Lo que busca [el arte] en sus grandes épocas es el gesto, la expresión o la mirada vacía que resumirán todos los gestos y todas las miradas del mundo. Su propósito no es imitar, sino estilizar y aprisionar en una expresión significativa el furor pasajero de los cuerpos o el torbellino infinito de las actitudes (…). ¿Quién miraba las manos del verdugo durante la flagelación, los olivos en el vía crucis? Pero helos aquí representados, arrebatados al movimiento incesante de la Pasión, y el dolor de Cristo, aprisionado en estas imágenes de violencia y belleza, grita de nuevo todos los días entre las salas frías de los museos.
ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
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