El despertar de la fuerza
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5
Nota: 7,5
Deteneos aquí los ultrasensibles a los spoilers. La fuerza está renaciendo en algún lugar de la galaxia y los ojos se vuelven hacia una joven chatarrera que trabaja en precario. Una cenicienta que, por supuesto, aún desconoce su linaje real. Después de remontar la nave de Star Trek, Jeffrey Jacob Abrams ha enfrentado el reto de resucitar la saga de las sagas, el sanctasanctórum del género fantástico, y la operación ha sido igual de afortunada. La fórmula, idéntica: tecnología al servicio de la nostalgia. Lo más genuino de 1977 como sólo lo podríamos haber hecho en el 2015.
La Guerra de las Galaxias, como tantas cosas, ha dejado de ser freaky -si alguna vez lo fue-, para ser decididamente vintage. Incluso quien ignoró su plétora de películas, su liante sucesión de tiempos y estirpes, hoy puede rendirse sin temor a sus encantos de gran bazar de la cultura popular. Hemos reconocido a la princesa Leia reencarnada en la revolución naranja de Ucrania, ya no podemos imaginar a los robots sin las siluetas de C3PO y R2D2, y todo el mundo sabe que el totémico Darth Vader era padre de alguien, aunque no sepan de quién. Star Wars decora nuestras vidas.
Como buen spielbergiano, J. J. Abrams sabe tender puentes entre generaciones y descubre rostros jóvenes y brillantes a la vez que llama a filas al mismísimo Han Solo, o a su antigua cónyuge de peinado capricórnico (se habla mucho de las chicas Bond, pero ojo con las chicas Ford, que están reviviendo sus momentos de gloria, y a Indiana Jones 4 me remito). La frase “Yo soy tu padre” tiene esta vez otro significado y otros protagonistas, aunque se pronuncie en la misma pasarela expresionista que nos daba yuyu y mucho vértigo en ‘El imperio contraataca’. Aunque no se pronuncie exactamente así, pero todos creamos haberla oído.
En cuanto a los canteranos, la actriz Daisy Ridley es todo lo fresca y luminosa que la ocasión requería, más todavía si la acompaña a todas partes una mascota metálica (BB-8) que coge respetuosamente el testigo de R2D2 y le añade una pizca del entrañable Wall-E, con velocidad de PlayStation. La cirugía es mínima, los retoques discretos. La película no arriesga porque no lo necesita, porque es pura pirotecnia, porque con sólo nombrar tímidamente a los ídolos de la casa ya nos entra un cosquilleo. Abrams saca a sus archifamosas criaturas en el momento oportuno, juega magistralmente con los tempos y dedica un plano memorable a cierto villano rescatado de los cascotes. No es el placer de conocer, es el gozo de reconocer.
Tal vez ‘Star Wars’ sea, como creen algunos, una de las mayores sobreactuaciones del séptimo arte. Puede que su jaleo de bichos y humanos inverosímiles sea una apabullante iconografía sin historia, una inanidad amplificada por las gloriosas notas de John Williams. Quizá ‘El renacer de la fuerza’ no nos cambiará la vida ni nos convertirá a la religión Jedi. Càrrecs de ambiciones y le sobran bromitas fáciles. Pero se trataba de rendir tributo sin decepcionar/ofender a los creyentes ni tampoco asustar/aburrir a los profanos, y el director de 'Lost' sale más que airoso de la encomienda. Algunos de nosotros, los menos entendidos en la Galaxia, más que la Estrella de la Muerte o el Halcón Milenario, admiramos el arte de seguir haciendo buenas películas de entretenimiento. Así que gracias, Jota Jota, y que la fuerza te acompañe.
‘STAR WARS. EL DESPERTAR DE LA FUERZA', DE J. J. ABRAMS
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* VISTA EN 2015
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