por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6,5
De las cosas buenas nos gusta repetir. O eso habrán pensado los directores de ‘Intocable’, el fenómeno cinematográfico que consiguió reunir a veinte millones de personas ante la sonrisa irresistible de un actor de origen mauritano-senegalés. El carisma de Omar Sy vuelve a conjurarse con el humor más o menos inteligente de Toledano & Nakache para lograr otra fórmula perfecta de éxito para todos los públicos, con la ayuda inestimable de esa fotografía tan exageradamente límpida y perfecta que a veces recuerda un anuncio de Benetton o Coca-Cola. A sus cuentos ejemplares les falta un poco de borrosidad, alguna que otra arruga.
Lo que funcionó en aquella ocasión se repite aquí pieza por pieza y con precisión milimétrica, por más que el resultado, ciertamente, no sea tan redondo. Si 'Intocable' jugaba al choque maniqueo y resultón entre el mundo de los occidentales y el de los inmigrantes, 'Samba' hace lo propio, sólo que cambiando el tipo de relación. Mientras la primera ensalzaba la amistad imposible entre un aristócrata parapléjico y su alegre cuidador de la banlieue, la segunda tira directamente la carta de corazones, con el romance no menos trucado entre una ex ejecutiva deprimida y un simpapeles adorable. Omar, por supuesto.
En realidad estamos ante un remedo europeo de 'Pretty Woman', barnizado con un poco de soja dramática y un aderezo dickensiano de crítica social. No importa que todo sea simplón e idealizado, importa la telegenia y el encanto hollywoodiense de sus protagonistas. Importa disfrutar con el bueno de Omar, y sobre todo con la fragilidad contenida y cautivadora de Charlotte Gainsbourg, su nueva y atípica partenaire que se revela como la estrella tapada de la función. Aunque la hija de Jane Birkin no ha heredado precisamente la hermosura venusiana de su madre, hay algo encantador y lleno de alma en su, digamos, fealdad (no diremos lo de belleza cubista porque el tópico se ha gastado con Rossy de Palma).
Gainsbourg y Sy, tan antagónicos y diferentes, incluso en su manera de interpretar, logran eso tan difícil que llamamos chispa y, sí, su encuentro confidente en una estación de servicio derrocha química, es todo verdad y calidez, te deja con la sonrisa de tonto. Ellos solitos llevan la película adelante e insuflan personalidad a sus respectivos moldes estereotipados: hombre negro vitalista y puro de corazón / mujer blanca europea con una vida decadente y víctima del estrés profesional. Gustará al lector europeo de best-sellers y al tendero nigeriano padre de familia, no habrá conflicto posible. No hay lugar para lecturas polémicas. No se remueve nada importante.
Hay que reconocer que los autores de 'Samba' nos arrancan la carcajada más de una vez: con los enredos idiomáticos en la ONG, con el gag del calentador o con la fuga por los tejados de los dos inmigrantes compañeros de fatigas -Tahar Harim sorprende con su vis cómica tras la sombría 'Un profeta'-. Pero, a decir verdad, la secuela encubierta de 'Intocable' queda bastante lejos del gancho y el ritmo cómico de su predecesora, con la que comparte en cambio todo su paternalismo, falta de riesgo y sentimentalismo manipulador. Es como una de esas chocolatinas con menta, un placer flojito que no hace daño.
‘SAMBA’, DE OLIVIER NAKACHE Y ERIC TOLEDANO
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