dimarts, 11 de juny del 2013

'Un amigo para Frank': robot, tráeme las pastillas

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8

Un anciano aquejado de Alzheimer revive sus pecados de juventud gracias a un robot de compañía. Ante esta sinopsis corresponde, primero, quitarse el sombrero y después, admitir con los ojos humedecidos que aún quedan historias originales en este gremio del cine amenazado por piratas y productores cobardes. No estamos ante una superproducción, aunque no falten estrellas de relumbrón, sino ante una pequeña comedia dramática ambientada en el futuro. Muy modesta, casi esbozada, y a mucha honra.

¿Ciencia ficción? Poca. El abnegado robot blanco apenas es un catalizador del verdadero e indiscutible señor de la función, un Frank Langella senil, huraño y sin embargo entrañable, un abuelo de Heidi futurista que deberá lidiar con un novísimo asistente del hogar que no había pedido. La naturalidad con que se desenvuelve esta extraña pareja demuestra que el telón de fondo futurista puede ser sencillamente eso, un telón de fondo como cualquier otro, sin necesidad de gesticulaciones paracientíficas ni invocaciones del espíritu de George Lucas. Robots que riegan el jardín mientras nosotros andamos enfrascados en los temas de siempre: amor y desamor, pasión y familia.

Casi sin concesiones al sentimentalismo, limpio de exageraciones y rodeos, Jack Shreier parece sólo interesado en contar su fábula calmosa de color atardecer. De cómo un ladrón de guante blanco jubilado siente de nuevo la ilusión. Un deje a la vez moderno y embebido de los clásicos que apenas pervive, paradójicamente, en el cine de animación, en ciertas películas de Pixar cuyos argumentos precisamente lindan muy cerca de las andanzas de Frank y el androide -se ha dicho, acertadamente, que la película parece un cruce de 'Up' y 'Wall-E'-. Pese a la contención general, atención a un encuentro inesperado que nos pondrá de punta las fibras sensibles, y a cierto reset cargado de elegancia emotiva.

Puestos a pedir la luna, quizá echaríamos en falta una dirección más sólida, filtrando secundarios ridículos y algunas escenas de cartón piedra. Desde luego, siempre preferiremos estas apuestas imperfectas que la sarta de tópicos más millonaria de Hollywood. Sólo las neuronas, y no los dólares, consiguen que un anciano y un robot traigan aire fresco a la taquilla.

UN AMIGO PARA FRANK, DE JACK SHREIER

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