dijous, 15 de gener del 2015

'Birdman': ¿qué fue de Michael Keaton?

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8

Y de repente, ¡tachán!, algo nuevo llega al cine. Algo que se parece muy poco o casi nada a lo que se ha hecho hasta entonces. No sabemos de dónde viene, no podemos precisar muy bien su identidad. ¿Es un pájaro, es un avión? ¿Es una gran comedia, un drama, una parodia del cine, del género de superhéroes? ¿Es una dramedia con toques fantásticos, una obra de teatro dentro del cine, prodigioso cine dentro del cine? Es todo esto y se escribe con siete letras: Birdman.

De repente, el mexicano Alejandro González Iñárritu mete a Michael Keaton, Edward Norton, Naomi Watts y algunos otros en lo que parece un solo plano secuencia de dos horas, un alucinante plano-río de dos horas, con ingeniosas elipsis temporales, a través de los camerinos y los pasillos de un teatro de Broadway. Allí donde se cuecen los egos y las miserias del mundillo farandulero, con productores tan hilarantemente capullos como Zach Galifianakis. De repente vemos un reparto perfectamente metido en el ajo recitando diálogos que, sí, hacen mucha gracia.

La primera hora de ‘Birdman’ es un torrente de originalidad formal y conceptual, una fábula implacable y hasta cruel sobre el ocaso de las estrellas del espectáculo. Keaton se presta a reírse de sí mismo, y no poco, como aquel actor que hace dos décadas se metió en el traje de lycra del hombre murciélago (el inolvidable Batman de Tim Burton) y del que nunca más se supo porque la vida y Hollywood son así. Pero quien tuvo retuvo, y pasado el tiempo que veinte años no es nada, el superhéroe irá al encuentro del hombre que intenta relanzar su carrera como dramaturgo, como cuando Peter Pan venía a buscar a Robin Williams —snif— en ‘Hook’.

Iñárritu imprime una fabulosa velocidad cómica a su relato, y algunas de las primeras escenas son dignas de las hemerotecas del cine. Véase el duelo en calzoncillos de Birdman contra un Edward Norton pasadísimo de vueltas, o el susodicho contemplando satisfecho su propio miembro viril mientras intenta seducir a una joven porrera y socarrona que nos obliga a escribir nuevamente en mayúsculas el nombre de Emma Stone. Se nota cuando un grupo de actores está a gusto. Se nota cuando están sincronizados con un director que sabe lo que quiere y los moldea como debe. Bravo.

Pareciera que la imaginación de M. Night. Shyamalan en ‘El protegido’ —Bruce Willis, otro hombre venido a menos que descubría el héroe que había en él— se hubiera conchabado con el humor neurótico, corrosivo y deslenguado de Woody Allen (en ‘Balas sobre Broadway’ o en cualquiera de sus escenarios dentro del escenario). Si algo puede reprocharse a ‘Birdman’ —ay— es que no sabe cómo cerrarse, empieza a divagar una vez superada la primera hora de metraje y quizá reitera demasiado sus posibles finales, como si no acabara de decidirse por un único y rotundo desenlace a la altura de su proteica liberación de energías. Tranquilos: un plano final, irónico, magnífico, lo arregla todo.

‘BIRDMAN’, DE ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU
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