José Antonio Marina
Suplemento ‘Es’, La Vanguardia, 19/10/2013
Es un término que me intriga. ¿Por qué llamar niña, muñequita, a esa parte del ojo? Lo mas extraño es la universalidad del fenómeno. En portugués se llama menina do olho. En hebreo, eshon ayin, el hombrecillo del ojo. En griego clásico, kóre significaba al mismo tiempo muñeca, niña y pupila. Esa palabra griega se mantiene en términos médicos: coreoplastia (cirugía plástica de la pupila) o isocoría (igualdad de tamaño de las pupilas). Confirman lo que dijo Jardiel Poncela: la medicina es la ciencia que nos acompaña a la muerte diciéndonos palabras griegas.
(…) ¿Cuál puede ser la causa de tan lejanas e improbables coincidencias? El asunto ya intrigó a Platón, que se preguntó la razón de que a ese circulito negro se le llamase niña. Sócrates da una respuesta: “Si alguien mira de cerca un ojo, ve en él un rostro como en un espejo, y así sucede que lo que llamamos kóre (pupila, niña) es la minúscula imagen del observador”. La idea socrática tuvo éxito. Plutarco la recogió y llegó a nuestros días. Tal vez sea verdadera. De ser el centro del iris, pasó a significar lo más importante, lo nuclear. Eres la niña de mis ojos, era una antigua confesión de amor.
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