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diumenge, 14 d’agost del 2005

¿Te gusta conducir?















Hemos olvidado los fines en la nebulosa del escepticismo para abrazar con fervor el corpus ritualístico de la cultura

Ninguna de las acciones del obrero es la 'acción clave' para construir el edificio, sino que cada una de ellas toma sentido en la cadena de construcción. Ningún ladrillo es necesario, pero "cada ladrillo es un hecho de trabajo objetivamente disciplinado", dice Arnold Gehlen.

El andamiaje cultural necesita una disciplina de actuación, una forma programada de responder a los deseos sociales y personales. Cuando esto se acentúa nos encontramos con un verdadero 'culto a la forma', al medio, a los raíles, a los ladrillos. Es lo que en el mundo periodístico se llama 'mediacentrismo': la red informativa atrae el interés sobre sí misma, 'el medio es el mensaje'. Vivimos el auge del formalismo. Curioso proceso: hemos olvidado los fines y contenidos en la nebulosa del escepticismo para abrazar con fervor el corpus ritualístico de la cultura.

Las conductas se han secularizado, porque ya no creemos en dioses metafísicos e ideológicos pero los seguimos adorando con más devoción que nunca. Las carreteras, los hilos, los píxels, en definitiva la 'textura' visible de la cultura es hoy la estética más aclamada. No importa donde vayas. La pregunta es: ¿te gusta conducir?

JOAN PAU INAREJOS, julio 2004












dijous, 30 de desembre del 2004

Vivir del olfato


La garrapata espera en las ramas de un arbusto para caer sobre algún animal de sangre caliente. Parece que al carecer de ojos tiene en la piel un sentido general lumínico para orientarse en el camino hacia arriba cuando trepa hacia el punto de espera. Este animal ciego y mudo nota la proximidad de la presa por el sentido del olfato, que está determinado sólo al único olor que desprenden todos los mamíferos: el ácido bitúrico.

Ante esta 'señal' se deja caer y cuando cae sobre algo caliente y consigue la presa, continua con el sentido del tacto y de la temperatura hasta que halla el sitio más caliente, es decir, el que no tiene pelo, perfora el tejido de la piel y chupa la sangre.

Así pues, el mundo de la garrapata consta únicamente de percepciones de luz y calor y de una sola cualidad odorífera. Una vez finaliza su primer y único alimento se deja caer al suelo, pone los huevos y muere.

Arnold Gehlen, El hombre, 84

dilluns, 26 de juliol del 2004

El confort es el opio del pueblo


El psicólogo americano Carrel, en su importantísimo libro 'El hombre, esencia desconocida', en el capítulo titulado 'Adaptación', ha desarrollado la tesis de que el hombre degenera en las condiciones modernas de civilización (confort).

El hombre, dice él, alcanza su máximo grado de evolución cuando está expuesto a la crudeza de las estaciones del año, cuando deja de dormir algunas veces y otras duerme durante muchas horas seguidas, cuando sus comidas oscilan entre la abundancia y la escasez, y cuando alcanza alimentos y techo sólo al precio de esfuerzos incansables.

Se le exige que ejercite sus músculo, que se canse y descanse. Que luche, que sufra y sea feliz que ame y odie. Su vida volitiva necesita que se alternen la excitación y el sosiego. Ha de luchar contra los demás hombres o contra sí mismo. Ha sido hecho para esa vida, del mismo modo que el estómago está hecho para digerir comidas.

Arnold Gehlen, El hombre, 436

dimecres, 21 de juliol del 2004

El enjambre de la cultura


¿Cuál de las acciones cotidianas de un obrero montador o de un contable sirve propiamente a la creación directa e inmediata de las cosas que sirven para satisfacer las necesidades de la vida?

El carácter indirecto de la contribución al mantenimiento de la vida ha crecido en las modernas culturas hasta transformarse en una maquinaria gigantesca, en la que sin embargo todos encuentran su vida y en la que cada ladrillo es un hecho de trabajo objetivamente disciplinado, de tal manera que cualquier atentado a las bases de ese sistema ha de ser impedido.

Arnold Gehlen, El hombre, 394

¿Por qué jugamos?

El juego es 'seriedad infantil', pero la fantasía es su auténtico nervio. También el juego de los adultos muestra este aspecto. Raras veces sucede sin involucrar intereses eróticos, financieros o de lucha. Pero el punto está precisamente en que esos intereses sólo podrían mostrarse bajo el manto de, digamos así, intereses fantásticos y absolutamente 'no prácticos': el comportamiento del balón que salta, la distribución del azar de las cartas policromas o cosas semejantes, consitituyen la parte realmente divertida o vivificante del juego.

Arnold Gehlen, El hombre, 242

dimarts, 29 de juny del 2004

La violencia sublimada según Gehlen

 ARNOLD GEHLEN
"La presión agresiva sigue viva: vive en las poderosas cargas de irritabilidad social interna, que amenaza hacer estallar nuestras grandes sociedades tan alivadas de trabajo físico"

Freud afirmaba que "reprimir la agresividad es absolutamente nocivo, tiene un efecto morboso, que enferma". Este impulso humano, como todos los otros, puede transformarse; no es periódico, como tampoco lo es la pulsión sexual, sino permanente y siempre activable.

Sin duda, las dos formas más importantes de esa derivación han sido durante milenios el trabajo corporal y la lucha entre grupos. Pero hoy, están cerrados los dos grandes conductos por los cuales los hombres descargaron durante milenios la pulsión agresiva, a saber: el trabajo corporal pesado y las contiendas y reyertas constantes, pero harto inofensivas antes que se inventaran las armas de fuego, que permiten matar sin esfuerzo.

¿Dónde está ahora esta pulsión? Sigue viva, aunque con manifestaciones distintas. Vive en las poderosas cargas de irritabilidad social interna, que amenaza hacer estallar nuestras grandes sociedades tan alivadas de trabajo físico; se ha convertido en angustia y propensión a la angustia, o en esa omnipresente desconfianza con que se enfrentan mutuamente los individuos. De manera que grandes cantidades de agresividad estarían listas estarían listas para dispararse cuando se las desatase.

Arnold Gehlen: Antropología filosófica, 79

¿Somos el último mono?


La evolución no nos ha hecho más fuertes, sino más débiles. Arnold Gehlen, uno de los padres de la antropología filosófica, habla del ser humano como un 'ser carencial', sin instintos programados y sin órganos de defensa. Para este ser, la cultura no es un lujo, sino la única forma de sobrevivir en un mundo de colmillos y garras. Leámoslo.

"Morfológicamente, el hombre, en contraposición a los mamíferos superiores, está determinado por la 'carencia' que en cada caso hay que explicar en su sentido biológico exacto como no-adaptación, no-especialización, primitivismo, es decir: no-evolucionado. De otra manera, esencialmente negativo.

Falta el revestimiento de pelo y por tanto la protección natural contra la intemperie; faltan los órganos naturales de ataque pero también una formación corporal apropiada para la huida; el hombre es superado por la mayoría de los animales en la agudeza de los sentidos; tiene una carencia, mortalmente peligrosa para su vida, de auténticos instintos y durante toda su época de lactancia y niñez está sometido a una necesidad de protección incomparablemente prolongada.

Con otras palabras: dentro de las condiciones 'naturales', originales y primitivas, hace ya mucho tiempo que se hubiera extinguido, puesto que vive en el suelo en medio de los animales huidizos ligerísimos y las peligrosas fieras depredadoras".

Arnold Gehlen, El hombre, 37