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divendres, 4 de febrer del 2011

Aranguren dixit



José Luis López Aranguren, 'Catolicismo y protestantismo como formas de existencia' (1952)

LOS SENTIMIENTOS
 "Una misma persona se puede encontrar superficialmente colérica o malhumorada, y viviendo, sin embargo, en lo profundo de su alma, la paz de Dios"
Fue Marx Scheler quien más cuidado pudo en separar las distintas capas de sentimientos humanos. Los más exteriores -decía- son el dolor y el placer, correspondientes a los valores de lo agradable y lo desagradable. Los sentimientos vitales, el bienestar, la plenitud de vida o su decrecimiento (...) se hallan en la capa siguiente. Es pues, posible que una misma persona se encuentre superficialmente colérica, o doliente, o malhumorada, y viviendo, sin embargo, en lo profundo de su alma, la paz de Dios. Tal los mártires que, como decía San Agustín, son, están siendo, durante el martirio, desgraciados, pero de un modo feliz. Y también viceversa; sabido es cuán frecuentemente suelen ir emparejados el goce erótico y la desesperación.

LOS LIBROS
 "La prisa invalida libros y paisajes; el alma tiene su tiempo y por ello el insustituíble modo poético de viaje es la jornada a pie: Musa Pedestris"
Comenzamos a leer un libro y, desde el principio, entendemos conceptualmente lo que en él se dice. Y, sin embargo, en sentido profundo, no hay todavía comprensión. Sólo cuando llevamos muchas páginas, medio libro leído, "entramos" de verdad en él. Y por eso nos ocurre tantas veces que únicamente después de terminado el libro es cuando estamos en disposición de comprender el prólogo o, acaso, toda su primera parte. Y por eso una primera audición musical es siempre insuficiente. E igual acontece con el paisaje. Cada paisaje, recordábamos, es un estado de alma. Por eso no se llega a "ver" de veras un paisaje nuevo, en tanto que no se ha dejado uno invadir, llenar los ojos, embargar de él. Lo cual requiere tiempo. La prisa invalida libros y paisajes. Un libro leído apresuradamente no llega a impregnar nuestra alma, a mudar el talante cotidiano y trivial en que nos encontrábamos cuando le tomamos en nuestras manos. El alma, cada alma, tiene su tiempo, y ha de tomarse el que le es menester. Un paisaje ante el que pasamos con un medio de locomoción demasiado rápido es como si no le hubiéramos visto. Por ello el insustituíble modo poético de viaje es la jornada a pie: Musa pedestris, como se ha dicho.

EL SILENCIO DE PASCAL 
"El alma tiende a huir de los problemas, a disiparse" con el "tráfago, el ruido, el removimiento"; por eso es menester 'parar la vida' y detenerse en una idea profundamente vivida como el '¡para siempre! de Santa Teresa"

La lucha contra la "diversión" [de Pascal](...) es la más seria requisitoria que se ha dictado contra el hombre moderno (...) el hombre que busca no la presa, sino la caza, no las cosas, sino la investigación de las cosas, afanoso de distracciones y temeroso del "tedio" como de la muerte (...) El "tráfago", el "ruido", el "removimiento", la "agitación" ocupan a los hombres hacia afuera y les dan una apariencia de alegría y plenitud. Hay una serie de pensamientos que parecen levantar, frente a este modo aturdido de vida, el genuino ideal católico de la "ociosa contemplación" (...) "Los estoicos dicen: Entrad dentro de vosotros mismos; allí es donde hallaréis vuestro descanso; y no es verdad. Los otros dicen: Salid de vosotros; buscad la felicidad en la diversión; y esto no es verdad. La felicidad no está ni dentro ni fuera de vosotros; está en Dios, fuera y dentro de nosotros" (...). San Juan de la Cruz advirtió, igual que Pascal, que el alma tiende por naturaleza a huir de los problemas últimos, a disiparse (...) por eso es menester "parar la vida" de alguna manera, evitar la dispersión, detenerse en una idea profundamente vivida, el "¡para siempre!", por ejemplo, de Santa Teresa".

LOS PROTESTANTES
 Para ellos "no hay síntesis hegeliana, justo medio antiguo ni mística coincidentia oppositorum"
Elección, decisión, o esto o aquello. La realidad no es para el extremado Kierkegaard, "síntesis" hegeliana, "justo medio" antiguo ni mística coincidentia oppositorum, sino contradicción, Widerspruch, ruptura interior, y por eso tiene, en verdad, razón Kierkegaard cuando añade que el catolicismo no es así.

[En la visión de Hans Reiner] La creencia arraiga en la estructura fundamental de la existencia. Esta "es" siempre creencia, "vive" en la creencia. Su radicación existencial procede de la íntima relación que la une con el estrato de las Stimmungen, de las primordiales disposiciones del ánimo (...). Ontológicamente, éste [temple] es (...) "familiaridad, talante de quien se siente tranquilo y "como en su casa" en el mundo, y "confianza" o "fiducia"; pero, de otro lado, y no menos fundamentalmente, el hombre es también "angustia" (Angst) y "desesperación" (Verzweiflung) (...) 

Para Reiner, "La angustia continúa dentro de la fe; se agita en ella; la fe no vuelve ciego al hombre, sino que le hace creer a pesar de todo"  

En el modo cotidiano de existencia prevalecen, claro está, los estados anímicos de confianza y familiaridad, es decir, la "creencia". Pero en las "situaciones-límite", en los contados momentos de auténtico existir, el hombre se siente estremecido por la angustia que convierte en cuestionable, inseguro y vacío el sentido de la vida. Y tras ella, la desesperación, dando un paso más, niega que la vida tenga sentido alguno, y en ella el hombre se siente perdido. Pero la desesperación (...) es una situación antivital, insoportable. Su refugio, su salida, es la fe; no la creencia en el sentido general y difuso (...). De donde se desprende que la fe religiosa ha de pasar necesariamente por la angustia y la desesperación y sólo cuando éstas han llegado a su límite máximo, a un grado tal que hacen imposible la existencia, surge la fe. Angustia y desesperación son, por ende, superadas, pero en el sentido hegeliano, esto es, sin desaparecer. "Continúan dentro de la nueva confianza; se agitan (zittern) en ella". La fe religiosa no vuelve ciego al hombre, sino que le hace creer a pesar de todo.

 
JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN
‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

dissabte, 9 de febrer del 2008

El por qué de la España negra




JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN

“La necesaria tarea de combatir la herejía creó en el español el nuevo estilo de vida, grave, severo, enlutado de vestido y de alma”



La religión acota un campo dentro de cuyos linderos los filósofos, los artistas y los científicos ojean, levantan y aprehenden cada cual su propia caza. Pero de este campo no pueden salir más que, si acaso, para entrar con gran dificultad en otro, deslindado igualmente por otra religión.

Precisamente porque esto es así, las alteraciones religiosas llegan a modificar el talante no ya sólo de los individuos, sino de pueblos enteros, como ocurrió, por ejemplo, en el siglo XVI europeo. Cualquiera que posea algún sentido histórico ha de percibir la grieta que separa al español Carlos V, empapado de esencias y primores renacentistas, de la gravedad bajo Felipe II; o la distancia espiritual entre el inglés de la ‘old merry England’, la vieja Inglaterra católica que lanza con Shakespeare, cuyo padre era todavía católico, su canto de cisne, y la tiesura británico-puritana que le sucedió (…).

La necesaria, la ineludible tarea de combatir la herejía creó en el español el nuevo estilo de vida, grave, severo, enlutado de vestido y de alma. Esa misma herejía convirtió, a quienes la abrazaron, en los angustiados luteranos alemanes, en los abrumados calvinistas suizos y hugonotes franceses, en los tétricos puritanos escoceses y aun ingleses, los ingleses de Cromwell.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, 'CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA' (1952) / foto: 'San Francisco arrodillado' de ZURBARÁN (1635-39)

El alma griega del catolicismo

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN

“El catolicismo tendió a exaltar la ‘analogía’ entre el ser divino y el humano” frente a la “distancia infranqueable” protestante”

¿En qué se diferencian (…) los protestantes de los católicos por lo que se refiere a su talante religioso, a su sentimiento de Dios? (…)

Por una parte, ciertamente, la distancia del hombre a Dios es infinita. La criatura es polvo, miseria, nada. Y, sin embargo, esa miseria, esa nada es imagen de Dios. Acaso nadie ha vivido más plena y hondamente que San Juan de la Cruz esta síntesis de contrarios. Dios en inaccesible, pero alma puede acceder a Él. Sólo que este acceso sólo en una pequeña parte –vía activa- es obra del alma. La unión propiamente dicha –vía pasiva- la hace Dios. La afirmación de la mística es una de las notas esenciales del catolicismo, frente al protestantismo, de un lado, que abre un abismo infranqueable entre la criatura y el Creador, y el panteísmo, de otro, que no sabe distinguirlos. La relación católica del hombre con la Divinidad conjuga la idea de Dios como lo “totalmente otro” con la posibilidad de la deificación por la ‘unio mystica’ (…).

Y así, el cristianismo ha abrazado, en síntesis difícil y admirable, dos concepciones en puridad contrarias: la judía de la “distancia” infinita entre Dios y el hombre y la griega de la adoración al Hombre-Dios. Vistos a esta luz, cultos como los de los Héroes, semidioses y Césares, y sistemas filosófico-religiosos como el Euhemerismo y el Hermetismo, adquieren un sentido profundo. Por otra parte en Grecia se alcanzó también la noción de ‘soteriología’ perfeccionada luego por la cristiana ‘redención’. Los ‘Theoi Soteres’ toman gran importancia en la época helenística. En fin, el culto de los ‘genios’ y ‘demonios’, afín al de los ángeles, corrobora la comunicabilidad de cielos y tierra (…).

El catolicismo de la Contrarreforma –por influjo de la concepción humanista del Renacimiento y oposición al protestantismo- tendió a exaltar la ‘analogía’ entre el ser divino y el humano; el catolicismo actual –por la situación actual (“existencialista”) de crisis, menesterosidad y culpa por influencia del protestantismo- propende (…) a padecer el desgarrón de la heterogeneidad.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, 'CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA' (1952)

diumenge, 25 de febrer del 2007

Los existencialistas, hijos de Lutero

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, 'CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA' (1952)


Durante los siglos XVII y XVIII, durante la época de la ‘seguridad’ y la ‘fe en la razón’, era imposible una actitud auténticamente luterana. Pero a finales del siglo XVIII empieza a perderse confianza en la razón, empieza a no satisfacer el esquema de la ‘machyna mundi’. Es la época del prerromanticismo, de Rousseau, del ‘Sturm und Drang’. Y pronto sobreviene la segunda gran ‘crisis europea’: la Revolución. Otra vez será posible el luteranismo.

“¿Cómo no relacionar la doctrina luterana de la pecaminosidad radical con la kantiana del mal radical?”

Kant fue acaso, pese a su lastre racionalista, el primer protestante genuino desde Lutero; el pensador cuyo designio central era, según su confesión, limitar el saber para dar lugar a la fe. Con razón es considerado como el filósofo protestante por antonomasia. Su “destrucción” de la metafísica aportó, ¡por fin!, un serio fundamento a la irracionalista concepción luterana, como la filosofía de la existencia será una secularización de la filosofía de Kierkegaard.

A la negación luterana de la ‘teología natural’ corresponde la negación kantiana de la metafísica. A la paradoja de “los mandamientos imposibles de guardar” corresponde la de un “imperativo moral”, que exige de los seres humanos, sometidos a la férrea ley de la causalidad natural, lo que éstos no pueden cumplir. Y así, como Lutero afirmaba, a la vez, el ‘servo arbitrio’ y la ‘libertad del cristiano’, Kant afirmará, simultáneamente, la causalidad natural y la libertad.

“A la salvación religiosa de Lutero por ‘la sola fe’ corresponde la salvación moral de Kant por ‘la buena voluntad’ sola”


La contradicción kantiana entre la ‘Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica’ es una racionalización de la antítesis luterana entre la ‘Kreuztheologie’ y la ‘Trosttheologie’. A la repulsa de la caridad (las “buenas obras”) corresponde la lucha de Kant, en nombre del “deber”, contra el valor de lo hecho “por inclinación”, “por amor”. ¿Y cómo no relacionar la doctrina luterana de la pecaminosidad radical con la kantiana del “mal radical”? En fin, a la salvación religiosa por ‘la sola fe’ corresponde la salvación moral por ‘la buena voluntad’ sola.

Observemos que después de Kant y de algunos contemporáneos suyos –Hamman y Jacobi sobre todo- no vuelve a haber verdadero luteranismo hasta Kierkegaard. Todo lo demás, llámese Schleiermacher, teología liberal o idealismo alemán, etc, en cuanto incurso en el racionalismo, sentimentalismo, misticismo o tiranismo, en definitiva, desconocimiento de la ‘distancia’ entre Dios y el hombre, es antiluterana.

“El sentimiento religioso de Kierkegaard es afín al de Lutero. Dios es el ‘totalmente Otro’”

Sören Kierkegaard ha sido el más grande teólogo luterano y el hombre de temple más luterano que ha existido nunca (…). Kierkegaard se encuentra también, como Lutero, con una ‘ruptura de la tradición’ inmediata –ateísmo de Feuerbach, que explica psicológicamente la génesis de la religión, y fracaso de la filosofía idealista- y con una ‘situación’ real de aburguesamiento religioso y de ‘crisis’ social que empieza a entreverse (…).

Kierkegaard está separado de Lutero por una cruel deficiencia de vitalidad. A éste le rebosaba el espíritu vital. Aquel tenía, ni más ni menos, que con la cuantía de vida necesaria para consumirse, como un cirio ardiente, al acabar de proferir la última palabra decisiva contra la cristiandad. Lutero tuvo fuerzas sobradas para arrastrar a una nación entera tras de sí. Kierkegaard, a duras penas logra la ‘decisión’ que tanto predicara y que tantos esfuerzos le costó. Pero la actitud revolucionaria les es común. Ambos rompen con la ‘religión tradicional’: Lutero, con el catolicismo; Kierkegaard, con el cristianismo oficial de su país.

El sentimiento religioso de Kierkegaard es afín al de Lutero. Dios es el “totalmente Otro”, el Supraser, separado del hombre por una ‘distancia’ infinita e infranqueable, el “enemigo mortal” del género humano.

La disposición de ánimo que requiere tal Dios es el “temor y temblor”, palabras paulinas con que Kierkegaard rotuló uno de sus libros más importantes; a la vista del servidor de Dios, del hombre religioso, del implacable sacrificador Abraham, nos sobrecoge un escalofrío de ‘horror religiosus’ (…).

“Los herejes protestantes tenían ante los ojos la odiada Escolástica. Kierkegaard piensa como ellos, pero su adversario es ahora la Dialéctica hegeliana”

La senda angosta de la elección divina, el camino de la fe, pasa ‘necesariamente’, según Kierkegaard, igual que según Lutero, por la angustia y la desesperación. También aquí, como en Pascal, la existencia es el frágil puente tendido entre la nada y Dios (…).

Kierkegaard opone al “pensamiento especulativo” el “pensamiento existencial”. El animal tiene “vida”. El hombre digno de este nombre ‘es’ “existencia”. “Existencia” es una peculiar actitud del hombre para consigo mismo que envuelve en sí las de ‘seriedad’, ‘elección’ o ‘decisión’, ‘repetición’, ‘preocupación’ y ‘sinceridad’.

El desprecio por la especulación, por la metafísica, es común a los reformadores. Lutero detestaba cordialmente a Aristóteles, no quería ni oír hablar de metafísica, y aun de la teología misma no le importaba más que lo pertinente a su salvación, la Soteriología. Y Melanchton llegó a afirmar, con criterio cerradamente utilitario, que ‘hoc est Christum cognoscere, beneficia ejes cognoscere’. Al escribir así, los dos herejes tenían ante los ojos la odiada Escolástica. Kierkegaard piensa como ellos, pero su adversario es ahora el idealismo especulativo, la Dialéctica hegeliana.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, 'CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA' (1952)



dijous, 15 de febrer del 2007

El Lutero español

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Según él [Miguel de Unamuno], el hombre español es un desesperado, “la desesperación es algo genuinamente español” (…). Unamuno cree estar caracterizando al hombre español, cuando en realidad está haciendo el retrato del luterano, visto a través de Kierkegaard. Y para que no falle ninguno de los ingredientes, en ‘La agonía del cristianismo’, esa obra tardía que tiene tras de si no sólo a aquél, sino también al ruso Chestov, ha llegado a hablar del ‘nadismo’ español, que llama así para diferenciarlo del ‘nihilismo’ ruso.

“El hombre español” es opuesto a “el ideal del hombre moderno” que es “el hombre libre de la suprema congoja, libre de la angustia eterna, libre de la mirada de la Esfinge, es decir, al hombre que no es hombre” (…).

“Hay un Cristo triunfante, pero en esta vida, que no es sino trágica tauromaquia, aquí el otro, el lívido, el acardenalado, el sanguinolento y exangüe”

Con la idea de la “desesperación española” se enlaza, muy naturalmente, la del “sentimiento trágico de la vida” del pueblo español. Unamuno encuentra un testimonio de este carácter trágico, agónico, nuestro, en las imágenes españolas de Cristo. “El Cristo español” no es sereno, es trágico, del mismo modo que las Dolorosas son “tétricas”. NI tampoco propiamente moribundo, sino “agonizante”, es decir “agónico”, tal “ese Cristo de Velázquez que está siempre muriéndose, sin acabar nunca de morirse”, y que sólo se comprende bien después de haber visto una corrida de toros, fiesta nacional española, fiesta de un pueblo que tiene por religión un “cristianismo tangerino”.

Pues es verdad que “hay un Cristo triunfante, celestial, glorioso; el de la Transfiguración, el de la Ascensión, el que está a la diestra del Padre, pero es para cuando hayamos triunfado, para cuando nos hayamos transfigurado, para cuando hayamos ascendido. Pero aquí, en esta vida que no es sino trágica tauromaquia, aquí el otro, el lívido, el acardenalado, el sanguinolento y exangüe”.

"Es en Unamuno donde hay un proyecto de genunina ‘Reforma castiza’ ”

No puede negarse originalidad y fuerza sugestiva al ensayo unamuniano de protestantización de España, ni lo espléndido (…) de este “luteranismo españolizado”. Aquí, y no en los desmedrados intentos de la madrileña calle de la Beneficiencia y sus similares, es donde hay un proyecto de genunina “Reforma castiza”, de aquella “Reforma española, indígena y propia”, que, según la arbitraria opinión de Unamuno, preludiaron nuestros místicos del siglo XVI y “que fue ahogada en germen luego por la Inquisición”.

Genuina, claro es, hasta cierto punto, pues en primer lugar se basa en una interpretación sumamente parcial de la realidad hispánica: Unamuno tiene ante sus ojos exclusivamente la “España barroca” de la Contrarreforma vista, además, como pudieron verla un Barrès, un Verhaeren, un Larreta o un Zuloaga (…).

“El vicio del catolicismo romano es haber querido casar el Evangelio y el Derecho romano ”

Más luterana es la crítica del “catolicismo romano”. Su vicio inicial era para él [Unamuno] el de haber “querido casar las dos cosas más incompatibles: el Evangelio y el Derecho romano”, engendrando “esa cosa horrenda que se llama Derecho canónico” (…).

Se objetará tal vez que Unamuno ha combatido el protestantismo con no menos dureza que el catolicismo. Pero aquí hay un malentendido (…). Siempre que Unamuno combate el protestantismo, lo que combate es el protestantismo “edulcorado”, moralizado y racionalizado, nunca el auténticamente luterano, calvinista, puritano o jansenista.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Gran angustia: se acabó la Edad Media

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Durante la plenitud de la Edad Media, el hombre había afrontado con tranquila seguridad la existencia, apoyado en una fe inconmovible y bien arropado por la Iglesia universal e indiscutida. Dios era el ‘firmamentum’, como tantas veces le llaman los Salmos, el pilar, la fortaleza del cristiano; un Dios clemente, luminoso, explicado por la Iglesia (…).

“Alemania estaba psíquicamente estremecida y verdaderamente enferma de terror a las brujas”

Pero en las postrimerías de la Edad Media, tan sólida y armoniosa edificación amenaza desmoronarse. La cultura se artificializa y pierde contacto con la vida. “El mundo está cansado de las sofísticas sutilezas de la “Teología”, escribía en 1520 el dominico Padre Faber. Y los hombres comienzan a desesperar de todo. Paul Joachimsen ha afirmado que “el miedo al pecado” era “el sentimiento más extendido de toda la época”. El P. Grisar escribe que el “mal de la época” consistía en la duda y la melancolía depresiva. Según Joseph Lortz, Alemania estaba, en este tiempo, psíquicamente estremecida y verdaderamente enferma de terror a las brujas, de terror a la vida; el miedo atroz a la sífilis y al peligro de su contagio, que desde 1495 venía padeciendo Europa, acreció estos graves estremecimientos interiores y se produjo un difuso y general estado de angustia, el “terror germánico”.

Esta disposición anímica a la angustia, que “estaba” en la época, era congénita en Lutero, como lo demuestran sus infantiles terrores, las brujas y demonios que tempranamente poblaron su imaginación y el mismo acto de su profesión religiosa, legendariamente nacida del voto emitido a la vista del rayo en la amenazadora tempestad; pero ‘después’ fue atizada y fomentada por el occamismo [Guillermo de Occam, filósofo enfrentado a la Escolástica].

“Lutero temblaba desde niño al pensar en el Infierno o en Dios”

Efectivamente, si a la concepción occamista del Dios irracional, arbitrario y tremendo, responde Lutero con el terror, terror sacro, por ejemplo, del todavía fraile, ante la proximidad del Santísimo en una procesión, a la concepción también occamista, de la capacidad del hombre, por sí solo, para cumplir aquella arbitraria e imprevisible Voluntad, responderá –muy naturalmente en un hombre propenso a recaciones de tipo extremado- con la desesperación (…).

Lutero temblaba desde niño al pensar en el Infierno o en Dios. El miedo a condenarse le arrastró al claustro. Allí, falsamente guiado por la teología occamista, pretendió elevarse por sus propias fuerzas, por sus propias ‘obras’ –mortificaciones, ayunos, rezos, continencias- hasta la santidad. Naturalmente, fracasó. Y entonces desesperó. Ortega ha dicho alguna vez que el origen histórico del cristianismo fue la desesperación. Esta afirmación es enteramente cierta aplicada al cristianismo de Lutero.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Mira cómo se divierten los impíos

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Pascal [Blaise Pascal, siglo XVII] es incapaz de sacudirse el peso de la culpa. Ni el arrepentimiento, ni la conversión, ni la penitencia misma pueden aliviar su inmensa pesadumbre, y por eso se indigna de que el alfligido por la desgracia se distraiga un momento jugando a la pelota, y de que haya gentes que esperen despreocupadamente la hora de la muerte.

“Les preguntó qué haría cada uno de ellos si se les anunciase la inminencia de la muerte”

Cuánto más católica aquella respuesta, atribuída a San Luis Gonzaga, cuando, justamente en ocasión de estar jugando a la pelota con sus jóvenes compañeros de religión, preguntara alguien qué haría cada uno de ellos si se les anunciase, de pronto, la inminencia de la muerte. Tal respondió que correría a la iglesia; otro, a pedir confesión; un tercero, que a postrarse de hinojos ante la imagen reverenciada, etc. San Luis Gonzaga dijo, sencillamente, que él proseguiría jugando a la pelota. Estupenda respuesta. Ni Pascal, ni mucho menos ningún jansenista o protestante, podrían comprender que el juego de la pelota, el ‘divertissement devant l’Arche’ de David y de Henri Brémond, sean, a su manera, fervorosa oración también.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

dimecres, 7 de febrer del 2007

El yugo protestante

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Que el protestante es un hombre ‘superstitiosus’, en el sentido profundo de la palabra, me parece evidente. Y no sólo por el “miedo a la religión”, tan a la vista en un Lutero, por ejemplo, sino en el ‘cuidado’ de Dios, por la preocupación religiosa que ha arrojado aquel primer reformador, y más todavía Calvino, sobre cada uno de los que le siguen, para que la lleven continuamente en su pecho. Este es también el sentido atrozmente gravoso que toma, dentro del protestantismo, la afirmación del ‘sacerdocio general’ de los fieles cristianos.

“En contraste con esta concepción, ¡qué ligera y casi alada nos parece la vida dentro del catolicismo!”

Cada hombre es su propio sacerdote. No puede acudir, como nosotros [católicos], cuando el peso del pecado nos doblega, a ningún ‘cura’, porque la ‘cura’, el cuidado de sí, sólo a él incumbe. Religión sin caridad, de hombres desolados, condenados a perpetuo aislamiento.

En contraste con esta concepción de la existencia religiosa como fardo que es menester transportar sobre los débiles hombros humanos, ¡qué ligera y casi alada nos parece la vida dentro del catolicismo! ¡Y cuán mitigada también la condición antigua! Es verdad que ni los griegos ni los romanos tenían que cuidar de su destino en el sentido que se les ha impuesto a los protestantes. Este les era inexorablemente trazado por los dioses o por aquellos hados –Moira, Ananke, Heimarmene- que aun sobre éstos últimos se alzaban, y les era revelado por oráculos o auspicios. La vida se convertía así en una trayectoria fatal, impuesta desde fuera, libre de ‘cuidado’, sí, pero sin más salida que la resignación o la desesperación (…).

“ ‘ Que dance la barquilla como pueda y como deba; en el más allá está firme el áncora’ ”

Los protestantes que llegan a conocer suficientemente un país católico advierten con sorpresa el amparo espiritual que procura esta religión. Así, Karl Vosser, en su biografía de Lope de Vega, aunque el empacho de moral que queda a los protestantes cuando ya casi han dejado de serlo, le condene a la deformación caricatural de los rasgos católicos (…):

“Lo monárquico, español, católico y nacional envuelve y protege de modo tan seguro, paciente, severo y bondadoso la vida sentimental e instintiva, agitada en exceso, del poeta, que la libera de una vez para siempre de las hondas crisis de conciencia, de la angustia psíquica, del temor de la muerte y de la propia responsabilidad; de manera que puede dejarse vivir alegremente, como si el reino de Dios fuese ya realidad en torno suyo. En un mundanal reino que, como la España de los Habsburgos, con tal poder y con tal éxito rechazó el asalto del individualismo religioso, podía, en efecto, prosperar muy bien la creencia de que, amparado en la verdad única, acolchado ya aquí abajo paradisíacamente, podía uno permitirse toda clase de desenvolturas, regocijos y barrabasadas”.

“Que dance la barquilla como pueda y como deba danzar: en el más allá está firme el áncora. Que la humana criatura, por el bien o por el mal, se descoyunte aquí abajo hasta perder el resuello, al cabo, por la soga de la muerte presa, es cosa venial y perdonable, en tanto se mantenga vinculada a la verdadera fe, aunque este vínculo sólo sea el rosario de una alcahueta”.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

dissabte, 6 d’agost del 2005

Nacido sobre la ruinas


















El sacrificio de Abraham, considerado desde el estadio ético, es el acto de un hombre, criminal o loco, que estuvo a punto de matar a su hijo. Es verdad que, ante Dios, Abraham fue el ‘caballero de la fe’ y no un criminal ni un loco, porque Dios ha suspendido para él, teológicamente, la vigencia de la moral. Sí, pero eso sólo lo saben, sólo pueden saberlo, Dios y Abraham. Nadie más que éste ha oído el mandato, nadie más ha escuchado esa voz. La actitud moral y la actitud religiosa no pueden darse juntas porque se excluyen mutuamente. Nicolai Hartmann es quizá el filósofo moderno que más ha subrayado esa pretendida e inconciliable ‘doble verdad’ de la ética y la religión. En efecto, para él aquello que Heráclito llamaba la ‘guerra’ y que era el ‘padre y rey’ de todas las cosas, es característico de la realidad ética. El conflicto, la disarmonía, la antinomia insuperable, constituyen un valor moral fundamental.

Las antinomias más graves entre ética y religión son las que conciernen al problema de la libertad. “La redención”, escribe Hartmann, “es abandono de la libertad”. La ética no puede admitir ninguna redención. El hombre tiene que ‘salvarse’, tiene que justificarse, en el plano de la moral, por sí mismo. “La nostalgia de la redención es un signo de bancarrota interior. La religión edifica su obra de redención precisamente sobre esta bancarrota. Hartmann no niega la licitud de albergarse en el templo de Dios, pero entiende que este templo religioso se levanta sobre las ruinas del templo laico del deber moral.

José Luis López ARANGUREN, Ética, 142 / foto: Rogier VAN DER WEYDEN, 'Adoración de los magos', 1455