Dice Lipovetsky: “La falta de atención de los alumnos es como la conciencia telespectadora, captada por todo y nada, excitada e indiferente a la vez”
La exaltación del capricho permite situar las dos últimas piezas de la adivinanza: el aumento de las adicciones y la falta de atención de los alumnos en les aulas. La proliferación de deseos crea personalidades caprichosas que soportan muy mal el aplazamiento de la satisfacción y la frustración. El marco del mercado opulento es adictivo, restringe la libertad, aunque al hacer posible la elección entre productos, enmascara esa reducción. Además, como señala Lipovetsky, la insistencia en el deseo y en la consumación del deseo, ese hedonismo ‘light’ que define nuestra cultura, y que identifica placer con diversión, desprestigia el esfuerzo.
Deleuze –uno de los creadores de la “filosofía del deseo”- definió al ser humano como un “haz de maquinitas deseantes”, plurales, inconexas y contradictorias. Éste el cliente ideal del mercado opulento. Nietzsche había indicado mucho antes que la “pluralidad y la desagregación de los impulsos, la falta de un sistema entre ellos, desemboca en una ‘voluntad débil’”. La ideología del deseo provoca un desmenuzamiento del Yo, un ‘zapping’ deseante. Lipovetsky comenta: “La falta de atención de los alumnos, de la que todos los profesores se quejan hoy, no es más que una de las formas de esa nueva conciencia ‘cool’ y desenvuelta, muy parecida a la conciencia telespectadora, captada por todo y nada, excitada e indiferente a la vez. El Yo ha sido pulverizado en tendencias parciales según el mismo proyecto de la desagregación que ha hecho estallar la sociabilidad en un conglomerado de moléculas personalizadas”. En la sociedad del capricho, la atención se vuelve caprichosa.
JOSÉ ANTONIO MARINA: ‘LAS ARQUITECTURAS DEL DESEO’ (2007)
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