Joan Pau Inarejos
Una de las desgracias que le ha acaecido al legado de George Orwell es que la telebasura ha fagocitado a uno de sus personajes más emblemáticos. Hoy, en el imaginario de mucha gente, Gran Hermano ya no significa el terrorífico Ojo que todo lo ve, sino un programa donde la gente se exhibe voluntaria y prolijamente ante las cámaras. Lo que antes era un canto político contra la opresión ahora designa, en el mejor de los casos, la exaltación de la banalidad cotidiana: jóvenes que matan por un plano y que exhiben sus calzoncillos como nuevas banderas. Sólo la negra ironía de los guionistas permite que esta ceremonia de la nadería se llame igual que la metáfora totalitaria descrita en la novela 1984. Al hilo de un deslizamiento semántico tan espectacular, resulta lúcida la observación de Zygmunt Bauman. También nuestros miedos se han deslizado. Ya no tememos ser espiados; más bien nos atemoriza el hecho de no ser mirados. Si la cámara me graba, si la pantalla me incluye, es que existo.
Zygmunt Bauman
Entrevista de Justo Barranco en ‘La Vanguardia’, 8/9/2013
Algunos medios hablan de la situación actual aludiendo al Gran Hermano de Orwell. ¿Le parece que lo es?
No es una buena metáfora. El Gran Hermano respondía al panóptico de Bentham. Mantener a todos bajo control. Si lees 1984, la frase es “¡Gran hermano te vigila!” En la obra no sabes cuándo te miran a través de la televisión, tienes la impresión de que estás siempre bajo control. Aunque no tengas, te comportas como si estuviera ahí. Era el instrumento de vigilancia en el periodo de la historia donde, de acuerdo con Hannah Arendt, había una inclinación totalitaria escondida en el poder (…).
Estamos en una era diferente. Hoy la gente tiene miedo de algo completamente diferente, de lo opuesto: de ser dejada a solas, excluida, desechada. Si alguien está interesado en ellos están contentos. La frase “el Gran Hermano te vigila” ya no es una amenaza. La gente piensa: están interesados en mí; tantos me abandonaron, escribí un centenar de solicitudes de trabajo y nadie me respondió, han dejado que me las apañe como pueda y de repente hay alguien por fin muy interesado en lo que hago.
De hecho, la reacción al espionaje masivo ha sido notable en los medios de comunicación pero en la opinión publica no.
Ha permanecido indiferente, sin interés (…). Y la grandeza de gente como Orwell o Huxley es que captaron los miedos de su generación. Recuerdo cuando apareció 1984: hablaba de lo que yo tenía miedo, pero no es lo mismo hoy. Esos mierdos no causan pesadillas a las generaciones más jóvenes. Tienen miedo de ser abandonados por su campañero, de perder el trabajo, ser innecesarios para la economía, perder su casa… esos son los miedos”.
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