dilluns, 12 de novembre del 2012

La noche que vomité una serpiente


Joan Pau Inarejos

El estatuto jurídico de la serpiente no está muy claro en el vidrioso mundo de las mitologías. Ciertos folclores la veneran como imagen del ciclo cósmico mientras otras tantas religiones reconocen en su silueta ondulante al mismísmo Maligno. Personalmente, nunca he simpatizado con el colectivo. Me parece sospechoso un ser vivo que, sin tener brazos ni piernas, muestre esa rara habilidad para deslizarse por doquier. Su piel harto dilatable y la velocidad maquinal de sus embestidas hacen el resto. Algunos conservamos un miedo atávico a los ofidios (del griego óphis, ‘serpiente’) que debe de provenir de nuestras primeras y desagradables experiencias como especie. Quién sabe.

El caso es que necesito una explicación urgente tras haber soñado (glups) que vomitaba una serpiente. Recuerdo muy bien la imagen del pequeño reptil amarillo y azulado, saliendo de mis fauces como quien se saca una espina. Sin duda, su anatomía zigzagueante se armoniza fácilmente con las cavidades de los intestinos, y en eso estaría pensando el sádico escribidor de mi insconsciente para concebir una escena tan malsana. ‘Alien’, ‘La cosa’ y otros hits de la ciencia-ficción han demostrado lo traumático que puede llegar a suponer un intruso cobijado en tus propias entrañas. Alguien que no se deja digerir y que ambiciona su propio nido entre las frágiles paredes de tu cuerpo.

No hay foros de Yahoo ni diccionarios de sueños que me saquen de este desvelo. ¿Acaso soy comedor de serpientes en mis sueños? ¿Significa este heroico vómito que me he liberado de una calamidad? ¿Será simplemente una alerta para no consumir pescado crudo y no contraer el anisakis? La fecha maya del fin del mundo está demasiado cerca como para tomar ciertas cosas a la ligera.



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