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divendres, 1 de juliol del 2011

El 'Gernika', una Natividad medieval del siglo XX

 
Joan Pau Inarejos
Sin ánimo de exhaustividad ni rigor académico, propongo aquí contemplar el 'Gernika' de Picasso (1937) como una reinterpretación moderna y paradójica de la escena de la Natividad cristiana, con un primitivismo que permite enlazar el famoso cuadro bélico con algunas obras del románico. No sólo nos fijaremos en las pinturas del nacimiento de Jesús, sino también en los bestiarios, los martirios y los temas apocalípticos comprendidos aproximadamente entre los siglos X y XIII. Para establecer este paralelismo abordaremos tres aspectos del cuadro: la madre y los personajes sufrientes, los animales y la presencia de la luz. En todos los casos, Picasso parece inspirarse en los personajes y modelos iconográficos medievales, pero transmuta radicalmente su actitud: de la esperanza navideña y el asombro ante la Creación, se pasa al crudo desengaño de la guerra moderna y sus daños cósmicos.
LA MADRE Y LOS SUFRIENTES
La figura de la madre desesperada del 'Gernika', con el hijo muerto en brazos, es nuestro primer foco de atención y la planteamos aquí como un reverso atormentado de la Virgen María acunando al niño Jesús, ya sea en la versión maternal de Santa Maria d’Avià o en la mayestática de Santa Maria de Taüll. Añádase aquí una peculiaridad: Picasso parece anticipar ucrónicamente el episodio barroco de la Piedad: la criatura acaba de nacer y ya ha sido sacrificada (un ejercicio literario similar lo encontramos en el poema ‘San Gabriel’ de Federico García Lorca, donde el ángel ya profetiza melancólicamente las heridas de la crucifixión). De forma abrupta, la esperanza navideña parece dar paso a la muerte de Dios anunciada por Friedrich Nietzsche y propiciada por el contexto bélico; en este caso el bombardeo de la ciudad vasca de Gernika durante la Guerra Civil española.
Siguiendo con el símil natalicio, los personajes que se arrastran hacia el centro del cuadro, con su gestualidad exagerada, bien podrían ser reviviscencias de los pastores y los magos en las escenas de la Adoración y la Epifanía. La postura arrodillada, casi reverencial, de la mujer que se acerca desde la esquina inferior derecha, o las manos alzadas de la persona atrapada en llamas, parecen acreditar una singular vecindad iconográfica entre la pose de la bendición y la de la desesperación.
El sufrimiento de la guerra moderna se expresa aquí con una crudeza y desnudez que recuerda las secuencias martiriales de los santos en la plástica románica, donde no se ahorran mutilaciones ni escenas de dolor brutal. Véase, por ejemplo, el expresionismo descarnado del frontal de Santa Julita i Sant Quirze, conservado en el MNAC, o el frontal de Santa Margarida de Vilaseca, expuesto en el Museu Episcopal de Vic.
Fuera del ámbito románico, el personaje atrapado en el incendio del ‘Gernika’ nos retrotrae a la iconografía paleocristiana de los jóvenes en medio de las llamas, que seguían bendiciendo a Dios con las manos hacia el cielo, a pesar de las torturas impuestas por el rey Nabucodonosor. En Picasso, la abnegación del creyente puesto a prueba deriva en aflicción desnuda, en sufrimiento per se, pero el estilo directo y despojado es común a ambos.
LOS ANIMALES
En cuanto a los animales que pueblan el ‘Gernika’, Picasso transforma la idílica estampa del buey y la mula en la pareja agónica del toro y el caballo (de nuevo un bóvido y un équido), que patalean alrededor del niño muerto. De nuevo, el artista repite las figuras tradicionales pero trueca radicalmente los rasgos expresivos; mantiene el personaje pero transmuta la actitud. Tomemos como ejemplo el frontal de Santa Maria d’Avià. Si el buey y la mula de la pintura románica aparecen en reposo y calentando al Mesías con su aliento, el toro y el caballo del ‘Gernika’ están presos de un trágico dinamismo y su aliento se congela en grito, tomando súbitamente la forma de lengua-estalactita.
Si los personajes humanos del ‘Gernika’ evocan los martirios románicos, los animales entroncan con los bestiarios, por ejemplo el del gran ‘Tapiz de la Creación’ de la catedral de Girona. En los contextos iconográficos genesíacos, los artistas medievales hallan el pretexto para representar a los animales de forma fantasiosa, con elementos híbridos y en estado de ferocidad precristiana, casi mitológica. Esta bestialidad caótica y agitada es la que recupera Picasso con el toro y el caballo heridos, sólo que aquí el relato ya no es cosmogónico, sino más bien apocalíptico. En el tapiz gerundense, las bestias chapotean bajo la égida luminosa del señor de la Creación; en el ‘Gernika’, patalean bajo el relámpago de la bomba.
LA LUZ
Precisamente, la dialéctica luz-oscuridad tiene una presencia trascendental en el ‘Gernika’ y es el tercer elemento que nos permite leer la obra maestra de Picasso como una Natividad moderna. La obra picassiana y la románica carecen de iluminación natural, y sin embargo la luz aparece constantemente aludida de forma simbólica. El ‘Gernika’ nos brinda dos de estos símbolos: el gran ojo-bombilla que preside la escena y la lámpara que lleva uno de los personajes, saliendo de una obertura cuadrada, para alumbrar los horrores de la guerra.

En el primer caso –la gran pupila resplandeciente-, es inevitable relacionar la imagen con la estrella de Belén de la que nos hablan los evangelios. En el arte románico (Epifanias del frontal de Mosoll y de Santa Maria de Taüll) el astro señala el lugar del nacimiento del Mesías, mientras que la gran bombilla artificial del ‘Gernika’ alumbra el lugar de la muerte.
Además, la expresiva bombilla picassiana parece actualizar los ojos románicos, forzadamente abiertos y almendrados, símbolo de la sabiduría divina y de su poder iluminador. Aquí cabe recordar los ojos augustos de la ‘Maiestas Domini’ (Majestad del Señor) de Sant Climent de Taüll, o las siete pupilas alineadas del ‘Agnus Dei’ (Cordero de Dios), en el mismo conjunto pictórico. Abramos un paréntesis: esta última figura, la del cordero pascual descrito en el libro del Apocalipsis, guarda un cierto parentesco con el caballo del ‘Gernika’. Ambos tienen los ojos dispuestos en forma plana, y ambos concentran un hondo sentido sacrificial. Son la imagen del inocente inmolado y expiatorio.
 
Si nos fijamos, finalmente, en la lamparilla de petróleo sostenida por uno de los personajes humanos del ‘Gernika’, de nuevo podemos evocar un tema apocalíptico, esta vez el de las vírgenes fatuas y las vírgenes prudentes, plasmado en las pinturas murales de Sant Quirze de Pedret, hoy conservadas en el MNAC. Según esta parábola, las jóvenes necias dejan que su lámpara se apague y acaban abandonadas, mientras que las perseverantes avivan el fuego constantemente; logran encontrarse con el novio y celebran las bodas. Novia y novio, desde el Cantar de los Cantares hasta la mística de San Juan de la Cruz, son imagen del alma y Dios, y la luz intermediaria es el símbolo de la fe salvífica (la “llama de la fe”).
En Sant Quirze y en ‘Gernika’, la lámpara tiene un sentido escatológico, apocalíptico; delata la proximidad del ser sagrado y del sacrificio final (en un caso, Cristo, en el otro, el niño muerto). En ambas obras, la luz parpadeante y rudimentaria permite acceder al conocimiento, conocer y desvelar el acontecimiento decisivo. Que uno sea salvador y el otro terrible permite calibrar la distancia psicológica entre la exaltada cosmovisión medieval y el existencialismo desengañado del siglo XX.
JOAN PAU INAREJOS 
FEBRERO 2007 (TEXTO BASE); JULIO 2011 (REESCRITO)  VER DIBUJO
Imágenes: 1) comparativa del 'Gernika' con el frontal de Santa Maria d'Avià 2) comparativa de la maternidad del 'Gernika' con la maternidad de Santa Maria d'Avià y la Piedad de Aquilea, Italia 3) comparativa de los personajes sufrientes del 'Gernika' con 'Los tres jóvenes' de las catacumbas de Santa Priscila de Roma (paleocristiano), el frontal de Santa Julita y Sant Quirze y el ábside de Santa Maria de Taüll, 4) comparativa del buey y el caballo del 'Gernika' con el buey y la mula de Sant Andreu de Sagàs y con un ser fantástico del 'Tapís de la Creació' de Girona, 5) comparativa de la bombilla del 'Gernika' con la estrella de Belén del frontal de Mosoll y el Agnus Dei de Sant Climent de Taüll y 6) comparativa de la lámpara del 'Gernika' con las lámparas de las Vírgenes Prudentes de Sant Quirze de Pedret.

dimarts, 12 de juny del 2007

El Pop Art o los mascadores de chicle

JOAN PAU INAREJOS

El homenaje a las fresas, a la espuma, a las piscinas, a las rubias ordinarias: toda esa refrescante impertinencia hubiera sido imposible en la vieja Europa

Confieso mi debilidad por el Pop Art. El humor desinhibido, el mundo de colores ácidos y reticulas de cómic, la parodia gamberra, el dominio formidable de las técnicas cartelistas y publicitarias, el temperamento urbanita, inestable, multirreferencial, adicto a la cultura de masas, esas cerillas gigantescas de Claes Oldenburg imponiéndose a los peatones de la Vall d'Hebron de Barcelona, y sobre todo el homenaje a las fresas, a la espuma, a las bañeras y las piscinas, a las rubias ordinarias, a las palmeras de California: toda esa refrescante impertinencia hubiera sido imposible en la vieja Europa –¡perdón por citar aquí a Donald Rumsfeld!-, que desde el Romanticismo hasta Antoni Tàpies se toma a sí misma demasiado en serio.

Se dirá que muchos de los grandes artistas del Pop Art son de origen europeo: es cierto, pero el sentido del humor de estos creadores, sus frívolos propósitos y su escandalosa iconografía pertenecen si duda al mundo anglosajón y muy entrañablemente a la jovenzuela nación estadounidense.

Baste comparar a la mujer de la pintura europea –misteriosa, inocente o perversa, hechicera o huidiza- con las ligeras ‘pin-ups’ de Tom Wesselmann o Mel Ramos. Que no se ofendan las feministas, pero la ristra de rubias platino del Pop Art deja a las intrigantes pelirrojas románticas, expresionistas o fauves como risibles antiguallas decimonónicas.

Lo sé, lo sé: son mujeres objeto. O mejor: parodias de mujeres objeto. Ahí reside el humor de los ‘poperos’: no se toman en serio a la modelo. No la adoran ni le encienden velas. Los desvergonzados americanos no creen en las musas ni veneran al Eterno Femenino. Qué escándalo.

Realmente obscenas son las mesas-mujer que diseña Allen Jones para que dejen sus copas los jóvenes dementes de ‘La naranja mecánica’ de Stanley Kubrick. Esos maniquíes blancos a cuatro patas sustentando whiskys y gin-tonics como un Atlas femenino y curvilíneo… ¡imaginad tamaño ultraje en un catálogo de Ikea! O esas azafatas despelotadas de Mel Ramos, montadas sobre puros y plátanos hipertrofiados, rodeando coches y animales de circo como reclamos de un impresentable festín publicitario. La pobre Venus de Botticelli transvestida por Alain Jacquet en un surtidor de gasolina ya es, directamente, para rasgarse las vestiduras.

Ved esas labiudas bañistas de Tom Wesselmann, fumando y degustando cerezas sin más atributos que dos pezones color carmesí. Ni un matiz, ni una expresión, ni un eco de personalidad. Puras muñecas hinchables. Contemplad esos primeros planos descarados de Roy Lichtenstein, donde la viñeta de una joven azorada y cursi de ojos azules se convierte en icono monumental. La quinceañera ilusa deviene reina por un día. El fantasma de Marilyn nos mira melancólico a través de serigrafías interminables…

En vez de romper con la figuración y lanzarse a la noble y ascética aventura abstracta, la generación Pop, vaya por dónde, abre todos los cajones de la figuración y deja la habitación hecha unos zorros. Hace lisa y llanamente lo que le da la gana. David Hockney convierte los brumosos estanques impresionistas en piscinas cuadriculadas. Como una apisonadora, Alan d’Arcangelo se carga el bosque de los románticos alemanes y pone en su lugar un circuito de carreteras y señales de tráfico. El ‘paparazzi’ Alain Jacquet reduce el Desayuno de Manet a una foto robada en papel revista. Las casas portátiles y los muebles bar de Wesselmann y Lichtenstein ponen patas arriba los mojigatos interiores holandeses…

Reivindicado el plástico, el alquitrán y el agua con cloro, los artistas del Pop Art se solidarizan con el hombre de la calle, conductor, turista y fumador empedernido, que íntimamente prefiere ver los semáforos antes que el lucero de la mañana. ¡Alienados!, exclamará el lúcido marxista.

“El arte de los mascadores de chicle está invadiendo las galerías de arte”, se lamenta el crítico Max Kozloff. ¡Flop! Los chiquillos angloamericanos hacen otra burbuja de chicle y esta vez estalla ante las narices de la hermandad abstracta y suprematista. Ahí está Roy Lichtenstein imitando socarronamente la libre pincelada de Jackson Pollock. El ‘action painting’, estela radical de los rebeldes europeos, refugio de los ardientes espíritus románticos, se plastifica y se encuaderna: helo aquí, convertido en un anagrama prefabricado de imprenta. Y el mayor sacrilegio: las cuadrículas sagradas de Pietr Mondrian pasan a decorar los espacios habitables de Wesselmann. El manifiesto vanguardista luce junto al friorífico, las rebanadas de pan de molde y otros enseres de consumo.

Escribo desde un museo de arte contemporáneo cualquiera. Aquí ya nada escandaliza. Pasando entre cristales, blancos y transparencias, atravesando efímeras instalaciones y finalmente perdido en el laberinto de luces azules de una exposición de videoarte, echo de menos las burbujas de chicle. ¡Flop! Y una risa gamberra entre dientes…

JOAN PAU INAREJOS, junio 2007


BIBLIOGRAFÍA
TILMAN OSTERWOLD: 'POP ART' (1990), ED. TASCHEN
KLAUS HONNEF, UTA GROSENICK, ED.: 'POP ART' (2004) ED. TASCHEN

IMÁGENES

DE ARRIBA ABAJO: 1) 'STUDY FOR BEDROOM PAINTING #2' (TOM WESSELMANN, 1967); 2) 'WOMAN IN BATH' ROY LICHTENSTEIN, 1963); 3) 'THE BIGGER SPLASH' (DAVID HOCKNEY, 1967); 4) 'STILL LIFE #20' (TOM WESSELMANN, 1962)

dimecres, 27 de setembre del 2006

Tormento europeo y broma americana















A LA IZQUIERDA, 'BAÑISTA A ORILLAS DEL MAR', DE PICASSO (1932). A LA DERECHA, 'CHICA CON PELOTA DE PLAYA III', DE ROY LICHTENSTEIN (1977)

Una exposición en Nueva York recoge la influencia de Picasso en los artistas estadounidenses. Pese a no haber visitado EEUU nunca, el genio español ejerció una influencia en artistas como
Roy Lichtenstein, Stuart Davis, Willem de Kooning, Arshile Gorky, John Graham, Jasper Jones, Jackson Pollock, David Smith y Max Webber. Museo Whitney de Arte, Nueva York, 27/9 a 28/1 2006.

dilluns, 25 de setembre del 2006

Cruces negras














A LA IZQUIERDA, 'CRUZ NEGRA' DEL RUSO KASIMIR MALEVICH. A LA DERECHA, ICONO RUSO DE SAN BASILIO EL GRANDE. LLEVA EL CARACTERÍSTICO PALIO EPISCOPAL, CON CRUCES ESTAMPADAS.

diumenge, 24 de setembre del 2006

"La festa s'ha acabat"


La Primera Guerra Mundial posa el progrés tecnològic al servei de la mort i la destrucció. Les fantasies futuristes s’enfosqueixen i apareixen noves propostes artístiques més enllà de la raó. Sovint és la pròpia intel·ligència que desvetlla les realitats més obscures, tant al camp de batalla com a l’estudi de l’artista (« El somni de la raó produeix monstres », diu Goya).

S’acaba un període llarg de pau, cinquanta anys que afavoreixen d’una banda l’esteticisme i la ‘joie de vivre’ (modernisme, fauvisme) i de l’altra una confiança ingènua en el progrés (cubisme, futurisme). Però « la festa s’ha acabat », diu Apollinaire. Els fauvistes i pintors lírics integren l’angoixa de la guerra en els seus quadres. El sentit de la tragèdia es manifesta en un art dissociat : colors encara vius i vibrants, però escenes de dolor i crueltat. I pel que fa als cubistes i futuristes, intensifiquen l’estètica de la màquina amb una no menys marcada ambigüitat. La guerra tecnològica tenia un sentit èpic, però aviat es percep amb amargor que la màquina ha esdevingut enemiga de la vida humana. La carn i el ferro lluiten, es contraposen i fins i tot es fusionen en els ‘cossos metal·litzats’ de Léger.















L’abstracció,
amb la seva fredor i puresa, es revela insuficient per narrar els desastres físics i morals de la guerra. És cert que alguns abstractes ho intenten, com Màlevitx amb la seva ‘Creu negra’, però les crides a la modernitat abstracta no s’adeqüen, tampoc, a les necessitats polítiques del moment. De forma emblemàtica, l’avantguarda russa (constructivisme) fracassa davant el ‘realisme social’ soviètic. La figuració, la monumentalitat fins i tot, torna per imperatius socials.

El corrent que més desenvolupa el tema de l’horror és l’expressionisme, i Alemanya és el país on hi té una major implantació. El centre d’Europa viu amb especial dramatisme l’esquinçament i la descomposició psicològica de la modernitat (Nietzsche, Freud). Després d’una primera generació, relativament serena (Heckel, Kirchner, ‘Die brücke’, ‘Der blaue reiter’), l’expressionisme a partir de 1914 incorpora l’angoixa i l’horror de la guerra (Oskar Kokoschka). Una tercera fornada, el ‘realisme expressionista’ o ‘nova obectivitat’ se centra en la crònica social de la postguerra (Gromaire, Dix, Grosz, Beckmann), sovint de perfils grotescos i caricaturescos. Destaca el tema de la recomposició mecànica de la vida truncada: les pròtesis, els mutilats.



Que el temps accelerat de la primera avantguarda s’ha deturat ho veiem en els paisatges de Giorgio de Chirico. L’artista, pioner del surrealisme, congela el temps en els seus espais amplis i solitaris. És un espai construït, modern, però no en base al moviment sinó al silenci i la suspensió. I mentre l’expressionisme mostra les imatges crues de l’horror amb urgència existencial, a Zurich un grup d’intel·lectuals crea un refugi artístic. El dadaisme és un ‘cementiri d’idees’, síntesi i mort del moviment modern. No és un art esquinçat sinó un art de l’absurd, de la raó que il·lumina la des-raó. Il·lustra com el paroxisme intel·lectual acaba conduint al no-res.

JOAN PAU INAREJOS.
CURS D’ART DEL SEGLE XX DE MIQUEL MOLINS (UAB, 2005).

FOTOS: 1) 'PRESAGIS DE LA GUERRA O LA NÚVIA DEL VENT', DE KOKOSCHKA 2) EL ROBOT, DE LA CONFIANÇA A LA MELANGIA. 'FORMES ÚNIQUES EN LA CONTINUÏTAT DE L'ESPAI' DE BOCCIONI (VISIÓ UTÒPICA) I 'EL TROVADOR' DE CHIRICO (VISIÓ DECADENT) 3) 'MISTERI I MELANGIA EN UN CARRER', DE CHIRICO.

1) i 3) L'ESPAI AGITAT I PREMONITORI DE KOKOSCHKA DÓNA PAS A L'ESPAI SOMORT DE POSTGUERRA DE CHIRICO. L'UN ENCARA ESTÀ ENCADENAT A L'EXCITACIÓ DE LES AVANTGUARDES. L'ALTRE ANUNCIA EL MARASME ONÍRIC DEL SURREALISME.


dimarts, 6 de juliol del 2004

El románico: moderno sin saberlo


Una pintura millonaria en sustancia, en emoción profunda, en un lenguaje plástico altamente sugestivo. Un arte incisivo e intenso en el que lo esencial de la pintura no ha sido sacrificado a las exigencias de la realidad y que posee una fuerza elemental puramente autóctona y situada en las antípodas del idealismo italiano y de la espiritualidad francesa.

Y si ustedes, jóvenes vehementes e indoctos, tienen por casualidad una migaja de inteligencia, se darán cuenta al punto de que esa magnífica pintura románica, que con el mínimo de medios de expresión consigue el máximum de intensidad, guarda estrechísima relación con ciertas obras pertenecientes a esa pintura llamada 'moderna', que a ustedes les subleva, les sulfura, les saca de sus casillas o les hace reír destempladamente...

Los 'deformadores' actuales... pueden alegar los precedentes de los Románicos, en tanto que los adeptos de la pintura imitativa, de la famosa 'grande tradición del objetivismo' sólo pueden invocar un número muy reducido de estatuas helénicas y cuatro siglos de pintura europea.

Arnau Puig, Històries de Dau al Set, 140 / foto: fragment del frontal de Santa Margarida de Vilaseca: el dimoni intenta devorar la noia però surt de les seves entranyes i el venç.