dissabte, 24 de febrer del 2007

'Jesús y Yahvé. Los nombres divinos' (2006)

JOAN PAU INAREJOS, 2007

Nítido en su tesis, el crítico Harold Bloom (Nueva York, 1930) defiende que hay una incompatibilidad literaria radical entre la figura de Yahvé del Antiguo Testamento y el Jesús del Nuevo Testamento. Solamente el Jesús del Evangelio de Marcos -solitario, imprevisible, iracundo- guardaría todavía un cierto parentesco con el Dios judío, de rasgos antropomórficos ("Yahvé es un guerrero" y "es humano, demasiado humano") y a la vez un Dios inasible, que se permite decir en el Sinaí: "Yo soy el que soy".

En cambio, el "suavizado" Jesús de Lucas y Mateo, y especialmente el “cósmico” y “antisemita” Jesús de Juan y el 'Jesucristo' de Pablo (constructo teológico que prescinde totalmente del Jeshua de Nazaret histórico) se alejan definitivamente del patrón judío y se enmarcan en una mentalidad helenística, donde, en un relato de resonancias mitológicas, Dios se autoinmola, algo completamente ajeno al orgullo de Yahvé (que a lo sumo "se eclipsa" o se "autoexilia", pero "nunca se suicida"), y en este cánon griego se asentará la posterior tradición cristiana

Los escritores cristianos pretenden dar cumplimiento a la profecía judía: los Evangelios y las Cartas serían un colosal "esfuerzo textual" por convertir la Biblia hebrea en el 'Antiguo' Testamento. Usurpando la fórmula yahvística, Juan hace decir a Jesús: "Antes de que Abraham existiera, yo soy". Sin embargo, Bloom sostiene que "nunca un texto da cumplimiento a otro texto" y califica la operación cristiana como "una poderosa lectura errónea" de las escrituras hebreas, coronada, eso sí, con la aceptación masiva de los fieles.

Los teólogos cristianos sustituyen el monoteísmo radical y el carácter hermético del judaísmo por un "politeísmo populista" (Dios Padre, Jesucristo, el Espíritu Santo y la Virgen María), y Bloom concluye que no cabe hablar, en propiedad, de una "tradición judeocristiana", ya que Yahvé pervive más en el Alá musulmán que en el pasivo Dios Padre celestial de los cristianos.

El profesor de Yale manifiesta su preferencia estética por el ‘Escritor J’ (redactor del Antiguo Testamento) y Marcos frente a Lucas, Mateo, Juan y Pablo. Según él, Yahvé es el personaje más memorable de la historia de la literatura y sirve como modelo para el ‘Rey Lear’ de Shakespeare, mientras que el taciturno Jesús de Marcos prefigura a Hamlet.

Pese a todo, a Bloom no le duele reconocer que Yahvé ha perdido la batalla histórica y demográfica frente a Alá y la Trinidad. El futuro de la religión, dice el crítico neoyorquino, ya no se decide en Europa sino en el continente americano (donde se perfila un ‘pentecostalismo’ o religión del Espíritu Santo con el apoyo de hispanos, afroamericanos y blancos del Sur estadounidense) y en Asia, donde se abre paso un Islam cada vez más militante.

JOAN PAU INAREJOS, 2007

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