La televisión es maestra en prospectiva, en profecías auto-cumplidas. Bajo su influencia cambiamos los hechos consumados por el placer de la anticipación: constantemente nos anuncia posibilidades, hechos que prometen grandeza, aunque luego no sucedan. Algo que también ocurre al informar sobre la gripe aviar, epidemia posmoderna por excelencia: ni siquiera el Sida, mucho más eficaz en su labor de arcángel mortífero, gozó de tanta anticipación noticiosa. La epidemia ocurre y no ocurre, se nos insinúa pero no llega; es como una media naranja perfecta: sabemos que existe, la soñamos… pero no nos duele, no nos mortifica.
De igual modo, la gripe aviar se ha hecho un lugar en los medios al servicio de nuestro afán inocuo de emociones y miedos en una sociedad que vive cada vez con mayor confort y necesita terrores sofisticados que amenacen su bienestar para apreciarlo. Apocalípticos de toda condición hacen sus cábalas en los informativos para determinar cuándo comenzará la masacre, en una muestra fehaciente de cómo los medios han tomado el relevo a la religión en el relato del Fin del Mundo.
Y es que la religión catódica se ha demostrado capaz de improvisar una narración escatológica más objetiva y cientifista que la cristiana, cuya lectura del signo de los tiempos ha fracasado sucesivamente en manos de San Juan, los Adventistas o los Testigos de Jehová.
Frente a los agoreros tradicionales, el relato aséptico non-stop de la CNN resulta imbatible, pues “la gran mayoría de interpretaciones del Apocalipsis presuponen que el fin está bastante próximo” y, en consecuencia, la información minuto a minuto es una gran ventaja, pues “es necesario revisar constantemente la alegoría histórica, por cuanto el tiempo le resta credibilidad” (Frank Kermode). Necesitamos un desenlace: somos seres narrativos.
Vivimos bajo el influjo de la religión cristiana, que “es la más ansiosa, la que ha colocado un mayor énfasis en el miedo a la muerte”. Y el relato televisado de la gripe aviar es una excelente catarsis. Las imágenes de entierros masivos de gallinas nos hacen presagiar el momento en que las aves serán sustituídas por hombres.
DAVID BARBA, Culturas, La Vanguardia, 15/6/2006
De igual modo, la gripe aviar se ha hecho un lugar en los medios al servicio de nuestro afán inocuo de emociones y miedos en una sociedad que vive cada vez con mayor confort y necesita terrores sofisticados que amenacen su bienestar para apreciarlo. Apocalípticos de toda condición hacen sus cábalas en los informativos para determinar cuándo comenzará la masacre, en una muestra fehaciente de cómo los medios han tomado el relevo a la religión en el relato del Fin del Mundo.
Y es que la religión catódica se ha demostrado capaz de improvisar una narración escatológica más objetiva y cientifista que la cristiana, cuya lectura del signo de los tiempos ha fracasado sucesivamente en manos de San Juan, los Adventistas o los Testigos de Jehová.
Frente a los agoreros tradicionales, el relato aséptico non-stop de la CNN resulta imbatible, pues “la gran mayoría de interpretaciones del Apocalipsis presuponen que el fin está bastante próximo” y, en consecuencia, la información minuto a minuto es una gran ventaja, pues “es necesario revisar constantemente la alegoría histórica, por cuanto el tiempo le resta credibilidad” (Frank Kermode). Necesitamos un desenlace: somos seres narrativos.
Vivimos bajo el influjo de la religión cristiana, que “es la más ansiosa, la que ha colocado un mayor énfasis en el miedo a la muerte”. Y el relato televisado de la gripe aviar es una excelente catarsis. Las imágenes de entierros masivos de gallinas nos hacen presagiar el momento en que las aves serán sustituídas por hombres.
DAVID BARBA, Culturas, La Vanguardia, 15/6/2006
* El 24 de octubre de 2005 el Reino Unido confirma la muerte de un loro infectado por virus HC51, episodio que desata la alarma por la gripe aviar.
Trenía una pregunta para Morgar. Qué problema tienes últimamente con las "pajas mentales". Gracias.
ResponEliminaJP