dilluns, 27 de juliol del 2015

‘Inside Out’: Emociones S.A.

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8

Tarde o temprano, Pixar debía acometer uno de sus retos más interesantes: representar la mente humana. En realidad ya lo había hecho antes, de múltiples maneras, siempre oblicuas (¿qué otra cosa eran los juguetes de ‘Toy Story’ sino una metáfora del mundo interior infantil con sus cajones variopintos?; ¿'Monstruos S.A.' no era al fin y al cabo una proyección de los miedos pueriles y sus armarios oscuros?). Sin embargo, quedaba pendiente plasmar lo mental por sí mismo, sin intermediarios ni metáforas. Los magos que humanizaron coches, peces o juguetes tenían el desafío de personificar emociones. Casi nada.

De entrada nos asalta el déjà vú. Treinta años después de la serie 'Érase una vez... el cuerpo humano', el cerebro vuelve a ser una sala de máquinas, con sus mandos y sus palancas. Ya no lo regenta un sabio anciano de largas barbas, sino cinco geniecillos de colores, cinco emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, furia y asco (falta la sorpresa, quizá se deja para el espectador). Cinco emociones que discuten entre sí y negocian su influencia en la personalidad de la pequeña Riley, como aquellos ángeles y demonios que nos susurraban al oído en la animación de inspiración cristiana, o como los caballos desbocados que traen por la calle de la amargura al auriga platónico, esforzado gobernador del alma humana.

El quinteto multicolor no es especialmente original, a excepción de la Tristeza, una gordezuela depresiva altamente achuchable, y quizá de la Alegría, una Campanilla posmoderna de irresistible gestualidad. El potencial creativo de la película se encuentra más bien en el caudal de ocurrencias y representaciones sobre los distintos e ignotos territorios de la psique: el sueño, el olvido, el inconsciente, la memoria a largo plazo o incluso el pensamiento abstracto, lugares por donde Pete Docter y compañía pasan con una encomiable osadía y sentido del humor. Quizá 'Inside Out' no es perfecta, quizá no es redonda, pero es una magistral sucesión de gags, una despampanante inflación de ideas, incluso demasiadas. Funciona más cuando se pone freaky y extravagante que en los momentos sensiblones marca de la casa (de la casa madre Disney, claro).

En su regresión infantil, los amigos del flexo también parecen añorar la vivacidad de los cartoon antiguos. Si las formas del cine digital suelen pecar de rigidez, de acabados fríos, los personajes de 'Inside Out' tienen perfiles difuminados, se mueven y se deforman con mayor elasticidad de lo habitual, y atención, hasta pueden llorar chucherías -bienvenidos caprichos de la animación, que creíamos olvidados-. El personaje del amigo imaginario, con su anatomía imposible, sintetiza mejor que ninguno esa inclinación dadaísta de la película, o mejor, la nostalgia por esa infancia hecha de extraños materiales de derribo.

‘INSIDE OUT’ (del revés), DE PETE DOCTER
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