SLAVOJ ZIZEK
Siempre que un proyecto político da un giro radical, ahí está el inevitable chantaje: "Por supuesto que esos objetivos son deseables en sí mismos; sin embargo, si hacemos todo esto, el capital internacional nos boicoteará, el índice de crecimiento caerá, etcétera. La barrera de sonido (...) tendrá que romperse y habrá que arriesgarse para organizar círculos sociales cada vez mayores para la auto-organización de comunidades marginales excluidas. Habrá que romper muchos fetiches: ¿a quién le importa si se detiene el crecimiento, o incluso si es negativo? ¿No hemos tenido suficiente de ese alto índice de crecimiento cuyos efectos en el organismo social se manifestaron principalmente en forma de nuevas formas de pobreza y privación? ¿Qué pasaría con un crecimiento negativo que se tradujese en un nivel de vida cualitativamente mejor, no más alto, para el estrato de población más amplio? Ese ería un acto político hoy: para romper el embrujo de apoyar automáticamente el marco político existente, para escapar de la debilitante alternativa de "o bien apoyamos directamente la globalización del libre mercado o bien hacemos promesas imposibles del tipo de fórmulas mágicas que hagan posible nadar y guardar la ropa, que consigan combinar la globalización con la solidaridad social.
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