por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 4
A finales de la década de los 60, en pleno florecimiento de la cultura de las drogas, John Lennon compuso Lucy in the sky with diamonds. Los más avispados enseguida vieron una posible inspiración psicotrópica en las iniciales (LSD) de esta canción sobre una doncella que vuela entre cielos de mermelada. La ‘Lucy’ filmada por el francés Luc Besson también parece concebida bajo el efecto de alguna sustancia ilegal. Pero lo que produjo una obra maestra en la mente de los Beatles aquí genera un bodrio apenas salvado por el sentido del humor. Para más inri, la premisa es: ¿qué ocurriría si utilizásemos el 100% del cerebro?
El conejillo de Indias de este experimento es Scarlett Johansson, en modo me gusto más que nunca. Para que no haya ninguna duda, nos recuerda constantemente que es Scarlett Johansson con una nutrida galería de mohínes, morritos y pucheritos. Tanta estrellitis se atañe poco a un personaje que debe sangrar, vomitar, retorcerse de dolor tras una paliza, desintegrarse por obra de una tormenta celular, o directamente disolverse para convertirse en un pendrive (!). La dejan hecha puré, pero ella sigue con su postureo facial, saboreando el pastizal que va a cobrar. Hay actores que no actúan: suman ceros.
Lanzando un guiño al australopithecus Lucy (a su vez bautizada así en honor a los Beatles), la película empieza en un tono simpáticamente cafre. La protagonista, una joven vulgar del extrarradio, se ve involucrada en un lío de mafiosos chinos que esperan la llegada de un misterioso maletín. Besson no parece tormarse muy en serio el encontronazo y va insertando escenas de depredadores acechando a sus víctimas. Un montaje metafórico que anticipa la máxima aspiración de la película: más que una obra de ciencia ficción, un gag biológico. Una broma darwiniana-kubrickiana.
El problema es que 'Lucy' no clarifica lo suficiente sus intenciones y va desafinando constantemente entre la vocación freaky, las ínfulas filosóficas y las pretensiones comerciales. Mientras la muchacha va aumentando su inteligencia -20%, 30%, 40%...- no sabemos si estamos viendo Matrix 4, 'El árbol de la vida' o una de Jackie Chan. Los villanos son paródicos hasta el sonrojo, los policías evocan el peor telefilm casero y Morgan Freeman, como siempre, aporta la luz y la sabiduría (siempre lo imaginamos vestido de blanco, sea haciendo de médico, de Dios o de alter ego de Nelson Mandela).
Dinosaurios, explosiones cósmicas y otras exhibiciones poco justificadas de efectos especiales se pasean por esta función de circo, pésimamente resuelta. El director de 'El quinto elemento' se hace reo de un crescendo argumental que no sabe culminar y por el camino se deja una increíble cantidad de palabrería seudometafísica. Se intuye algo interesante en esa vocación de la materia inteligente de ser ubicua, de estar en todas partes. Pero si aprecian su salud, mejor no vayan a verla. Droga mala.
‘LUCY', DE LUC BESSON
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