ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
Una raza de señores incultos balbuceando la voluntad de poder ha asumido al fin la “deformidad antisemita” a la que Nietzsche no cesó de despreciar (…). Defensor del gusto clásico, de la ironía, de la frugal impertincencia, aristócrata que supo decir que la aristocracia consiste en practicar la virtud sin preguntarse por qué, y que hay que dudar de un hombre que necesitaría razones para seguir siendo honrado (…), su propio país, a los treinta años de su muerte, lo erigió en maestro de mentira y de violencia e hizo odiosas nociones y virtudes que su sacrificio había hecho admirables (…).
Una raza de señores incultos balbuceando la voluntad de poder ha asumido al fin la “deformidad antisemita” a la que Nietzsche no cesó de despreciar (…). Defensor del gusto clásico, de la ironía, de la frugal impertincencia, aristócrata que supo decir que la aristocracia consiste en practicar la virtud sin preguntarse por qué, y que hay que dudar de un hombre que necesitaría razones para seguir siendo honrado (…), su propio país, a los treinta años de su muerte, lo erigió en maestro de mentira y de violencia e hizo odiosas nociones y virtudes que su sacrificio había hecho admirables (…).
“Debe denunciarse la fabricación de infrahombres resultante de la predicación del superhombre”
Se conocen sin duda filosofías que han sido traducidas y traicionadas en la historia. Pero hasta Nietzsche y el nacionalsocialismo no existía ejemplo de que un pensamiento enteramente iluminado por la nobleza y los desgarramientos de un alma excepcional fuera ilustrado a los ojos del mundo por un desfile de mentiras, y por el espantoso amontonamiento de los cadáveres concentracionarios. La fabricación metódica de infrahombres resultante de la predicación del superhombre, he aquí el hecho que debe denunciarse sin la menor duda.
ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
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