por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5
Forrest Gump se ha puesto serio. Ya no es aquel candoroso borderline de los años 90, que protagonizaba un épico cuento de hadas entre algodones voladores y bombas de Vietnam. Si Tom Hanks recorría toda Norteamérica en pos del amor, aquí ocurre todo lo contrario: Leonard, el joven trastornado que interpreta Joaquin Phoenix en 'Two lovers', concibe su sueño romántico sin apenas salir de las asfixiantes fronteras de su piso de Brooklyn, donde vive con sus padres sobreprotectores.
Phoenix convence intensamente con su personaje de soltero sufrido, desequilibrado y crónicamente infantilizado. Lejos de la caricatura o la compasión barata, lejos de tantos playboys hollywoodienses, Leonard es lo más parecido a un pelele, un hijo de mamá caído en desgracia que un buen día visualiza el Nirvana al contemplar a su neurótica vecina, una rubia llamada Michelle.
Gwineth Paltrow es quien pone rostro a esta vecina del bloque, urbanita y desenfadada pero profundamente escurridiza y enganchada a los hombres, al estilo de las musas clásicas de Woody Allen (Diane Keaton y compañía). Al igual que la tentación rubia, Michelle vive en el piso de arriba, como una cercana fascinación palpitante que encenderá las fantasías voyeurs del bueno de Leonard. Pero ay. Sus padres ya han dispuesto otro futuro para él. Un porvenir hogareño, un trabajo estable y una mujer mucho más formal y predecible.
El director James Gray resuelve este triángulo amoroso con una elegancia digna de elogio, acercándonos la humanidad de todos estos bichos raros (tan cotidianos por otra parte) que intentan navegar entre su realidad y sus afectos escondidos con una entrañable impotencia, en escenarios tan poco comunes como una comunión judía o una terraza fría y ventosa. Saborearán esta cotidianeidad freaky, este encantador realismo de los perdedores, los que disfrutaron leyendo las andanzas de Holden Caulfield en aquel 'Guardián entre el centeno' del misterioso y recién fallecido Jerome David Salinger.
Cierto que la lentitud, la falta de estridencias y la paciencia psicológica de 'Two lovers' llega a hacerla aburrida en algunos de sus tramos (muchos acudirán engañados con los kleenex para llorar con un típico melodrama), pero a Gray jamás le tiembla el pulso en su peculiar y carismática galería humana, donde también hay que incluir una madre severa que acabará revelando su lado más amoroso, fantásticamente interpretada y casi fabricada por Isabella Rossellini. Rehuyendo desenlaces complacientes, la película nos da un brochazo de melancolía: no siempre se puede salir de la jaula, y quien sabe si Forrest Gump deberá, como en la canción de Serrat, "menjar-se el que es troba pel carrer".
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Phoenix convence intensamente con su personaje de soltero sufrido, desequilibrado y crónicamente infantilizado. Lejos de la caricatura o la compasión barata, lejos de tantos playboys hollywoodienses, Leonard es lo más parecido a un pelele, un hijo de mamá caído en desgracia que un buen día visualiza el Nirvana al contemplar a su neurótica vecina, una rubia llamada Michelle.
Gwineth Paltrow es quien pone rostro a esta vecina del bloque, urbanita y desenfadada pero profundamente escurridiza y enganchada a los hombres, al estilo de las musas clásicas de Woody Allen (Diane Keaton y compañía). Al igual que la tentación rubia, Michelle vive en el piso de arriba, como una cercana fascinación palpitante que encenderá las fantasías voyeurs del bueno de Leonard. Pero ay. Sus padres ya han dispuesto otro futuro para él. Un porvenir hogareño, un trabajo estable y una mujer mucho más formal y predecible.
El director James Gray resuelve este triángulo amoroso con una elegancia digna de elogio, acercándonos la humanidad de todos estos bichos raros (tan cotidianos por otra parte) que intentan navegar entre su realidad y sus afectos escondidos con una entrañable impotencia, en escenarios tan poco comunes como una comunión judía o una terraza fría y ventosa. Saborearán esta cotidianeidad freaky, este encantador realismo de los perdedores, los que disfrutaron leyendo las andanzas de Holden Caulfield en aquel 'Guardián entre el centeno' del misterioso y recién fallecido Jerome David Salinger.
Cierto que la lentitud, la falta de estridencias y la paciencia psicológica de 'Two lovers' llega a hacerla aburrida en algunos de sus tramos (muchos acudirán engañados con los kleenex para llorar con un típico melodrama), pero a Gray jamás le tiembla el pulso en su peculiar y carismática galería humana, donde también hay que incluir una madre severa que acabará revelando su lado más amoroso, fantásticamente interpretada y casi fabricada por Isabella Rossellini. Rehuyendo desenlaces complacientes, la película nos da un brochazo de melancolía: no siempre se puede salir de la jaula, y quien sabe si Forrest Gump deberá, como en la canción de Serrat, "menjar-se el que es troba pel carrer".
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