por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8,5
¿Todos llevamos un asesino dentro? La premisa no es muy reconfortante, y sin embargo no pocos filósofos y escritores vienen advirtiéndonos desde hace siglos sobre la potencialidad homicida que anida en todo ser humano puesto al límite: homo homini lupus. Puesto al límite. Esta es la parte clave del enunciado, y la que explota paroxísticamente el director argentino Damián Szifrón en esta colección de seis episodios llamados a convertirse en un clásico de la comedia negra. Ante la muerte, ya se sabe, sólo podemos llorar o reír. La vida nos impele a lo primero; el cine, a veces, permite lo segundo.
Seis episodios o seis maneras de morir, física o psíquicamente –hasta aquí podemos leer– es lo que nos proponen estos ‘Relatos salvajes’, sin conexión argumental entre sí, más allá de su libérrima, clínica e irónica vivisección de las miserias humanas. Sin distinción de clases: por el bisturí pasan desde un empleado quemado por las multas de tráfico (Ricardo Darín contra la burocracia kafkiana) hasta un millonario dispuesto a todo para preservar su honor frente a un asunto de sangre (soberbio Oscar Martínez, en este rotundo estudio moral con ecos de los ‘Delitos y faltas’ woodyallenianos), pasando por un ajuste de cuentas en un restaurante de carretera (el matarratas como arma química de la plebe) o una boda apoteósica donde la sangre se mezclará con la nata (Érica Rivas da más miedo que la novia de ‘Rec 3’, que ya es decir). Yuppies, funcionarios, redes sociales, psicoanalistas… nadie se salva de la quema en estas fallas satíricas, con un fondo lúcido y pesimista que no nos impide echar unas sanísimas carcajadas entre llamarada y llamarada.
Como el mejor autor de relatos breves, Szifrón maneja con maestría el crescendo en cada una de sus minipelículas, que no son sino dispositivos de tensión, vecinos de los que fabrica Tarantino, pero más lineales y precisos, preparados para estallar en diferentes direcciones (cómo, por ejemplo, un pique de carretera puede derivar en una guerra a brazo partido, versión hilarante del Duelo a garrotazos de Goya). Al término de cada acto ya estamos imaginando cómo reaccionará la siguiente cobaya humana, qué encrucijada moral deberá atravesar nuestro protagonista o en qué apuros escatológicos se va a ver –sí, sí, también hay mierda– suciamente inmiscuido. Una dirección de lujo y un reparto brillante hacen el resto. Si alguien quiere buscar un defecto o una sola debilidad en esta pequeña obra maestra, está en su pelotudo derecho de perder el tiempo.
‘RELATOS SALVAJES’, DE DAMIÁN SZIFRÓN
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