Joan Pau Inarejos
Al despertar una mañana tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. He aquí uno de los comienzos más célebres de la historia de la literatura, en justa competencia con el pelotón de fusilamiento de García Márquez y el lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes no quería o no podía acordarse. Sin olvidar la extraña simetría con el dinosaurio de Monterroso que todavía seguía ahí, tras una noche suponemos también que algo complicada.
Desde aquella desagradable metamorfosis, lo kafkiano ha caído en el bazar universal de los lugares comunes. Debates políticos, situaciones enrevesadas, lenguajes abstrusos, todos han llevado el mismo apellido viscoso, tal vez animados por esa concatenación de kas tan evocadora de las antenas y los tentáculos inasibles. De lo germánico expresionista o lo austrohúngaro esquizoide. Aunque el uso y abuso ha sido notable, aceptamos cucaracha como animal de compañía, dado que nunca se había puesto en duda la naturaleza fundamentalmente oscura y desasosegante del mundo del escritor checo. Había un cierto respeto temeroso. Hasta hoy.
Hoy hace 130 años que nació Franz Kafka en la ciudad de Praga y el principal medio de comunicación del mundo, Google, ha querido dedicarle su homenaje. No lo ha puesto en cualquier sitio, sino en su mismísimo escaparate, el célebre doodle o guiño gráfico con el que cada dia customiza su logotipo con motivos de actualidad. Loable iniciativa.
El problema es que la imagen final, más que una plasmación del mundo kafkiano, parece el cartel de ‘Bichos 2’, y dicho sea con todos los respetos a la gran Pixar y a sus geniales animadores. Con unos simpáticos trazos marrones, vemos a un señor entrando por la puerta con vestido de cucaracha y un maletín en la mano. Con sombrero, pajarita y desparpajo, sólo le falta el “Cariño, ya estoy en casa”. Igual me puede la paranoia, pero creo adivinar media sonrisa en sus hocicos pizpiretos… ¿qué tal un cigarrillo? Atención, alguien ha metido a Greogorio Samsa en una sitcom de risas enlatadas y aquí nadie dice nada.
Será eso, debo de padecer un trastorno kafkiano, porque hasta me parece ver algo así como un storyboard de Tim Burton en los flecos y enredaderas góticas que adornan las letras de este Google metamorfoseado para la ocasión. Con estas apropiaciones o domesticaciones en clave pop siempre me viene a la mente lo que decía Joan Francesc Mira sobre el arte religioso: antes la cultura estaba justificada en el marco de la iglesia, en sus severos tímpanos y capiteles historiados; ahora es la iglesia la que forma parte de la cultura, como un gadget más en el mercado turístico. Altaïr se ha comido la hoja dominical.
Del mismo modo, hoy Kafka es una breve espuma en el mar irónico de Internet, y quizá no deberíamos rasgarnos las vestiduras. A menos que Timo Burton tenga ya la odiosa idea de perpetrar con 'La metamorfosis' uno de sus crímenes despeinados: lo de Google morirá esta noche, pero por favor, que nadie deje al pobre Gregorio en manos del asesino de Alicia.
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