El pensador esloveno Slavoj Zizek constata aquí una curiosa división moderna, quizá muy oportuna para la España de abril de 2009. Por una parte, en el escaparate de los partidos políticos se defiende la radicalidad democrática a la hora de decidir sobre lo que él denomina los "estilos de vida": tipos de matrimonio, aborto, divorcio exprés, etc. En cambio, la decisiones "fuertes" sobre el sistema, sobre la política económica, se subcontratan a expertos y a organismos internacionales supuestamente independientes (léase FMI, Banco Mundial o el jerarquismo del G-20). El centro está lejos de nosotros, de modo que la política vive una era helenística: como en la Grecia tardía, hemos renunciado a organizar la polis y nos volcamos en la mera ética, en afianzar mi burbuja, mi estilo de vida, mi lugar en este mundo convulso. ¿No es un escenario idílico para Zapatero?: "Yo no puedo cambiar la economía, pero, en cuanto a derechos civiles, os prometo la luna".
SLAVOJ ZIZEK
El diagnóstico de Zakaria es que "Norteamérica cada vez adopta más un populismo simple que valora la popularidad y la franqueza como las medidas clave de la legitimidad (..) El resultado es un profundo desequilibrio en el sistema norteamericano, más democracia pero menos libertad". El remedio es por tanto contrarrestar esta excesiva "democratización de la democracia" (o "deMAScracia") delegando más poder a expertos imparciales apartados de la refriega democrática, como por ejemplo los grandes bancos. Tal diagnóstico no puede dejar de provocar una risa irónica: hoy día, en la época de la supuesta "sobredemocratización", Estados Unidos e Inglaterra comenzaron una guerra contra Irak en contra de la voluntad de la mayoría de sus pueblos, por no hablar de la comunidad internacional. ¿Y acaso no vemos constantemente la imposición de decisiones clave acerca de la economía global (acuerdos de comercio, entre otros) por parte de organismos "imparciales" exentos de control democrático? La idea de que, en nuestra era post-ideológica, la economía debería estar despolitizada y dirigida por expertos es común y la comparten todos los participantes. Lo que es más importante, ¿no es ridículo quejarse de la "sobredemocratización" en un momento en el que las decisiones económicas y geopolíticas vitales no son por lo general una cuestión que se discuta en las elecciones? (...)
Lo que Zakaria solicita ya se ha hecho realidad. Lo que estamos presenciando hoy día es una división entre cuestiones de estilo de vida ideológicas, en la que se producen debates encarnizados y se solicitan opciones (aborto, matrimonios homosexuales, etcétera), y la política económica básica, que se presenta como el dominio despolitzado de las decisiones de los expertos.
SLAVOJ ZIZEK, 'IRAK. LA TETERA PRESTADA' (2004)
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