Miguel de Unamuno
San Manuel Bueno, mártir (1931)
—Y él, el pueblo —dije—, ¿cree de veras?
—¡Qué sé yo ...! Cree sin querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no despertarle. Y que viva en su pobreza de sentimientos para que no adquiera torturas de lujo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu!
(…) he podido mirar, allí, a la cabecera de su lecho de muerte, toda la negrura de la sima del tedio de vivir. ¡Mil veces peor que el hambre! Sigamos, pues, Lázaro, suicidándonos en nuestra obra y en nuestro pueblo, y que sueñe este su vida como el lago sueña el cielo».
(…) Una noche de plenilunio —me contaba también mi hermano— volvían a la aldea por la orilla del lago, a cuya sobrehaz rizaba entonces la brisa montañesa y en el rizo cabrilleaban las razas de la luna llena.
(…) está nevando, nevando sobre el lago (…). Y esta nieve borra esquinas y borra sombras, pues hasta de noche la nieve alumbra.
(…) está nevando, nevando sobre el lago (…). Y esta nieve borra esquinas y borra sombras, pues hasta de noche la nieve alumbra.
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