dijous, 18 de desembre del 2008

Quiero ser cuerpo

No ser un alma errante, sino reconstituirse en el cuerpo: es lo que ambiciona aquí Unamuno, siempre fascinado por el católico y misterioso dogma de la resurrección de la carne. Los griegos, preñados de sentido común, jamás concibieron un cuerpo eterno, y de ahí que apenas esbozasen las fláccidas almas desnortadas del Tártaro, quizá el origen iconográfico de los fantasmas.

MIGUEL DE UNAMUNO

Lo que en rigor anhelamos para después de la muerte es seguir viviendo esta vida, esta misma vida mortal, pero sin sus males, sin el tedio y sin la muerte. Es lo que expresó Séneca, el español, en su Consolación a Marcia (XXVI); es lo que quería, volver a vivir esta vida: ista moliri. Y es lo que pedía Job (XIX, 25-27), ver a Dios en carne, no en espíritu. ¿Y qué otra cosa significa aquella cómica ocurrencia de la vuelta eterna que brotó de las trágicas entrañas del pobre Nietzsche, hambriento de inmortalidad correcta y temporal?

(...) El que duerme, vive, pero no tiene conciencia de sí; ¿y apetecerá nadie su sueño así eterno? Cuando Circe recomienda a Ulises que baje a la mo rada de los muertos, a consultar al adivino Tiresias, dícele que este es allí, entre las sombras de los muertos, el único que tiene sentido, pues los demás se agitan como sombras (Odisea, X, 487-495). Y es que los otros, aparte de Tiresias, ¿vencieron a la muerte? ¿Es vencerla acaso errar así como sombras sin sentido?


MIGUEL DE UNAMUNO, ‘DEL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA’ (1913)

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