dissabte, 24 d’abril del 2010

Mamá en blanco

Una madre sin rostro. ¿Cabe mayor pesadilla filial? No quisiera tirar de autobiografía onírica, pero uno de mis peores sueños infantiles era ir al encuentro de mi progenitora y encontrarla con el semblante, desfigurado, paralizado o contorsionado en forma diabólica. ¿No dicen los psicólogos infantiles que la voz y las facciones maternas son la primera referencia del bebé sobre el inhóspito mundo exterior? El pintor René Magritte ya nos dio cuenta de lo desasosegantes que pueden ser los caminantes sin rostro, con una piel yerma y desértica donde los más mínimos trazos de identidad brillan por su ausencia.

Por eso he pegado un brinco en la silla cuando he visto este anuncio del centro comercial L'Illa (Barcelona) donde se invita a los niños a "dibujar a su madre", algo que podría ser plausible y negociable, incluso simpático, si no fuera por la terribe imagen que ilustra la convocatoria: el busto de una mujer-maniquí en blanco y negro, que se dirige al espectador con la faz completamente borrada. Tan turbadora efigie bien podría anunciar un festival de cine de terror, o una novela de ciencia-ficción sobre androides inacabados o madres robóticas a las que hay que programar ex nihilo, desde cero. Todo menos un candoroso taller infantil.

Aun así, "confiemos que no será verdad nada de lo que sabemos" (Machado) y que los pequeñuelos carezcan de toda noción de iconografía psicoanalítica. De no ser así, la tarde en el centro comercial se puede convertir en un trauma, éste sí, imborrable. 


Joan Pau Inarejos, 24 abril 2010

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