dijous, 1 de febrer del 2007

Los revolucionarios, en liza contra el arte

ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)

Se observará la hostilidad al arte que han mostrado todos los reformadores revolucionarios. La Reforma [protestante] elige la moral y expulsa la belleza. Rousseau denuncia en el arte una corrupción añadida por la sociedad a la naturaleza.

“La Revolución Francesa guillotina al único poeta de su tiempo”

Saint-Just echa pestes contra los espectáculos (…) y quiere que la Razón sea personificada por una persona “virtuosa antes que bella”. La Revolución francesa no engendra a ningún artista, sino únicamente a un gran periodista, Desmoulins, y a un escritor clandestino, Sade. Al único poeta de su tiempo lo guillotina. El único gran prosista se exilia en Londres y aboga por el cristianismo y la legitimidad. Un poco más tarde los sansimonianos exigirán un arte “socialmente útil” (…).

“A aquellos mármoles de Venus y Apolo, en Rusia se les acabó dando la espalda”

Ese tono también es el de los nihilistas rusos. Pisarev proclama la caída de los valores estéticos en provecho de los valores pragmáticos. “Preferiría ser un zapatero ruso antes que un Rafael ruso”. Para él, un par de botas es más útil que Shakespeare. El nihilista Nekrásov, gran y doloroso poeta, afirma sin embargo que prefiere un trozo de queso a todo Pushkin.

Es conocida, por última, la excomunión del arte pronunciada por Tólstoi. A aquellos mármoles de Venus y Apolo, dorados aún por el sol de Italia, que Pedro el Grande había hecho llevar a su jardín de verano, en San Petersburgo, en la Rusia revolucionaria se les acabó volviendo la espalda. A veces la miseria se aparta de las dolorosas imágenes de la felicidad.

ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)

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