Nietzsche denuncia al cristianismo por su deriva banal y socialista, y al mismo tiempo por su gravedad platónica
Nietzsche no se hace entender. Por una parte, parece que defienda al ‘hombre’ (al gran hombre, por supuesto, al ‘superhombre’) frente al gregarismo cristiano, marxista y democrático, frente a la 'masa mediocre'. El superhombre no es un ser hecho a la medida de la audiencia (el electorado, el mercado, el panóptico social) sino una obra de arte curtida en el dolor y la interioridad, cuya belleza racial emerge de la madurez. Es todo lo contrario del hombre superficial, ‘vuelto afuera’, pendiente de la aprobación y esclavo de los afectos. Este hombre no se desvive por el consenso y el mayoritarismo, porque su verdad filosófica es profunda e innegociable. Este hombre tiene la cultura de la interioridad por la que claman Heidegger, Gadamer, Scheler y todos los ‘viejos europeos’.
Pero al mismo tiempo está el Nietzsche filólogo, deconstructor y enemigo acérrimo del ‘sujeto’ en tanto que recalcitrante mito burgués. Para el filósofo alemán la verdad no es más que una ‘metáfora sedimentada’, una obra de arte absolutizada. Lo que era juego versátil en la joven Grecia se ha convertido en dogma inamovible. Contra la mentira platónica va la sentencia: ‘no hay verdad sino lenguaje'.
Véase la paradoja: el Nietzsche humanista reprocha al cristianismo socialista ser demasiado banal, gallináceo, carecer de fe y arrojo, ser tristemente “superficial”. En cambio, el Nietzsche filólogo carga las tintas contra el cristianismo platónico por la razón contraria: su ridícula “profundidad”, la grave creencia en el ser y en la verdad. El superhombre parece un titán de la naturaleza, una superrealidad, pero, ¡ay! Nietzsche nos confunde diciendo que ‘nada es’, que ‘todo fluye’, al más puro estilo de Heráclito. En el mundo y en el hombre no hay alma ni personalidad, sino el crepitar constante de muchos fuegos: ‘el mundo es un monstruo de muchas cabezas'.
¿Qué reivindica pues 'el filósofo del martillo'? ¿La liberación del hombre o bien la disolución del sujeto y el olvido de todo humanismo? ¿Es un romántico tremendo o un siniestro intelectual?
JOAN PAU INAREJOS, julio 2004
foto: 'Nietzsche', de Edvard MUNCH
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