dissabte, 14 de març del 2009

La novela de la vida


GILBERT KEITH CHESTERTON

"Si un hombre tuviera el control de todo, habría tanto héroe que no habría novela"

La misma civilización, la caballeresca civilización europea que afirmó el libre albedrío en el siglo XIII, produjo esa cosa llamada ficción en el siglo XVIII. Cuando Santo Tomás de Aquino afirmó a libertad espiritual del hombre, creó todas las malas novelas de las bibliotecas circulantes.

Pero para que la vida sera una historia romántica, o un romance, para nosotros, es necesario que gran parte de ella, por lo menos, sea decidida sin nuestro permiso. Eso puede ser un fastidio, si queremos que la vida sea un sistema; pero si queremos que sea un drama, es esencial. Con frecuencia puede ocurrir, sin duda, que el drama haya sido escrito por algún otro que nos gusta muy poco. Pero nos gustaría aún menos si el propio autor apareciera cada hora delante del telón y nos impusiera la fatiga de inventar el siguiente acto. Un hombre tiene el control sobre muchas cosas de su vida; tiene el control sobre suficientes cosas como para ser el héroe de una novela. Pero su tuviera el control de todo, habría tanto héroe que no habría novela.

Y la razón por la que las vidas de los ricos son el fondo tan plácidas y aburridas es simplemente que ellos pueden elegir lo que les acontece. Son aburridos porque son omnipotentes. No sienten la aventura porque pueden hacer las aventuras. Lo que hace que la vida siga siendo romántica y llena de posibilidades ardientes es la existencia de esas grandes limitaciones simples que nos oblgan a todos a enfrentar cosas que no queríamos o que no esperábamos. Es inútil que los altaneros modernos hablen de encontrarse en un ambiente adverso. Estar en un romance es estar en un ambiente adverso. Nacer en esta tierra es nacer en un ambiente adverso, y por consiguiente nacer en un romance (...).

Los modernos imaginan que el romance existiría en su forma más perfecta en un completo estado de lo que ellos llaman libertad. Creen que si un hombre hace un gesto, sería romántico y asombroso que el sol se cayera del cielo. Pero lo que es asombroso y romántico del sol es que no se cae del cielo. Ellos buscan bajo todas las formas y apariencias un mundo en el que no haya limitaciones: es decir, un mundo en el que no haya formas. No hay nada más bajo que el infinito. Ellos dicen que quieren ser fuertes como el universo, pero en realidad lo que quieren es que todo el universo sea tan débil como ellos.

GILBERT KEITH CHESTERTON, 'HEREJES' (1905)


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