MIGUEL DE UNAMUNO
"La cristiandad nada tiene que ver con la cultura. Ni con la cultura latina, con c minúscula, ni con la Kultur germánica, con K mayúscula"
[Con la Reforma] empezó la era de las nacionalidades, de la diosa Francia y la diosa Germania (...). Y en adelante podrán unirse los ciudadanos sedicentes cristianos para un fin patriótico, nacional o economicosocial, pero nunca para un fin exclusivamente religioso. El tradicionalismo español enarbolará su lema de "Dios, Patria y Rey". Mazzini clamará "¡Dios y el Pueblo!", pero ese Dios no es el Dios del Cristo que huyó a la soledad de la montaña cuando las turbas lo quisieron proclamar rey.
(...) después de Constantino, cuando empezó la romanización de la cristiandad, cuando empezó a querer convertirse en letra, no el verbo, del Evangelio en algo así como una ley de las Doce Tablas, los Césares se pusieron a querer proteger al Padre del Hijo, al Dios del Cristo y de la cristiandad. Y nació esa cosa horrenda que se llama el Derecho Canónico. Y se consolidó la concepción jurídica, mundana, social del supuesto cristianismo. San Agustín, el hombre de la letra, era ya un jurista, un leguleyo. Lo era San Pablo. A la vez que un místico. Y el místico y el jurista luchaban en él. De un lado, la ley; de otro, la gracia (...).
El Cristo nada tiene que ver ni con el socialismo ni con la propiedad privada. Como el costado del divino antipatriota que fue atravesado por la lanza y de donde salió sangre y agua que hizo creer a un soldado ciego, nada tiene que ver con el Sagrado Corazón de los jesuitas (...).
La cristiandad evangélica nada tiene que hacer con la civilización. Ni con la cultura. Ni con la cultura latina, con c minúscula y curva y redondita, ni con la Kultur germánica, con K mayúscula y de cuatro puntas derechas, como las de un caballo de frisa. Y como sin civilización y sin cultura no puede vivir la cristiandad, de aquí la agonía del cristianismo (...).
La lucha del cristiano, su agonía, no es ni de paz ni de guerra mundanas (...). Nietzsche hablaba de lo que está más allá del bien y del mal. El cristianismo está más allá de la guerra y de la paz. O mejor, más acá que la paz y la guerra (...).
¿Y qué es eso del progreso? ¿Es que la historia tiene una finalidad humana, o, mejor, divina? ¿Es que no se acaba en cada momento? Para el Cristo, y para los que con él creían en el próximo fin del mundo, eso del progreso carecía de sentido. No se progresa en santidad. No se puede ser hoy, en el siglo XX, más santo que se pudo ser en el siglo II o en el IV o en el XI.
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