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dimecres, 8 de gener del 2014

Un cuento de Navidad neoliberal

'Cuento de Navidad' de Robert Zemeckis (2009)
Carles Guerra
Cultura/s, La Vanguardia, 8/1/2014

“Maurizio Lazzarato no duda en retroceder hasta Nietzsche y la Genealogía de la moral para sentenciar que ‘la deuda contraída se convierte en una deuda de existencia”.

La fábula de Dickens sobre la Navidad cuenta con una nueva versión. El texto de 1843, popularizado en pleno auge de la revolución industrial, podría ser equiparado al de Maurizio Lazzarato, un sociólogo italiano que tras el estallido de la crisis financiera publicóLa fabrique de l'homme endetté. Essais sur la condition néoliberale (2011). Si la historia de Scrooge representaba una ética del trabajo despiadada y una falta de humanidad que hería los buenos sentimientos, el ensayo de Lazzarato ha desvelado el nuevo contrato que amordaza a las sociedades endeudadas. Como ocurre en el texto de Dickens, no es la economía, sino un examen de vida el que descubre el peso moral de la deuda. La crisis ha fabricado una memoria tan efectiva de esta deuda que la culpa toma las riendas de la sociedad fundada en el crédito. “Esa tarjeta de plástico –como indica Lazzarato de forma sucinta– contiene la relación entre acreedor y deudor”. Ahí radica nuestro rito de iniciación al capitalismo.

“Si hasta el 2007 el crédito resumía la posibilidad de hacer o comprar, ‘cuando se bloquea, el futuro se encoge de golpe’”.

El intercambio económico que define la esencia del hombre endeudado queda refrendado por un chantaje psicológico. Lazzarato no duda en retroceder hasta Nietzsche y la Genealogía de la moral para sentenciar que “la deuda contraída se convierte en una deuda de existencia”. A su juicio, “el porvenir desaparece y con él la esperanza típica de los liberales”. Si hasta el 2007 el crédito resumía la posibilidad de hacer o comprar, “cuando se bloquea –explica Lazzarato en conversación con Cultura/s–, el futuro se encoge de golpe”.

“El acreedor se convierte en el dueño del tiempo (…) y así se pasa de un dispositivo económico a un proyecto político”

El acreedor se convierte en el dueño del tiempo, “posee el tiempo del otro con antelación y puede llegar a controlar todas sus acciones”, encaminadas a reembolsar la deuda. Así es como se pasa de un dispositivo económico a un proyecto político. El resto de la historia ya lo conocemos: “el estado entra en el mercado y nos deja sin alternativas, tal como diría Thatcher”. A partir de ese momento, la deuda es pública, se expía colectivamente y hace de cada uno de nosotros hombres y mujeres endeudados. Eso explica que en pocos años hayamos progresado de la épica del empresario a la vergüenza de la deuda. De accionistas a súbditos del mercado financiero. “Esta es una deuda que no conoce la solidaridad y se internaliza a título individual”. Por el contrario, “el anonimato de los acreedores permite venderla y traspasarla con total impunidad”. Con la deuda en circulación, como un activo más de los mercados, esta se vuelve eterna. El sistema financiero especula con ella y garantiza que, convertida en el principio de acumulación de riqueza capitalista, sea “infinita”. Lazzarato se arriesga a compararla, como hiciera Marx, con una encarnación del vampiro. “Succiona la plusvalía social y, rompiendo la relación entre trabajo y ganancia, la distribuye para provecho de los rentistas.”

Pero a pesar de que el préstamo hipotecario de la vivienda parezca el caso más lacerante, existen otras fábricas de deuda que trabajan a pleno rendimiento. Lazzarato subraya la dimensión de los préstamos solicitados por los estudiantes de universidades americanas. El año pasado alcanzaron un billón de dólares. Una cantidad que no difiere en gran medida del total destinado por Mario Draghi, presidente del BCE, a la adquisición de deuda soberana en Europa.

“El endeudamiento de los estudiantes manifiesta de manera ejemplar la estrategia neoliberal (…): ‘sustitución de los derechos sociales (…) por el derecho a contraer deudas’”.

En un segundo libro a punto de aparecer en Francia, Le gouvernement de la dette (2013), Lazzarato se muestra más explícito. El endeudamiento de los estudiantes manifiesta de manera ejemplar la estrategia neoliberal aplicada desde los años 70, una operación de “sustitución de los derechos sociales (derecho a la formación, a la salud, a la jubilación, etcétera) por el acceso al crédito, es decir por el derecho a contraer deudas”.

El reembolso de este tipo de créditos se cuenta entre 20 y 30 años. Y a pesar de que la carrera del estudiante se organiza, supuestamente, de forma autónoma y libre, el adiestramiento garantiza que el deudor organizará su vida en función del pago pendiente. “¿Qué mejor preparación para entrar en la lógica del capital, en sus reglas de rentabilidad, productividad y culpabilidad –se pregunta Lazzarato– que no sea la de ingresar endeudados?”. La deuda hipotecará sus comportamientos, salarios y ganancias futuras. Una actuación que “constituye el paradigma de la libertad liberal de la que sólo queda eso, el nombre”. La evolución de la gobernabilidad liberal desde el 2007 no hace más que probarlo. Se ha pasado de la intención de un gobierno mínimo –que constantemente se preguntaba por sus límites– a uno que no tiene freno, que lo gobierna todo bajo la coartada de las acciones técnicas.

“El hombre endeudado –que como Scrooge recibe las visitas de los espíritus navideños– sabe que el neoliberalismo nos conduce a un futuro insostenible, pero promete una ganancia inmediata”.

“Puestos a intervenir, hoy los gobiernos no intervienen sólo una vez, sino dos: la primera a favor de los mercados y la segunda contra la sociedad”. Sin olvidar los paralelos entre el cuento de Dickens y la fábula neoliberal en la que vivimos, aquí Scrooge saca a relucir su parentesco con Malthus. Entre las catástrofes naturales a las que se enfrenta el crecimiento de la sociedad habrá que añadir el mercado, tan variable como el clima.

El hombre endeudado –que como Scrooge recibe las visitas de los espíritus navideños– sabe que el neoliberalismo nos conduce a un futuro insostenible, pero promete una ganancia inmediata. Entre un futuro lejano y otro próximo, escoge el segundo. El primero queda demasiado lejos.

Carles Guerra
Cultura/s, La Vanguardia, 8/1/2014

dissabte, 14 de juliol del 2012

Cambio de piel


Gabriel Magalhâes
“Los horizontes actuales ya no se pueden dominar desde el ventanuco de cada país. Y eso también vale para el balcón portugués y para la plaza mayor hispánica. Por supuesto, hay excepciones: los ingleses se han refugiado bajo las faldas de su reina, celebrándole una regata que es todo un regreso al líquido amniótico”

Las naciones que tenemos en el alma se mueven, como si las culturas patinaran en nuestro interior. Uno puede nacer en un pueblo de la castellana Zamora y acabar en Zumarraga, con chapela y un hijo más o menos abertzale. Las patrias son cuentos de hadas que contamos a nosotros mismos. Y a veces se cambia de libro a lo largo de la vida, como les ocurrió a esos emigrantes que se olvidaban de sus gnomos europeos para enamorarse de la Estatua de la Libertad, nuevo genio de la lámpara de sus biografías. Nada más fuerte, nada más frágil que un país.

Cuando Portugal surgió a lo largo del siglo XII (qué viejos somos ya), la inmensa mayoría de esos primeros lusitanos no sabían que eran portugueses. Se limitaban a obedecer al noble con quien mantenían lazos de vasallaje. Nuestro país nació, pues, como una conspiración de élites: la gente fue descubriendo que era portuguesa muy poco a poco. Y lo que iban sabiendo en realidad se iba inventando. Solo a lo largo del siglo XIV el sentimiento nacional cuajó en la mayoría de la población.

Algo de eso está ocurriendo en Europa. Estamos cambiando de cuento de hadas. A Rajoy ya no le sirve de mucho el Cid Campeador, y lo canjearía tal vez por un buen banquero nibelungo. Y lo mismo le pasa a Monti, que daría quizá a Garibaldi a cambio de unas cuentas cartesianas, que evitaran el derrumbe del Coliseo romano. En este inicio de siglo XXI, casi todos tenemos en nuestro viejo continente dos espíritus dentro de nuestra alma: uno, que es el de nuestro país, y otro que es el de Europa.

La noche del pasado 17 de junio, entre celebrar el paso de la selección portuguesa a cuartos de final de la Eurocopa o festejar el resultado de las elecciones helénicas, no dudé: mi alegría voló hacia Grecia y floté espiritualmente sobre el Partenón. Creo que el voto de ese país acurrucado en la austeridad germánica fue pragmático, cierto, pero con un punto de idealismo: el 30% del partido vencedor recuerda a los 300 de las Termópilas.

En Portugal, tenemos en este momento un buen gobierno. Passos Coelho, el primer ministro, es un tipo serio, quizá demasiado sincero: declaró que, para salir de la crisis, tendríamos que empobrecer. Una afirmación que quedará para la historia, porque enunció lo que todos en Europa callan. Personalmente, prefiero estos puñetazos verbales al carnaval veneciano del cinismo. Nuestro gabinete cuenta con buenos ministros, en particular con un magnífico titularde Hacienda, Vítor Gaspar.

Todos ellos suelen usar banderitas portuguesas en las solapas de las chaquetas. Pero les aseguro que, si hubiera una insignia de la Unión Europea que fuera una verdad del corazón, la pondrían en la otra solapa. En Europa, estamos cambiando de piel. Fuimos muchos los que, en las pasadas elecciones francesas, vimos el debate entre Hollande y Sarkozy como si fuese cosa nuestra. Pero, por supuesto, ninguno de los candidatos nos hizo caso y se dedicaron a discutir problemas de la aldea de Astérix. Cuando decían “la France”, la boca se les llenaba de dulces caramelos.

Es una pena que nadie dirija políticamente esta pulsión europea de la ciudadanía. Al contrario de lo que se suele decir, no se trata de que los países más pequeños deseemos que nos paguen el bienestar. Es otra cosa. En el fondo, estamos algo cansados del callejón sin salida de nuestras nacionalidades. Sabemos que los horizontes actuales ya no se pueden dominar desde el ventanuco de cada país. Y eso también vale para el balcón portugués y para la plaza mayor hispánica. Por supuesto, hay excepciones: los ingleses se han refugiado bajo las faldas de su reina, celebrándole una regata que es todo un regreso al líquido amniótico británico. No obstante, otros buscamos algo nuevo.

¿Cuánto tendremos que esperar para que surjan líderes con la valentía de salirse de sus casillas nacionales? Por ahora, la sonrisa de sacristán de Hollande no resulta muy inspiradora. Quizá la verdadera palanca sean los alemanes, cuando comprendan que no tendrán que construir Europa a golpe de talonario. Alemania es, en su versión más moderna, un país joven: creo que les falta descubrir que su destino histórico no era la guerra ni la unidad nacional, sino la genialidad de un pacto continental que está a su alcance. En Grecia, en Irlanda, en Portugal, en España se hacen sacrificios durísimos, y ello se basa en la fe en Europa.

Un gran dolor recorre el continente: la agonía de un parto nacional complicado, que se está haciendo con poca epidural. Es una pena que falten dirigentes para este nacimiento. Y faltan porque el discurso de Europa tiene que poseer un vuelo cultural y espiritual que vaya más allá de la Torre de Babel financiera del euro: el diccionario de ese viejo vocabulario del alma ya no lo dominan los actuales líderes del continente.

Gabriel Magalhâes
‘La Vanguardia’, 13 julio 2012

dimarts, 17 de maig del 2011

La era yudoca (o el nuevo fatalismo económico)

JOAN PAU INAREJOS
Nuestros antepasados creían fervorosamente en la fatalidad de las cosas: un futuro preescrito en las estrellas, llamado hado, destino o determinismo (según sus formas mitológicas o laicas) y que antaño se atribuía a los designios de los dioses o de la naturaleza. Hoy, según sugiere el escritor portugés Gonçalo M. Tavares, renace esa convicción en la historia inexorable, pero no merced a Zeus ni al ADN de la especie, sino a los omnímodos poderes económicos que hacen inútil cualquier forcejeo: Portugal y Grecia parecen demostrar que lo mejor es, simplemente, practicar la caída. Como el yudoca.


GONÇALO M. TAVARES
“La cuestión europea ya no es evitar la caída, sino pensar en estrategias de caída sin lastimarnos: no es un pensamiento de boxeador sino de yudoca: sé que voy a caer y, por tanto, entreno para caer de frente ”

La cuestión europea, en este momento, es esa: ¿qué hacer mientras caemos? Ya no se trata de hacer algo para evitar la caída, sino, más bien, de pensar en estrategias de caída, de pensar en formas de caer sin lastimarnos. En eso es en lo que piensan ya muchos países. Es un pensamiento de yudoca, el más útil en estos momentos: sé que voy a caer y, por lo tanto, practico las caídas. Voy al gimnasio y me entreno semanas y semanas en la forma de caer. Esto es, de hecho, lo más sensato. El país que crea que nunca va a caer, que se mantenga duro y orgulloso y que no se entrene para caer bien, se partirá varios huesos cuando caiga, de eso no cabe duda. ¿Qué es, por lo tanto, un país yudoca? Es un país que no se hace falsas ilusiones sobre las fuerzas del otro (el otro -cualquiera que sea el adversario- tiene fuerzas suficientes para derribarme) ni tampoco se hace falsas ilusiones sobre la fuerza de gravedad: la naturaleza, nos guste más o menos, no va a suspender la fuerza de la gravedad.

De hecho, lo que me parece ya evidente para muchos países es que la cuestión no es si voy a caer o no, la cuestión es si voy a caer de frente o voy a caer de espaldas. Porque hay una enorme diferencia entre esas dos caídas. Caer de espaldas es mucho más peligroso. Lo que en el yudo se llama hippon, y que supone la derrota de un yudoca, es precisamente la caída de espaldas. La diferencia, en definitiva, entre un país yudoca y un país boxeador consiste en que ambos caen, pero el yudoca, cuando cae, se lastima menos. Europa, por lo tanto, debe empezar, hoy mismo, con sus clases de yudo.

GONÇALO M. TAVARES, EL PAÍS, ARTÍCULO ‘LA CAÍDA DE EUROPA’,16/5/2011
TRADUCCIÓN DE CARLOS GUMPERT

dissabte, 23 d’octubre del 2010

Liberté, egalité, pero sobre todo sécurité


ZYGMUNT BAUMAN
 El nuevo lema: "asegurémonos de que nadie nos quita lo que ya hemos conseguido, más que preocuparnos por conseguir más"

Hasta la reciente crisis el mundo se construía sobre el "disfrute ahora y pague más tarde". La felicidad estabacasi totalmente basada en una mayor libertad: más opciones, más cambios, más deseos y más emoción, experiencias no probadas y sensaciones deliciosas. Todos los demás problemas se resolverían solos. 

Pero actualmente nuestro mundo padece claustrofobia, cada vez más repleto de competidores. La protección de lo que ya tenemos está a la orden del día, más que la persecución de lo que todavía no tenemos. La seguridad se está desplazando, despacio aunque de manera constante, hacia el lugar que hasta hace poco ocupaba la libertad: "Asegurémenos de que nadie nos quita lo que ya hemos conseguido, más que preocuparnos de conseguir más" se convierte en el lema del día. 

La "seguridad" se eleva a valor supremo. Los Gobiernos buscan legitimar su poder a través de la demostración de su dureza con la criminalidad, la inmigración o el terrorismo.

ZYGMUNT BAUMAN (sociólogo), entrevistado en 'EL CULTURAL' de 'EL MUNDO', 22-28 octubre 2010

dimecres, 13 de gener del 2010

El capitalismo funeral


JOAN PAU INAREJOS

Esta crisis no es un mero crash económico, sino un momento crucial en la historia de la cultura. Así lo sostiene Vicente Verdú en el El capitalismo funeral (2009), un atestado donde se constata hasta qué nivel de espasmo e inmaterialidad había llegado el cuerpo (¿difunto?) del sistema económico y su irradiación en la mentalidad y las formas de vida.

Así en Wallstreet como en el Messenger, en los despachos inmobiliarios como en el consumo, las grandes inversiones se hacían en experiencias y especulaciones antes que en productos y bienes contantes y sonantes. En este capitalismo virtual o "de ficción", la tensión, el dolor y los requerimientos morales han sido borrados, la vida se ha convertido en un videojuego libre y horizontal donde el único que muere es el avatar o doble imaginario.

Como utopía tras el colapso de la espiral neobarroca al que nos ha conducido la crisis, Vicente Verdú apela a un viaje de retorno a la realidad, un regreso a la materia profetizado casi en clave evangélica: dice el físico Joâo Magueijo que la luz, -rápida e intangible como el capitalismo financiero-, se irá solidificando a lo largo de millones de años hasta
encarnarse en una inalterable pulpa o piedra filosofal. Entonces las especulaciones y recalificaciones infinitas se habrán acabado para siempre y el valor de verdad estará al alcance de nuestros dedos. Amén.

VICENTE VERDÚ
"Las guerras -como la crisis- estallan por una chispa, sea el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo o las hipotecas subprime"

Parecerá exagerado, pero el desafecto por el prolongado periodo de prosperidad en los comienzos del siglo XX explicaría, en gran medida, la amplia popularidad de que gozó la Gran Guerra durante sus inicios, lo que a su vez ayudó a condicionar la forma, la duración y la intensidad de su desarrollo.

Las guerras -como la crisis- estallan por una chispa, sea el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo o las hipotecas subprime, pero algo va anunciando que la gran explosión se halla cerca y será inevitable de un momento a otro, tal como el desorbitado precio de los pisos o los corruptos campos de golf deshaciendo las huertas como plagas hacían presagiar (...).

La Humanidad, que con Homero había sido objeto de contemplación para los dioses olímpicos, ha venido a ser la noticia bomba para ella misma. Su alienación, del sí misma para sí misma, ha alcanzado ese grado que la hace convertir su propia destrucción en una sensación desgraciada pero de máxima calidad teatral. Éstas son las palabras aproximadas de Walter Benjamin hace medio siglo, pero hoy, con el capitalismo revestido de millones de pantallas, la realidad se contempla a través de miles de imágenes y ya nada que importe realmente dejará de ser objeto de una autopsia espectacular (...)

"La especulación ha pasado el modo de vida: ya no hay polaridad de sexo, sino mixturas de género"

Habitábamos de este mundo un reino, donde, convalidada la verdad por la falsificación, la especulación pasaba a ser un natural modo de vida. En este juego ocurría lo mismo que con el sexo, ahora transformado en género. Con el sexo podía hablarse del modelo masculino y del modelo femenino como polos de definición, pero bajo el reino del género podían entrar todos los grados y mixturas hasta parecer de poco gusto caracteritzar a alguien como hombre/hombre o mujer/mujer. El título se crea imaginativamente sin que exista una realidad anterior. Todos seríamos fusiones, creaciones culturales, construcciones permeables, propensas a la mixtura y la transfiguración.


"Dentro de casa hay un rincón para agazaparse todavía: la pantalla del ordenador es el último alvéolo de la intimidad"

En la vastedad del mundo se asienta nuestra ciudad, y en la ciudad, entre un anonimato de construcciones, el lugar del domicilio. Dentro de cada casa hay un rincón donde agazaparse todavía, al fin de ese reducto, aparece la pantalla del ordenador, el último alvéolo de la intimidad. La intimidad que antes se confiaba a un oído elegido pasa hoy a los salones del ciberespacio (a la llamada "extimidad"), y millones de usuarios cuelgan allí sus secretos, desatan sus inhibiciones o muestran su privacidad (...). Un mundo así, tan especulativo, no lo habíamos conocido nunca y sólo lo habíamos supuesto como el posible paraje al que advendríamos después de muertos, entre la fecha de la esquela y el juicio final, en cuyo periodo las almas, desprovistas de cualquier peso, se relacionarían como cuerpos cero.

Vivimos un mundo de avatares: "La vida y la muerte forman parte del mismo juego y sólo muere el personaje, siendo yo el Testigo"

Más amabilidad, más humor, más compasión, más empartía, buenas maneras, más conocimientos y curiosidades, educación para relacionarse, para saber triunfar y fracasar, para aprender a vivir y a morir, para ser feliz sin culpa, disfrutar del placer sin remordimientos, para disfrutar del otro diferente, para vindicar un quehacer múltiple, profesional y personal. Ser personas de calidad. Y tratar de hacer de la vida un juego frente a la tabarra de hacerla trascendente. Los videojuegos precisamente, tan satanizados todavía, enseñan a tomar la vida y la muerte como parte del mismo juego: todo el posible daño de los videojuegos violentos se compensa con esta liberación del yo que muere y sólo muere el personaje, siendo yo el Testigo de lo que sucede. Sufro y no decaigo, me veo sufrir (Pániker).


Ya no nos cobran dinero, sino información personal: "El mercado inaugura la permuta de mercancías por partículas de privacidad, objetos por sujetos"

[Emerge la cultura de lo gratis]. La compañía obtiene beneficios no a través de la venta del objeto principal, sino indirectamente, secretamente, a través del mundo de la información. El principal ingreso que la empresa obtiene no se lo procura la venta de un artículo sino la huella personal que ha dejado el consumidor al tomar la mercancía en sus manos, tal como se produce constantemente en las compras de Internet. [Así] se hallan en condiciones de elaborar listados con perfiles detallados de sus clientes (...). Con ello, el mercado inaugura la permuta de mercancías por partículas de privacidad, objetos por sujetos.



Frente al "rugido" y la aventura del coche de gasolina, "los coches eléctricos representan un mundo sin sexo, remiten al hogar, la atadura y el enchufe del domicilio"

Los ilusionados conductores, sus liberaciones imaginarias, el repertorio de fantasías asociadas al arranque del coche, quedan mutilados por la crisis y la consiguiente muerte de su conspicuo motor. Ni siquiera la última feria de Detroit en enero de 2009, donde se trataba de atenuar el pesimismo de la industria con la presentación de prototipos propulsados por electricidad o de coches más "verdes", contribuyó a nada. Más bien al contrario: estos coches eléctricos, silenciosos, aquilatados, representan una suerte de mundo sin sexo.

El alma fundacional del coche (...) evocaba la fuerza y la aventura, mientras [lel mundo de los coches eléctricos] hace referencia al hogar, la atadura al enchufe del domicilio. La decadencia del automóvil, especialmente americano, es paralela a la definitiva conclusión de un mundo. El final de un mundo físico y ruidoso en beneficio de lo intangible y silencioso. El declive del petróleo y la decadencia del litio. El litio de la pila y el farmacológico: ¿cabe imaginar mayor signo de la Depresión?


La luz, símbolo de la especulación financiera, "se espesará y encarnará hasta convertirse en esencia dura; luz persistiendo sin espasmos ni psicosis"
Joâo Magueijo, profesor de física teórica en Imperial College de Londres, en 'Más rápido que la luz' pone en cuestión la fórmula sagrada de Einstein (e=mc al cuadrado), porque, atendiendo a nuestra cultura, ¿cómo puede aceptarse todavía uniforme y serena la velocidad de la luz? (...) Así, si la primera luz naciente fue bullicio, la luz adulta, al ir traspasando milenios, se espesaría hasta lograr las propiedades aproximadas de un sólido. la luz se hallaría, por fin, al alcance del tacto, expurgada de la liquidez de la velocidad especular o especulativa y convertida en esencia dura. Luz excelente, porque en vez de actuar desplegándose como un espectro sería luz encarnada. La luz coloreada como representación del fuego originario, tótem del Big Bang. Este bulto lumínico se constituiría, en definitiva como una nueva consolidación sustantiva. Convertida en una brasa sin humo o dios menudo, a la medida de la esperanza humana. ¿Otro mundo es posible? A lo mejor, cuando menos se lo esperaba y por donde menos se intuía, su luz ha prendido ya.

VICENTE VERDÚ 'EL CAPITALISMO FUNERAL' (2009)

IMÁGENES UTILIZADAS:

1 REVISTA 'NEW YORK': EL FINANCIERO BERNARD MADOFF CONVERTIDO EN "MONSTRUO" (MARZO 2008) E IMAGEN DE LA CRISIS EN WALLSTREET (SEPTIEMBRE 2008, GETTY IMAGES)
2
ICONOS DEL PROGRAMA MESSENGER
3 ESCÁNER CORPORAL EN LOS AEROPUERTOS, EXTENDIDO TRAS EL ATENTADO FALLIDO EN DETROIT (NAVIDAD DE 2009)
4 COCHE ELÉCTRICO COMPARADO CON UN FETO
5 ORO