dilluns, 20 d’abril del 2009

'Déjame entrar': amor amoral


¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE:
LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8

En estos tiempos ya no se puede entrar virgen al cine. Y en el caso presente, cuando lees que esta película sueca sobre vampirismo es un "clásico contemporáneo", una "renovación del género de terror", etc, no puedes más que entrar dispuesto a que te maravillen. Lo cierto es que Déjame entrar cautiva por su valiente amalgama de terror y drama, por su inquietante puesta en escena, silente y surrealista, pero aparentemente -modesta opinión de espectador- no revoluciona nada.

Lo mejor. Así que disfrutémosla sin complejos ni varas de medir, como una interesantísima película atmosférica, filmada con una fría elegancia, (casi) sin concesiones sentimentales y con una genial ambigüedad que oscila entre la violencia amoral de La naranja mecánica y la ternura entre extraños de E.T.

Amoral: y es que Déjame entrar imprime en la retina imágenes de un gore deslumbrante, como las víctimas desolladas en la nieve o la pura crueldad infantil del bastonazo en el oído.

Y tierna: así lo demuestra la E.T. de la cinta: la vampira púber interpretada por Lina Leandersson que felizmente no es nada prototípica: ni es pelirroja, ni es fatal, ni es atractiva, ni es malvada. Es una simple adolescente de ojos tristes que consigue conmover en su soledad hambrienta e inconsolable, y que trepa como una alimaña para tenderse en el suelo y jugar con sus fichas. Condenada a su condición vampírica, acaba conviertiendo el presunto film de terror en una narración existencialista.

Y en la compacta síntesis de ambas facetas, la cruel y la oscuramente entrañable, nos regalan una antológica escena final en la piscina, una perla de amor amoral que el buenismo de Hollywood jamás hubiera tolerado.

Quizá no emociona lo suficiente, ni renueva el género, pero Déjame entrar propina sin duda un enorme puñetazo en el ojo y lo que es más importante: en su frío realismo vampírico se atreve a cuestionar nuestra plácida moralidad de colores simples.


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