Aún somos tributarios de los cátaros, como atestiguan todos los espiritualismos modernos
Estamos dentro de un amable hogar burgués. Todo permanece en orden y calmado. En la blanca pared se recorta la silueta embarazada de la señora de la casa. Imposible dudar de su condición de fiel esposa, erguida y monumental sobre sus largas faldas. Pero ha pasado algo. Lo vemos en su rostro. Es la ‘Joven de azul leyendo una carta’, de Vermeer.
En el corazón mal casado de la ‘chica de azul’ late el ardor del adulterio, la fantasía disociadora como lo opuesto a los rigores corporales y jurídicos del matrimonio. Fue el cristianismo quien instituyó el matrimonio como la imagen del amor perfecto (ágape), de Cristo encarnado en su Iglesia. El cristianismo, según Denis de Rougemont, precipta “el abandono del egoísmo, del yo de deseo y angustia”. Se acabó el Big Bang, el deseo angustioso, y llegó la querida inercia de los planetas.
Pero los casados siguen soñando con el riesgo (eros). Su ansiedad aguda, la claustrofobia del alma prisionera del cuerpo, viene lejanamente de Platón y cristaliza en el siglo XII con la herejía cátara. La ‘carta del amante’ de los albigenses introduce el desorden en el hogar de la cristiandad, destruye por dentro el pacto familiar, y es brutalmente reprimida. “La cruzada contra los albigenses destruyó las ciudades de los cátaros, quemó sus libros, masacró y quemó a las poblaciones que los amaban, violó sus santuarios”. “Y si embargo”, dice Rougemont “aún somos tributarios de esa cultura y de sus doctrinas fundamentales, más de lo que se suele imaginar”: lo atestigua la ‘chica’ de Vermeer y todos los espiritualismos modernos, que hallan eco en el cine y en los best sellers.
"La condena de la carne, en que algunos quieren ver hoy día una característica cristiana, es de hecho de origen maniqueo y herético”. La náusea vegetariana, las estéticas formalistas y abstractas, el mito de la pasión y la belleza interior, són síntomas claros de que también nosotros, como los herejes cátaros, estamos mal casados.
JOAN PAU INAREJOS, sobre el libro de DENIS DE ROUGEMONT, ‘El amor y occidente’, 84 / foto: 'Chica de azul leyendo una carta', de Jan Vermeer
Estamos dentro de un amable hogar burgués. Todo permanece en orden y calmado. En la blanca pared se recorta la silueta embarazada de la señora de la casa. Imposible dudar de su condición de fiel esposa, erguida y monumental sobre sus largas faldas. Pero ha pasado algo. Lo vemos en su rostro. Es la ‘Joven de azul leyendo una carta’, de Vermeer.
En el corazón mal casado de la ‘chica de azul’ late el ardor del adulterio, la fantasía disociadora como lo opuesto a los rigores corporales y jurídicos del matrimonio. Fue el cristianismo quien instituyó el matrimonio como la imagen del amor perfecto (ágape), de Cristo encarnado en su Iglesia. El cristianismo, según Denis de Rougemont, precipta “el abandono del egoísmo, del yo de deseo y angustia”. Se acabó el Big Bang, el deseo angustioso, y llegó la querida inercia de los planetas.
Pero los casados siguen soñando con el riesgo (eros). Su ansiedad aguda, la claustrofobia del alma prisionera del cuerpo, viene lejanamente de Platón y cristaliza en el siglo XII con la herejía cátara. La ‘carta del amante’ de los albigenses introduce el desorden en el hogar de la cristiandad, destruye por dentro el pacto familiar, y es brutalmente reprimida. “La cruzada contra los albigenses destruyó las ciudades de los cátaros, quemó sus libros, masacró y quemó a las poblaciones que los amaban, violó sus santuarios”. “Y si embargo”, dice Rougemont “aún somos tributarios de esa cultura y de sus doctrinas fundamentales, más de lo que se suele imaginar”: lo atestigua la ‘chica’ de Vermeer y todos los espiritualismos modernos, que hallan eco en el cine y en los best sellers.
"La condena de la carne, en que algunos quieren ver hoy día una característica cristiana, es de hecho de origen maniqueo y herético”. La náusea vegetariana, las estéticas formalistas y abstractas, el mito de la pasión y la belleza interior, són síntomas claros de que también nosotros, como los herejes cátaros, estamos mal casados.
JOAN PAU INAREJOS, sobre el libro de DENIS DE ROUGEMONT, ‘El amor y occidente’, 84 / foto: 'Chica de azul leyendo una carta', de Jan Vermeer
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada