidado los felices hallazgos recientes de la animación analógica, que han pasado discretamente, como joviales rarezas, por esta generación de gigantes post-Pixar.
'Lilo & Stich' (2002) cuenta algo tan extravagante como la amistad entre una niña huérfana de Hawái y un alienígena hiperactivo koaliforme, una especie de cruce entre los gremlins yanquis y los suaves totoros japoneses.
Hay que reconocerlo: al departamento pictórico de la Disney no le ha ido del todo mal abandonar su fiebre clasicista (bellas y bestias, jorobados, pocahontas, e tutti quanti) y relajar sus plumas y pinceles con vistas a nuevas historias, más frescas, originales, y ¡por fin! imbuidas de ironía y espontaneidad moderna.
Frente a las esqueléticas princesas arias de Disney, resulta un placer encontrar aquí a estas muchachas isleñas de ojos saltones y muslamen desacomplejado. El dibujo desabrochado sigue en los vivarachos paisajes de Hawái, con oleajes juguetones y esa flora lúdica y exótica, flanquendo los pasos de la niña y la mascota galáctica. Frescura estética, en definitiva: es es lo que nos regala 'Lilo & Stich', y lo que recibimos como agua de mayo los tan hastiados por el tradicionalismo disneyano como por el petulante hiperrealismo digital.
Y a ello, sin duda, hay que añadir el entrañable dibujo social de esta familia sui generis, con una niña pequeña que hace perder los nervios a su destartalada hermana mayor y tutora legal (Nani), que no duda en perseguirla, increparla y pelear concienzudamente por ella cuando la pequeñuela cae en manos de los alienígenas o los asistentes sociales (tanto monta, monta tanto).
Si espolvoreamos el plato hawaiano con un poco de Elvis Presley, animando las playas polinesias y acompañando el hastío de la niña en su soledad de transistor, entonces 'Lilo & Stich' pasa tan divertida y tonificante como una tarde de verano entre las olas.
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