Luis Racionero
La política del espíritu’ en La Vanguardia 9/1/2015 Leer íntegro
“La represión de lo espiritual, o la monopolización de lo que se define como realidad o normalidad, son actos tan políticos como la represión física y el monopolio económico; ha sido tan necesaria para el desarrollo urbano-industrial como la acumulación de capital o la inculcación a millones de trabajadores de la disciplina de la fábrica”
(…) el espíritu es la única área vital que no se incluye en el proceso social del trabajo (…) sólo el espíritu no entra en el cuerpo ni se materializa en un objeto susceptible de ser comprado y vendido. Esta teórica libertad del espíritu se ha usado como excusa para hacer más llevadera la pobreza, sumisión y explotación del cuerpo. Ante esta malversación de lo espiritual, los progresistas en vez de denunciar el uso capcioso de las energías psíquicas espirituales y su desvío con fines interesados, han reaccionado de modo simplista, tirando al niño con el agua de la bañera, y negando de plano todo lo suprarracional. (…)
Están ya lejos los tiempos en que se pretendía que la muerte del espíritu no era un hecho político. La represión del espíritu, es decir, de los estados visionarios de la mente, del éxtasis, de la fantasía y la imaginación que se ha perpetrado en nuestra cultura durante los últimos siglos, ha sido dictada por los mismos intereses económicos y sociales que los actos de opresión de clases o explotaciones físicas; ha sido tan necesaria para el desarrollo urbano-industrial como la acumulación de capital o la inculcación a millones de trabajadores de la disciplina de la fábrica. (…)
Si no estamos acostumbrados a ver esta secularización de la consciencia como asunto político, se debe en parte a que el perjuicio ha sido sufrido por todas las clases sociales, ha caído con igual fuerza sobre las élites que sobre las masas y, por lo mismo, no se ha producido el contraste ricos- pobres, explotadores-explotados que necesita la política. Los prejuicios generales son menos evidentes que la injusticia de una élite, pero no por ello son menos reales y dolorosos; la represión de lo espiritual, o la monopolización de lo que se define como realidad o normalidad, son actos tan políticos como la represión física y el monopolio económico. Incluso puede ser políticamente más graves, porque en ellos se basan los inexplorados mecanismo psíquicos que provocan la explotación del hombre por el hombre. (…)
Se trata de cambiar la desesperación de Macbeth, para quien la vida es “un drama de sonido y furia, escrito por un loco, que no significa nada”, por la actitud inquisitiva de Hamlet: “Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que puede soñar tu filosofía”.
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