por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8
Nota: 8
‘Bodas de sangre’ es como se podría haber llamado ‘[REC] 3’ –recuerden: aquella boda donde los novios se comían, literalmente, a besos–, y, de hecho, parece un guiño de humor negro que Leticia Dolera aparezca ahora en la adaptación de la célebre tragedia de Federico García Lorca. Esta vez quien se viste de blanco es la actriz valenciana Inma Cuesta, y las nupcias no son terroríficas, pero sí tremendamente desgarradas, pasionales, henchidas de colores trágicos. Llega La Novia.
Lejos de hacer un calco teatral o una versión afectada de la obra del poeta granadino, la directora Paula Ortiz consigue lo más difícil: convertir el texto en pura sustancia cinematográfica. Resuenan, ineludiblemente, los versos escritos por Lorca, pero, sobre todo, cobran vida: relinchan los caballos negros, palpamos los cristales afilados con las yemas de los dedos, sentimos la tentación mortal de la luna lunera (la atracción fatal de la novia por el astro recuerda a 'Melancholia' de Lars von Trier). La puesta en escena es tan sensual y sensorial que cuesta no rendirse a ella, y el montaje, espléndido, fluctúa como la lírica del autor: ahora cortante, ahora contemplativo, ahora hipnótico. La Novia es Lorca en fotogramas.
Desde el arranque, con la muchacha tendida en un extraño lecho de barro y sangre, hasta el final, con esa metáfora del paso del tiempo a través del cristal, la directora hace gala de un talento visual fuera de serie, y la concatenación de imágenes nos atrapa casi sin necesidad de palabras. Lo previsible del argumento, los clichés de la España rural o lo mal que se oyen algunos diálogos susurrados quedan barridos por el torbellino artístico de la película. ¿El envoltorio se come la historia? Tal vez. ¿La forma devora el contenido? Seguramente, pero eso es algo que hacía maravillosamente el de Fuente Vaqueros.
Hay dos escenas que deberían conservarse en el Museo del Prado del cine español, de existir algo parecido (todo es ponerse). Una es la danza alrededor del fuego, el momento en el que cesan repentinamente los cantos y vemos a la protagonista frente a frente con el causante de sus ardores (olvidemos por un momento que el actor parece salido de 'Pasión de gavilanes'). La otra es la entrada de la novia en el taller del vidrio, cuando todo lo que hay a su alrededor estalla y se ve envuelta en una constelación de astillas transparentes. 'Blancanieves' de Pablo Berger y 'La novia' de Paula Ortiz. Dos obras pictóricas, flamencas, dos homenajes al cine que se parecen misteriosamente desde su inconmensurable lejanía temática y referencial. ¿Para cuándo un 'Romancero gitano' en blanco y negro?
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