Nota: 8,5
Con permiso del gran Kubrick, ésta sí que es una Odisea en el espacio. Odisea de supervivencia y sin viajes escapistas a la ciencia-ficción. Una fábula de superación, técnicamente deslumbrante, que nos habla de cómo subsistir en condiciones extremas. Narrativamente más cerca de 'Buried' -la epopeya psico-telefónica de un hombre enterrado vivo- que de las grandes óperas estelares, pero con toda la belleza plástica del género. Título: 'Gravity'.
Tras un prólogo brillante, con el ritmo y el corazón del mejor Spielberg, el mexicano Alfonso Cuarón nos lanza a una acongojante peripecia por la inmensidad del espacio, como otros directores han arrojado a sus sufridos personajes a la parquedad del desierto o la furia de un mar embravecido. Los náufragos de este Titanic galáctico son rápidamente reconocibles: las facciones de George Clooney y Sandra Bullock asoman tras los gruesos cascos, y quizá esta estrellitis hollyoodiense le acaba quitando algo de fuerza al relato. Unos actores anónimos o poco conocidos hubieran hecho la aventura harto más creíble.
Física y sensorial, maravillosamente diseñada, 'Gravity' ofrece muy pocos planos y óptimamente explotados. Basta ver el plano-secuencia inicial, donde la historia viene avanzando hasta nosotros como un tren calmoso. Lo subjetivo y lo cósmico se trenzan magistralmente en todas las escenas, del mismo modo que los momentos intimistas dejan paso a asombrosos estallidos de acción. Tampoco le faltan sus lapsos de ironía, con un alma de bonhomía que va emergiendo pese a todo -y en ello tiene mucho que ver el personaje de Clooney, una especie de mesías bromista-.
Mención especial para el apartado de sonido, donde, además del formato electrónico-subjetivo escogido para las voces, descuella la excepcional banda sonora de Steven Price, una épica partitura que hace levitar sobre la butaca. El gran hallazgo de 'Gravity' no es su originalidad, sino su sabia combinación de austeridad narrativa -dos personajes, un objetivo- con fastuosidad visual. Impresionantes sus giros de cámara, su representación del vuelo y el movimiento. Sobrecogedoras las embestidas de residuos orbitales, las colisiones y destrucciones en el éter, con miríadas de fragmentos dispersándose cual misiles encendidos. Embriagadoras las imágenes de la Tierra y el sol con sus luminiscencias dejando sin palabras a los astronautas.
Sugerente en los detalles: los pequeños espejos en los brazos, los amuletos religiosos en sendas naves rusa y china (una estampa ortodoxa/un pequeño Buda dorado). Virtuosa en los simbolismos: la astronauta en posición fetal tras liberarse de su pesado fardo, el momento darwiniano de erguirse de entre las aguas, de nuevo con destellos de Kubrick...
A 'Gravity' le da tiempo de ser, simultáneamente, una vibrante película de aventuras, una osada filigrana tecnológica y una tácita reflexión sobre los viajes entre el cielo y la tierra. Aprender a vivir de nuevo, aterrizar en la vida real. La necesidad del hogar, aunque sea en solitario, aunque sea una frágil cápsula en medio del espacio indiferente. Apenas un excesivo subrayado sentimental la aleja de ser una obra maestra.
GRAVITY, DE ALFONSO CUARÓN
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